A finales de los 70 del siglo pasado, algunas agencias de viaje vendían un paquete completo: chárter ida y vuelta, desplazamientos al aeropuerto y alojamiento y manutención en la ciudad de Londres, todo por un precio de fin de semana al que había que añadir la intervención de la clínica – con anestesia, más caro- (que no figuraba en la factura)…
Esos vuelos para abortar en Londres salían tres veces a la semana desde Madrid y se llenaban siempre de mujeres de todas las edades y venidas de distintos puntos del país.
TODO EL MUNDO ESTABA EN EL AJO: las agencias, la aduana, los conductores de los autobuses que se ocupaban de los desplazamientos, los encargados del Bed &Breakfast, la clínica londinense…y, por supuesto, la policía del aeropuerto.
Las mujeres que cogían esos aviones tenían que reunir una cantidad de dinero que, sin ser muy elevada, no estaba desde luego al alcance de la mayoría. Tampoco era fácil para muchas mujeres obtener la información necesaria para apuntarse a los “viajes”. A Londres iban las privilegiadas. Las otras, o sea, la mayoría, abortaban en condiciones inseguras o directamente peligrosas en la cocina de alguna otra mujer.
Ésa era la realidad de una España que cerraba los ojos ante los centenares de miles de abortos que se practicaban dentro y fuera de sus fronteras con desigual suerte, desde luego, para las ricas y para las menos ricas.
La pregunta es: ¿Sr. Ministro: quiere volver a la hipócrita España de los 70?
Fuente: Elena Valenciano
En los años 50 del pasado siglo, en lo más duro del franquismo, se impuso el sistema de tasas judiciales que penaba el acceso de los ciudadanos a la ley. Claro, que aquello era una dictadura y los impuestos que recaudaba el Estado le llegaban en gran medida por contribución indirecta, ya que la recaudación por la renta era prácticamente inexistente. Un sistema al que puso fin en el año 1986 el Gobierno de Felipe González con una doble idea, más ajustada a un Estado democrática y moderno: facilitar el acceso a los tribunales de los ciudadanos, y que la Justicia se financiara con cargo a los Presupuestos Generales, alimentados con los impuestos que pagamos todos.
En el año 2002 ya José María Aznar dio un primer tijeretazo a esta situación. Entonces, primer periodo de la derecha en el poder, el Gobierno decidió recuperar las tasas, eso sí, tan sólo en los ámbitos civil y contencioso administrativo, y aplicado a las personas jurídicas, es decir, a empresas y bancos principalmente. Dejó fuera del pago de tasas, que no es otra cosa que decir, sin pagar por tener acceso a la justicia, a las personas físicas –los ciudadanos particulares- y los asuntos laborales y penales.
Gallardón completa el ciclo de tasas judiciales que comenzó a imponer Aznar
En este segundo periodo en el poder del Partido Popular, el ministro Alberto Ruiz Gallardón completa el ciclo. Ahora todos los ciudadanos tendrán que pagar para acudir a la Justicia, sea cual sea el ámbito de su demanda, con la lógica excepción del ámbito penal. Y esto incluye por primera vez, desde que se reformó el sistema del franquismo, como decimos, los recursos que se produzcan en el ámbito laboral. Lo que denuncian los sindicatos y los partidos de izquierda es que puesto que el Gobierno que preside Mariano Rajoy no ha traído una rebaja fiscal, sino al contrario, una subida de impuestos, lo que va a hacer cualquier ciudadano al acudir a la justicia y pagar tasas será por tanto un “repago” por los servicios legales que debe ofrecer el Estado.
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