¡Quién lo diría! Cuando te dan un billete no solo recibes su valor monetario, también recoges una increíble colección de microbios que pones en contacto con tus manos y luego atesoras en tu billetero. Es lo que ha encontrado un equipo de investigadores del Centro de Genómica y Biología de Sistemas de la Universidad de Nueva York tras analizar el ADN recogido de 80 billetes de un dólar.
Entre los tres mil tipos diferentes de microorganismos cuyo ADN estaba en los billetes, retirados de un banco de Manhattan, la mayoría procedía de microbios inocuos. Pero entre los habitantes del dinero también estaban bacterias molestas como la productora de acné, otras que producen neumonía y úlcera gástrica y otras más peligrosas como Bacillus antracis, una bacteria frecuente en el suelo causa del carbunco y que está entre los microbios más temidos como arma biológica. Incluso se identificaron genes de resistencia a antibióticos posiblemente de Acinetobacter.
En cuanto a las diferentes divisas, no parece ser el dólar la única moneda enriquecida con bacterias; en un estudio publicado en 2010 y en el que se analizaron 1280 billetes de diez países distintos de los cinco continentes ya se encontraron numerosas bacterias. Su número era mayor en los billetes de países menos prósperos (*) y en los billetes más usados. También la composición del billete influye, los de papel de algodón albergan más bacterias que los fabricados con polímeros sintéticos. Por el contrario en éstos últimos la supervivencia de los microbios es más larga.
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Las moléculas fluorescentes absorben luz de alta energía (luz ultravioleta) pero emiten esa energía en forma de luz visible de menor energía. Dependiendo de la molécula de la que forme parte, el europio puede emitir luz roja, verde o azul.
Según Sam Kean, en su libro La cuchara menguante:
Esa versatilidad es una pesadilla para los falsificadores y es lo que ha hecho del europio una estupenda herramienta para luchar contra la falsificación. De hecho, la Unión Europea (UE) usa su elemento epónimo en la tinta de sus billetes. Para preparar la tinta, los químicos de las cecas europeas añaden iones de europio a un tinte fluorescente. (No se sabe qué tinte porque la UE ha prohibido que se intente identificar. Los químicos respetuosos con la ley sólo pueden hacer conjeturas al respecto). Pese a ese anonimato, los químicos saben que los tintes de europio están formados por dos partes. De un lado está el receptor o antena, que forma la mayor parte de la molécula. La anteca capta la energía luminosa incidente, que el europio no puede absorber, la transforma en energía vibratoria, que el europio sí puede absorber, y la lleva, trepidante, hasta la punta de la molécula. Allí la recibe el europio, que agita sus electrones, y éstos saltan a niveles de energía superiores. Pero justo antes de que los electrones salten, se desplomen y emitan, una parte de la onda de energía entrante “rebota” y regresa a la antena. (…) A causa de esta pérdida, cuando los electrones caen de vuelta a su nivel, producen luz de menor energía.
En los billetes de 500, los tintes fluorescentes se escogen de manera que el europio parezca apagado bajo la luz visible, de modo que un falsificador crea que ha obtenido una réplica perfecta. Pero si se pone el billete bajo un láser especial, el láser excitará a la tinta invisible.
Y entonces se producirán los siguientes cambios:
El bosquejo de Europa de los billetes brilla con un color verdoso, como si lo estuviéramos viendo a través de los ojos de un alienígena. Una corona de estrellas de color pastel gana un halo amarillo o rojo, mientras que monumentos y firmas y sellos ocultos brilla en color azul marino. Para pescar a los falsificadores, la policía sólo tiene que buscar billetes que no muestren todos esos signos. Así que cada en cada billete en realidad hay dos euros: el que vemos cada día y un segundo euro oculto dibujado por encima del primero, como un código incrustado.
Fuente: XATAKA
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Las raíces de la criptografía cuántica datan de la década de los sesenta, cuando Stephen Wiesner, un estudiante de doctorado en la Universidad de Columbia, intentó publicar sus ideas del dinero cuántico de clave pública imposible de falsificar.
Esta idea era tan avanzada para su tiempo que difícilmente alguien entendió el potencial de la misma, por lo que no se hizo más investigación al respecto.
En la mente de este científico un billete de dólar debería de contener 20 trampas de luz, pequeños dispositivos capaces de almacenar un fotón cada uno. Cada billete estaría identificado además por un número de serie único.
Las trampas de luz serían rellenadas con 20 fotones que tuvieran el estado de polarización dispuesto al azar en una disposición que sólo el banco (presumiblemente un banco central) conocería. Sólo podrían leerse (dejarlos escapar) y restaurarlos (reintroducirlos en las trampas) por el banco que supiera la exacta secuencia de filtros polarizadores necesarios para poder leer este “número de serie cuántico”.
La idea central es que el banco pueda crea estados cuánticos que se puedan verificar, pero que nadie, excepto quizás el propio banco, puede clonar o falsificar. En teoría, como los estados cuánticos son imposibles de copiar, no se podría falsificar un billete de este tipo, pero alguien que deseara comprobar la autenticidad del billete tendría que llevarlo al banco en cuestión.
Ahora, unos investigadores del MIT introducen unos protocolos “libres de colisiones” con los cuales ni siquiera el banco podría preparar copias idénticas de dinero cuántico, a diferencia de otros sistema propuestos con anterioridad.
El principal problema es que si asumimos el concepto de que el banco conoce la configuración de cada billete (aunque sea secreta) alguna organización criminal podría hacerse con la información y dedicarse a la fabricación cuántica de billetes. La seguridad del sistema residiría en la dificultad de hacerse con dicha descripción secreta.
Andrew Lutomirski y su equipo del MIT sugieren un nuevo tipo de dinero cuántico al que denominan “libre de colisiones”. La idea se basa en un estado cuántico diferente para este tipo de dinero.
Este estado es una superposición de muchísimos términos no relacionados entre sí y es creado por una superposición igualmente grande de medidas. Esto garantizaría que ni el banco podría reproducir el mismo estado en un plazo razonable de tiempo. Además, la autenticidad de cada billete se podría comprobar fácilmente con un algoritmo basado en cadenas de Markov.
Sin embargo, los autores del artículo no han podido proporcionar una demostración de que el sistema está totalmente libre de colisiones. El sistema requiere un pequeño acto de fe como el que se requirió cuando se introdujo RSA por primera vez.
Todo sistema basado en la imposibilidad de resolver un problema matemático en tiempo polinómico con un ordenador convencional puede ser resuelto rápidamente con un ordenador cuántico. Esto se ha demostrado para el caso de la factorización de números grandes. Así que puede ser que en el colmo de los colmos cuánticos el futuro dinero cuántico libre de colisiones sea finalmente falsificado gracias a futuros ordenadores cuánticos. Por cierto, si tales ordenadores se crean el primero en caer sería precisamente RSA.
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