Las «mujeres ocultas» de la artista colombiana María Eugenia Trujillo tendrán que permanecer así, luego de que un tribunal local ordenara la suspensión temporal de una exposición con ese nombre considerada ofensiva por un grupo de católicos colombianos.
Para la exhibición, que iba a ser inaugurada el jueves en el Museo Convento Santa Clara de Bogotá, Trujillo había recreado diferentes partes del cuerpo femenino haciendo referencia a objetos religiosos y del mundo de la moda para «representar la subyugación y maltrato histórico del que ha sido objeto la mujer durante siglos».
Pero después de admitir varios recursos legales presentados con el propósito declarado de amparar «el derecho a la libertad religiosa», el Tribunal Administrativo de Cundinamarca procedió a ordenar el cierre temporal de la exposición «hasta tanto este tribunal profiera un fallo definitivo» sobre el tema.
La decisión fue celebrada por aquellos católicos que consideran que las creaciones de Trujillo –que incluyen representaciones de vaginas en objetos que hacen alegoría de las custodias u ostensorios donde habitualmente se coloca la hostia después de consagrada– constituyen una falta de respeto a los «valores religiosos y culturales de la fe cristiana».
Pero para otros se trata de un claro caso de censura, en un país en el que la Iglesia Católica todavía ejerce una considerable influencia sobre los asuntos públicos.
«A mí me parece increíble. Se está violando mi derecho a la libertad de creación, a la libertad de expresión», le dijo Trujillo a BBC Mundo.
«Yo en ningún momento he ido contra la Iglesia Católica, ni he utilizado objetos de culto. Mi exposición lo que hace es sacralizar y dignificar a la mujer», aseguró la artista, quien afirma que para su «metáfora» de las custodias utilizó fundamentalmente lámparas y candelabros comprados en mercados de pulgas.
Ampliar en: BBC MUNDO
Francia tardó 200 años en abolir la pena de muerte. Esos dos siglos son los que cubre la exposición Crimen y castigo, que permanecerá abierta hasta finales de junio en el museo de Orsay de París. Durante ese tiempo, casi ninguno de los grandes pintores se resistió a la truculencia del tema del ajusticiamiento.
De ahí que en el catálogo aparezcan Géricault, Goya, Picasso y Magritte. Y que el museo se haya visto obligado a presentar la exposición con un aviso similar al de las películas de contenido violento: «Algunas obras presentadas son susceptibles de herir la sensibilidad de los visitantes, en especial del público joven».
Las sillas de Warhol
La exposición adquiere así una doble vida como documento de la historia pulp de Francia, desde el caso Fualdes -el asesinato de un político sospechoso de republicano a manos de monárquicos- que fascinó a Géricault a los ahorcados de Victor Hugo. Hay también sitio para las sillas eléctricas que serigrafió obsesivamente Andy Warhol.
La muestra se completa con un ciclo musical y cinematográfico en el que se emiten La soga, Scarface y la española El verdugo, entre otras.
Fuente: adn.es
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– La agonía de la pena de muerte en EE.UU.
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En un mundo del que hacen parte la mafia, el tráfico de armas, el lavado de activos, algunos millonarios non sanctos y muchos incautos, puede haber de todo, pero casi ninguno como el
personaje de Brosnan.
Eso explican el oficial Jean-Pierre Jouanny, de la Subdirección de Organizaciones Criminales y Drogas de la Interpol y los integrantes del Comando Especial de Carabinieri de Italia, el capitán Ciro Laudonia y el vicebrigadier Massimiliano Cretara.
Los tres, que conforman una especie de CSI del arte, hablaron con EL TIEMPO en una pausa del curso que dictaron a investigadores y directores de entidades culturales del país, para ayudar a
combatir ladrones y avivatos. Una iniciativa de Unión Latina, apoyada por la Unesco, los ministerios de Cultura y Relaciones Exteriores y entidades públicas y privadas.
¿Problemas de ego?
Parece increíble, pero una de las maneras comunes para atrapar a los ladrones es con una foto. «Los saqueadores de tumbas -dice Laudonia- acostumbran a tomarse una foto al lado del hallazgo,
para comprobar que lo que venderá es un objeto antiguo y no una copia. En el allanamiento a la casa del ladrón no buscamos la obra sino la foto». Y generalmente la encuentran con el pillo posando sonriente al lado del objeto. Jouanny cree que es también un asunto de ego.
Los ladrones tampoco parecen ser muy cultos. Salvo contadas excepciones -concuerdan los policías-, no tienen idea de qué se están llevando y mucho menos ejecutan su tarea mediante
intrincados planes para evadir alarmas y desactivar sensores, al estilo Hollywood. La mayor parte de los robos son a mano armada. «Entran, cogen lo que pueden y se van», dice el francés.
Ellos presumen que son obras valiosas y fáciles de vender, pero la mayor parte de las veces, si no robaron por encargo, se encartan con ellas por falta de comprador. Algo así se cree que pudo haber sucedido en Colombia, por ejemplo, con el reciente robo del grabado de Goya en Bogotá y con el hurto de dos cuadros de Fernando Botero en el Museo de Antioquia, hace algunos años.
Todos fueron abandonados.
«El arte robado de esta manera es tan difícil de vender, que en una ocasión nosotros mismos compramos el cuadro y así capturamos a la banda», dice el capitán italiano. Claro, no falta el conocedor que envía por obras específicas. «Un anticuario francés -recuerda
Jouanny- entrenó a un pupilo para reconocer las obras de los años 1600. Le enseñó a diferenciarlas y hasta le hacía exámenes, según nos dijo el ladrón. Luego lo enviaba por obras concretas».
El que roba -todos están de acuerdo- gana muy poco. El beneficio es para quien pone la obra en el mercado.
Ladrones que roban a ladrones Falsificar es otra modalidad que deja dividendos. Según comentan los oficiales, Interpol tenía
una denuncia de de un Picasso robado a la esposa de un extinto mafioso colombiano. En un allanamiento en El Salvador la encontraron. «Verificamos con peritos y sí, era la obra robada,
pero no era un Picasso, era falsa», dice Jouanny.
Todos recuerdan el caso de una galería de las más reputadas de Europa, a la cual los dueños de obras valiosas acudían para depositarlas en custodia cuando se ausentaban de casa, por temor a ser robados. «El galerista hacía una copia de las obras, y eso era lo que le devolvía al dueño. Él se quedaba con la auténtica y la vendía. Fue descubierto por una mucama que, mientras
limpiaba un busto, notó la diferencia en el peso», cuentan los investigadores.
Y como para estafar no hay edad, actualmente los carabinieri investigan el caso de tres octogenarios que estafaban a coleccionistas. «Falsificaron obras que los nazis consideraban ‘arte degenerado’ (Picasso, Klee, Munch, Kandinsky…) y también un sello de las SS que le aplicaban al respaldo.
Así, le decían al comprador que eran obras confiscadas por los nazis, que ellos tenían hace años». Las pinturas eran bien hechas, pero cayeron por dos cosas: una, que la policía alemana dijo que
el sello era falso y dos -recuerda Laudonia- que los nazis solo se quedaron con el arte que consideraban bueno y nunca confiscaron el ‘arte degenerado’.
Fuente: vive.in Arte