La puerta se abre y Sergio Rulicki entra con furia sin decir una palabra. Sólo extiende la palma de la mano, perpendicular al piso, como saludo. Es un apretón fuerte y sostenido. Y ahí sí: “Mucho gusto”, dice. Este antropólogo de la UBA y doctor en comunicación social por la Universidad Austral sabe la importancia del lenguaje del cuerpo. Al fin y al cabo, a eso se dedica desde hace 20 años. “La comunicación no verbal manifiesta constantemente nuestras emociones, juicios e intenciones –arremete–. Los gestos y las posturas expresan nuestro carácter y nuestros estados de ánimo, indican aceptación o rechazo y reflejan tanto la sinceridad como los intentos de engaño”.
Como el personaje del doctor Cal Lightman (Tim Roth) de la serie de Fox Lie to me (lunes a las 22) que aplica sus conocimientos para detectar a asesinos, violadores, secuestradores, Rulicki presta atención a cada gesto facial de su interlocutor, el revoleo de las manos, el arqueo de las cejas. Y al hacerlo, Rulicki interpreta, decodifica y lee un texto –el del cuerpo– ahí donde la mayoría sólo advierte movimientos ciegos y simplemente decorativos.
–¿Cuando comienza el estudio de la comunicación no verbal?
–Charles Darwin, por ejemplo, fue el primero en proponer que la expresión facial de ciertas emociones era universal para toda la humanidad, es decir, de origen biológico, y que estaban ligadas a la evolución. Estudió las expresiones faciales de su bebé y de su perro y escribió en 1872 su libro La expresión de las emociones en el hombre y los animales.
–¿Y cuándo comienza a asentarse como disciplina?
–A partir de los 60, en Estados Unidos. La cultura norteamericana puede ser clasificada como self-monitor, automonitora. Sus miembros son entrenados inconscientemente desde la más temprana infancia para prestar atención y llevar un registro interno de su actuación social. Es un tipo de comportamiento estratégico muy diferente al de las culturas latinas, donde las convenciones sociales importan menos en relación con lo que se esté sintiendo. Se considera una virtud expresarse “auténticamente” sin importar cuán disruptivo puede ser eso en las relaciones.
–Se valora más la descarga en el momento.
–Sí. En realidad, muchos de los comportamientos que ponemos en escena son heredados biológica y culturalmente. Por ejemplo, mirar más o menos al rostro de las personas tiene que ver con los patrones que imitamos de nuestros padres en la infancia. La mirada es una forma de establecer un puente, un contacto que es cuasifísico entre las personas. Somos muy sensibles a la mirada, tanto que detectamos a través de algún sexto sentido si alguien nos está mirando fijo. Se supone que mirar mucho al rostro a otras personas es invasivo porque de hecho es algo que ocurre básicamente en situaciones o relaciones íntimas. Mirar prolongadamente a los ojos a otra persona ocurre entre enamorados o entre dos personas que están a punto de agarrarse a las piñas.
–¿Todos tenemos las mismas expresiones?
–Todos expresamos las mismas emociones a través de las mismas constelaciones de expresiones faciales aunque hay gente con cejas naturalmente puestas en una posición que denota tristeza, aunque no significa que estén tristes. Además, no todas las culturas responden con las mismas emociones ante las mismas situaciones. Por ejemplo, los creyentes de la religión hindú en Bali consideran los entierros como una situación de regocijo. O sea, a pesar de que los deudos sientan tristeza, la cultura les pone en el rostro una cara sonriente.
–¿Cuáles son las partes del cuerpo que más comunican?
–Principalmente, el rostro. Es la parte del cuerpo privilegiada para la expresión de las emociones. Además, porque está mucho más ajeno a la posibilidad de control consciente, excepto en caso de personas entrenadas, como actores o políticos.
–¿Y para qué sirve leer la gestualidad ajena?
–Para lograr mayor empatía, reducir las posibilidades de conflicto. La intención de esto es que nos comuniquemos cada vez mejor. Que tengamos más conciencia sobre nuestros procesos emocionales y comunicativos. No para manipular al otro.
–¿Pero usted puede estar todo el tiempo analizando los comportamientos ajenos y propios? ¿No lo estresa?
–No, la verdad que no. En general, facilita la comunicación y mejora las relaciones interpersonales. Con ciertos conocimientos de comunicación no verbal, la gente puede elegir comportarse de una manera y no de otra. Estas técnicas son muy importantes para la docencia, por ejemplo.
–¿Y qué analiza del apretón de manos?
–Básicamente, hay tres posiciones de la palma que implican tres actitudes diferentes. Cuando ofrecés la mano con la palma hacia arriba, mostrándola, es un gesto empático, abierto. La persona está en una posición de cierta inferioridad, le está cediendo la iniciativa y el control a la otra persona. O le está manifestando confianza.
–¿Qué otro tipo de apretón hay?
–Con la palma hacia abajo, que es posición de dominación. Es una estrategia negativa. Tiene dos significados posibles: el del control basado en la inseguridad y el de la dominancia agresiva. Para promover intenciones recíprocas y colaborativas, yo siempre doy la mano con la palma en posición perpendicular. Implica un trato de igualdad. También son importantes la fuerza del apretón y el contacto visual, por ejemplo. Si no hay contacto visual hay una huida de la interacción, una falta de reconocimiento del otro.
–O sea, mientras hablo mi gestualidad puede decir otra cosa.
–Sí, se puede decir lo mismo, algo complementario o decir todo lo contrario. Puede no ser una completa mentira. Hay niveles de mentira. No es lo mismo una mentira descarada donde hay intención de engañar a otro que una tergiversación de la verdad.
–O mentiras blancas.
–Sí. Yo hice mi investigación doctoral sobre las sonrisas humanas. Hay más de cuarenta categorías.
–¿Por ejemplo?
–Las bilaterales y las unilaterales. Cuando se elevan las dos comisuras o cuando se eleva una sola. Las sonrisas unilaterales están en el 90% de los casos relacionadas con emociones no positivas, no colaboran con la armonía, el buen trato, la colaboración. Son perturbadoras de las relaciones sociales y son prototípicas de la culura nacional argentina.
–¿En qué consistió su investigación?
–Me esforcé en decodificar un cierto grupo de sonrisas, las sonrisas unilaterales, expresión típica del “langa”, del canchero. Pero también ocurre que aparece mezclada con las cejas en posición de tristeza. La conclusión de mi estudio es que en ese caso hay un manejo narcisista de la tristeza. La persona está triste y no sólo no quiere que los demás descubran su tristeza sino que además quiere aparecer con una fachada ganadora más que aparecer contento.
–¿Y los brazos?
–La interpretación del cuerpo y las posturas, a diferencia del rostro, es mucho más relativa. Puede que la persona tenga frío o esté cansada. No implica siempre estar cerrado emocionalmente. La cultura va entrenando a la persona. Otros gestos importantes son las manipulaciones del rostro: frotarse el mentón está relacionado con un estado cognitivo de evaluación; el acto de rascarse la nariz está relacionado con emociones negativas. En algunos casos con la mentira. Elevar con la mano el extremo externo de una ceja es un gesto de evaluación que implica cierto nivel de juicio frente a lo que se escucha.
–Nuestra gestualidad habla de nuestra animalidad.
–Absolutamente. Tiene fuertes raíces etológicas. Y todo está relacionado con las pulsiones básicas de la reproducción, la búsqueda del alimento y refugio. Además, cada época impone patrones de comunicación diferentes. Las clases altas, por lo general, ritualizaron su posición social a través de comportamientos no verbales de dominancia. Tienen muchos gestos de desprecio y disgusto. La actitud esnob de elevar levemente la cabeza y el mentón y mostrar las fosas nasales. Elevar el mentón es un gesto previo a la agresión.
–¿Cree que con estos conocimientos aprenderíamos a elegir mejores mandatarios?
–Absolutamente. Permiten saber cuándo se está mintiendo. La comunicación no verbal es una disciplina que se utiliza mucho en la construcción de la imagen de un político y en la preparación de testigos en juicios. Depende de la ética personal de cada uno entrenar o no a un político corrupto para que se muestre inocente y confiable.
–Cuando ve un discurso de la Presidenta, ¿qué interpreta?
–No. Como Paul Ekman, no opino sobre personas que están en este momento en un cargo público nacional.
–Una decisión acertada.
“La verdad está escrita en nuestras caras”
En la serie Lie to me (Fox, lunes a las 22, Fox.com/lietome), el actor inglés Tim Roth le pone el cuerpo al psicólogo Cal Lightman, un investigador que radiografía de arriba abajo el lenguaje corporal de toda clase de sospechosos. En realidad, el personaje está basado en el estadounidense Paul Ekman, catedrático de psicología de la Universidad de San Francisco, de 75 años, que lleva más de 40 estudiando las expresiones faciales de culturas de todo el mundo, intentando demostrar la universalidad de las emociones básicas.
Fuente: CRÍTICA DE LA ARGENTINA