Esta vez de un tiro y en Alicante. Que el padre sea ruso quizá sólo tiene relevancia sobre la disponibilidad y quizá la facilidad de utilización de armas de fuego. Que el padre luego se haya suicidado es un componente más de la tragedia. El caso es que han matado a otro niño y esta cuenta no se detiene. Los medios de comunicación aportan el dato, el suceso, pero no llevan la cuenta como hacen de las mujeres víctimas de violencia doméstica, o, como dicen en los Estado Unidos “violencia originada por quien comparte la vida”, compañero o partner ya que incluye próximos (o prójimos) que no necesariamente conviven y, además, no hacen diferencia de sexos ya que las parejas pueden ser del mismo (sexo) ni de le sentido de la violencia ejercida: de dominante a dominado, de hegemónico a subalterno, sino que puede moverse en cualquier dirección.
En el caso de las muertes de menores, no. La dirección casi siempre es de adulto a niño, salvo en alguno publicitados casos de menores que matan a otro menor, chicas y, también, menores componentes de bandas juveniles.
Todo eso al menos en nuestro país. Lamentablemente ya sabemos que la vida de un niño en muchos países pobres—lo de países en vías de desarrollo no es más que otro eufemismo caritativo—vale muy poco y se dispensa de ella con facilidad. Pero aquí, las muertes violentas infantiles continúan siendo una realidad trágicamente actual.
La tradición judeo-cristiana incluye suficientes referentes al asesinato de niños, incluye alguna presencia angélica que en última instancia interrumpe la violencia pero no la condena. No parece que existan esos ángeles…
X. Allué (Editor)
Fuente: Pediatría social
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