A la médium británica Anne Germain, conocida por el show televisivo que tenía en Telecinco, se le ha acabado el chollo. Parece que tras su retiro de la televisión, el éxito de sus charlas con el más allá no ha tenido la aceptación adecuada entre el público.
Desde la compañía que produce el espectáculo de Germain, Subealescenario S.L. se han visto obligados a suspender sus próximas actuaciones debido a las “constantes pérdidas”, informaba Efe.
A pesar de haberse convertido de una manera inexplicable en toda una estrella mediática tras su paso por Telecinco sin hablar una palabra de español, lo cierto es que su desaparición de la parrilla de la cadena de Fuencarral podría ser uno de los motivos que han propiciado el estrepitoso final de la médium.
Y es que a esta mujer la pillaron en su fraude. Un miembro de su equipo destripó toda la estafa que suponía el espectáculo de Anne Germain en televisión. Más tarde se supo que la médium, como es lógico, no gozaba de ningún poder especial para hablar con el más allá, sino que simplemente indagaba, con ayuda de un completo equipo de expertos, en las vidas de los famosos invitados al plató. De este modo, se pudieron saber importantes detalles de las vidas de personajes famosos como Leandro de Borbón o Antonio Canales. Pero al que no se la dieron con queso fue a Santiago Segura, quién no dudó en declarar que la médium de tres al cuarto no había dado ni una hablando de su madre fallecida.
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Fuente: Yahoo! TV
Un extrabajador de Más allá de la vida, en el que la médium británica Anne Germain contacta supuestamente con personas fallecidas, ha acusado al programa emitido en Telecinco y a la propia médium de engañar a los invitados. Al parecer, los colaboradores de Anne Germain [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE], y ella está provista de un pinganillo en el oído por el que le van soplando algunas pistas (como mensajes del Más Allá, pero originados en el Más Acá).
Germain se aprovecha de un defecto de nuestro cerebro que ya ha sido ampliamente estudiado por los psicólogos: nuestro cerebro tiende a ver demasiadas cosas en las vagas generalizaciones. Y gracias a ello, el llamado efecto Forer, es tan sencillo para un estafador hacernos creer que nos hablan desde el Más Allá, o que los horóscopos realmente predicen nuestro destino. Los telepredicadores y los presentadores de la teletienda también emplean estas estrategias.
En los procesos mágicos de adivinación también están implicados otros efectos psicológicos, como los siguientes:
–La memoria selectiva: acordarse únicamente de los aciertos.
–Un hecho borroso: una declaración aparentemente verdadera expresada de tal modo que deja mucho que especificar. Por ejemplo: “Veo una conexión con Europa, posiblemente Gran Bretaña, o podría ser una región más cálida, ¿el Mediterráneo?”.
–El efecto de proyección: encontrar significado a aquello que no lo tiene.
–La negación atenuada: “Tú trabajas con personas mayores, ¿verdad?” Si la persona responde que no, rápidamente hay que añadir: “No, no lo pensaba, no encaja con tu forma de ser.” Otra forma de decirlo es en negativo: “¿No trabajarás con personas mayores”? Si responde afirmativamente, pues se añade: “Eso me había parecido.”
Hay muchos más trucos psicológicos para hacer creer a la gente que realmente están frente a un médium o un vidente, como la envidia del vecino, la afirmación Santiago, la pregunta desviada, la muñeca rusa, los terrones de azúcar, la bifurcación, efecto del Dr. Fox y las conjeturas de probabilidad alta.
Así pues, frente a los supuestos contactos del Más Allá de Anne Germain cabe una hipótesis: que la gente crea en lo que hace porque su cerebro está cableado de tal modo que no puede evitarlo, como ha sucedido en todos los experimentos controlados que se han llevado al respecto con esta clase de fenómenos (y como sucede cuando magos como James Randi consigue los mismos resultados sin emplear poderes sobrenaturales).
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La dotada acaba entrar por una puerta lateral de la sala e inicia el recorrido hasta el escenario por el pasillo central, del brazo de Heinrich. ¡Comienza el espectáculo! El público aplaude, se levanta, empieza a llorar. La ovación llega a ser atronadora y Anne Germain todavía no ha abierto la boca. Estoy rodeado de creyentes y me siento un bicho raro. En la pantalla gigante, en las imágenes del público que recogen varios cámaras de televisión, destaca una joven con un osito de peluche en brazos que llora desconsolada. Está en primera fila.
Asistir al espectáculo de Anne Germain es una fantástica clase práctica de pensamiento crítico. Conoces la teoría del efecto Forer y la lectura fría, y la has visto en la tele, pero en la pequeña pantalla existe el montaje -que elimina fragmentos poco interesantes– y mantienes un cierto distanciamiento con las víctimas del montaje. En el teatro, te rodean, ves que se trata personas aparentemente normales y asistes al espectáculo como uno más, pero de un modo diferente. Ellos, los seguidores de la médium, se quedan en la superficie, no profundizan en lo que les cuenta ni en cómo se lo cuenta. Estoy entre ellos, pero mentalmente aislado, como si viera todo desde fuera -como cuando asisto a un acto religioso-, y hay momentos en los que la médium y su trouppe me dan un inmenso asco.
La gente sufre muchísimo. Se ve en sus gestos; se percibe en su voz y en su lenguaje corporal. Ansía conectar con sus seres queridos muertos. Si cree conseguirlo, se derrumba y llora a mares. La médium sonríe, y cuenta todo tipo de tópicos y mentiras. César Heinrich, el anfitrión, ofrece a cada víctima de Anne Germain el micrófono y pañuelos de papel. Y los cámaras graban primerísimos planos de rostros llorosos que se proyectan en la pantalla gigante o en el monitor que tiene la médium en el escenario, a sus pies, para poder ver las reacciones de sus interlocutores más lejanos en el patio de butacas.
Es un espectáculo obsceno, repugnante. Es todo tan descaradamente fraudulento que en varios momentos me dan ganas de levantarme y gritar a los asistentes: ¡Cómo podéis ser tan ingenuos! ¡Os están engañando! Y explicarles cómo lo están haciendo. Me quedo sentado y en silencio. He pagado 80 euros de mi bolsillo y quiero vivir la repulsiva experiencia hasta el final, para luego contarla aquí y en la radio. A fin de cuentas, que yo sepa, ningún medio se ha dignado a hacer algo parecido. Considero que es lo mejor, como antes he pensado que lo era engordar la cuenta corriente de la médium y sus patrocinadores, a pesar del asco que me da lo que hacen, para asistir a una sesión de espiritismo como un creyente más. Pasa la medianoche cuando todo acaba y salgo del teatro alucinado. No puedo evitar pensar que mis acompañantes en el patio de butacas son ciudadanos adultos, con derecho a voto. Me dan ganas de exiliarme.
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