Gráfica de barras en la que se indica en qué porcentaje los seres humanos somos parecidos a otros animales.
Nuestro «primo» más cercano es como cabría esperar el chimpancé (90%), pero resulta que somos más parecidos a un ratón (88%) que a un perro (84%) e incluso –agárrate– a los ornitorrincos (69%) que a los pollos (65%).
Fuente: Jishai
Existen varios casos en los que parece que el animal es consciente de que su comportamiento acabará con su vida y, aun así, sigue adelante con él. Veamos algunos ejemplos:
Y estos son solo algunos de los ejemplos más generales y conocidos, pero hay multitud de casos puntuales en los que grandes grupos acaban con su vida sin un motivo lógico y que aun mantienen desconcertados a los científicos, de vacas que saltan al vacío, o perros que se lanzan al río y mueren ahogados, ballenas que buscan rocas en las que escalabrarse, etc, etc, que vete tú a saber si es verdad o no.
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En Mala ciencia, Ben Goldacre nos cuenta que sí hay efecto placebo en animales:
Se ha demostrado, por ejemplo, que la «versión» placebo de un medicamento real puede inducir los mismos efectos que éste en el cuerpo, no sólo en seres humanos, sino también en animales.
…
Si ahondamos en el trabajo teórico procedente del estudio del reino animal, vemos que es posible también condicionar los sistemas inmunológicos de diversas especies para que respondan a los placebos, exactamente igual que el perro de Pavlov empezaba a salivar en respuesta al sonido de una campana. Los investigadores han detectado cambios en el sistema inmunológico de los perros cuando se les administra únicamente agua de sabor azucarado, después de que esos animales hayan asociado ese líquido azucarado a la inmunodepresión tras habérsela administrado repetidamente con ciclofosfamida, un fármaco que deprime el sistema inmunitario.
Una afirmación común entre los homeópatas es que la homeopatía no es placebo porque funciona en animales. Pues, una vez más, la ciencia ha probado que se equivocan, porque también hay placebo en animales.
Fuente: DE AVANZADA
Imagen: Natalia Carrasco via photopin cc
Honoré de Balzac (Tours, 20 de mayo de 1799 – París, 18 de agosto de 1850) fue un novelista francés representante de la llamada novela realista del siglo XIX.
Trabajador infatigable, elaboró una obra monumental, la Comedia humana; ciclo coherente de varias decenas de novelas cuyo objetivo es describir de modo casi exhaustivo, a la sociedad francesa de su tiempo; según su famosa frase, hacerle «la competencia al registro civil».
Además de tenerle ojeriza al pensamiento, el conocimiento, la igualdad y la libertad, la Inquisición también puso en la mira a los gatos (!):
Se los consideraba animales diabólicos, crueles y desleales, falsos y manipuladores, portadores de enfermedades y leales compañeros de las brujas. Miles de gatos fueron sacrificados de las formas más crueles, hervidos en agua, en aceite, quemados vivos en hogueras, arrojados desde lo alto de las iglesias en espectáculos públicos.
También durante esta oscura época, se prohibió a cualquier persona alimentar o ayudar de alguna forma a un gato, si la persona desobedecía, esta era acusada de hereje, le iglesia le expropiaba sus bienes, la persona era torturada y “con mucha suerte” encarcelada,que lo mas normal era enviarlos a la hoguera.
De ahí viene toda esa superstición de cruzarse con un gato negro, idiotez que surgió para las Fiestas de San Juan, que, curiosamente, eran unas fiestas paganas que la Iglesia Católica incluyó en su agenda de sincretismo, para conseguir más adeptos.
Ahora más que nunca, me alegra la analogía de que los ateos somos más como los gatos y no como las ovejas: es imposible tener un rebaño de gatos. Somos libres, independientes y se nos da fatal seguir pastores.
Fuente: De Avanzada
Si bien en la historia antigua y actual existen numerosos casos judiciales de sentencias condenatorias hacia bestias, ya fueran terrestres, aéreas o cuyo “habitat” fuere el agua, casos como los fueron acontecidos en febrero de 1935 donde fue ajusticiado en Atenas un papagayo, perteneciente al propietario de unos de los restaurantes mas importantes de la ciudad, por la costumbre que tenía de gritar: “Viva Venizelos” …, una vez triunfante la revolución que derribo al político heleno o en la URSS donde la GPU, policía política, fusiló a un loro que cantaba canciones capitalistas y zaristas – en éste caso sus supuestos “maestros de canto” corrieron la misma suerte -.
“El día 10 de enero de 1457 se administraba justicia en los días celebrados en Savigny “bajo la presidencia del escudero Nicolás Quareillan”, juez de lugar. La querellante era la “noble señorita Catalina de Bernault, señora de Savigny”. El procurador de la señorita era Huguenin Martín, demandante, el cual declaró que el martes antes de Navidad.. una cerda y sus seis lechones, al presente presos, fueron cogidos en flagrante delito de asesinato y homicidio en la persona de Juan Martín.”
Nos, juez, hemos dado sentencia definitiva de este modo:
“Decímos y pronunciamos que la cerda de Juan Bailly, por razón de asesinato y homicidio por ella cometido y perpetrado en la persona de Juan Martín sea confiscada para ser castigada y condenada al último suplicio: Ser colgada por las patas traseras de un árbol..Respecto a los lechones de la dicha cerda, por cuanto no está probado que comieran del dicho Juan Martín, nos contentamos con devolverlos a Juan Bailly, mediante caución de devolverlos si a resultas, comieron del dicho Juan Martín…”
Ampliar: La Mentira está ahí fuera
Querol, médica y especialista en criminalística, se ha convertido con el paso del tiempo en una de las luchadoras más importantes del mundo por la dignidad de las especies, trabajo que la llevó a fundar el Observatorio de Violencia hacia los Animales en España. Desde allí, ha defendido una teoría: existe una relación entre la crueldad infantil de un sujeto hacia perros, gatos, aves e incluso insectos y, la potencial violencia interpersonal en su adultez.
Casi todos los criminales, dice, han sido maltratadores de animales. Lo confirma un estudio que efectuaron el FBI y la Universidad de Pensilvania en cárceles de Estados Unidos, según el cual el 46 por ciento de los asesinos en serie reconoció haber maltratado animales en su adolescencia. «La crueldad que se le aplique a un animal es como un factor de riesgo, algo así como fumar: no todos los que tienen el vicio se enferman, pero otros sí. Maltratar entonces se vuelve como ser adicto al cigarrillo: así como a algunos les da cáncer, quienes son crueles con esos seres que llamamos inferiores se transforman, a veces, en homicidas«.
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