Las culturas antiguas otorgaban a los fenómenos de la naturaleza un poder divino, no es de extrañar que de esos tiempos se creyera en la magia y los rituales mágicos para que los dioses y demonios de la naturaleza obraran en nuestro favor. Es así como muchas culturas se desarrollaron con base en una fuerte relación con los dioses, la magia, hechicería y personajes de alto rango responsables de estas actividades: Grecia, Roma, Egipto, Babilonia, China, son sólo algunos ejemplos.
Desafortunadamente, con la llegada del cristianismo comienza el monoteísmo, es decir, la creencia en un sólo Dios; más tarde, alrededor del siglo III Constantino I fue el primer emperador romano en convertirse al cristianismo, revistiendo de legitimidad a esta religión y con ello inició la persecución de cualquier actividad que tuviera por objeto adorar a dioses paganos que comenzaron a considerarse como demonios. En el siglo IV el emperador Teodosio II elabora el Código Teodosiano que contenía 65 códigos contra la herejía, relacionada con la magia, los dioses paganos y las brujas.
A partir del año 1050 se comienza a dar una furtiva lucha contra la brujería, que se acentuaría en el siglo XIII cuando aparece en Europa el tribunal de la Inquisición y se agravaría en 1484 con la bula Summis Desiderantes Affectibus promulgada por el Papa Inocencio VIII donde se reconoce la existencia de la brujería (anterior a esta bula, aceptar la existencia de la brujería se consideraba herejía) y se comienzan a tomar todas las medidas para combatirla, tres años más tarde se publica por vez primera el Malleus Maleficarum o Martillo de brujas que con el tiempo se convertiría en el tratado más célebre en materia de persecución de brujas. Otro tratado destacado sobre brujería fuer el Directorium Inquisitorum de Nicolás Eymeric publicado en 1376
La cacería de brujas alcanzaría su punto más álgido y sanguinario en el siglo XVII; sin embargo, durante este largo y doloroso periodo de la historia humana, se derramó mucha sangre y cabe mencionar que varias de las acusaciones tuvieron un trasfondo de venganza, así que resultaba muy sencillo deshacerse de un enemigo acusándolo de brujo. No nos sorprenda que en aquél entonces familias enteras fueron llevadas a la hoguera, tampoco es de sorprender que los maridos acusaran a sus esposas, los hijos a sus madres, muchas disputas entre vecinos se resolvían en el tribunal de la Inquisición con sólo mencionar la palabra “brujería”.
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