Así, si uno de los mil millones de católicos mejora en sus problemas de hemorroides mientras piensa en la sagrada virgen de Maspallá, ¡milagro!. Que otro piadoso zoquete encuentra trabajo después de rogar a San Agapito, mártir del c… y virgen del p… ¡milagro!. Que un tercer descerebrado aprueba ¡por fin! esa asignatura de primero de bachillerato que lleva repitiendo desde hace más de una década ¡milagro!¡milagro!¡milagro!. En resumen, cualquier coincidencia por más banal, absurda o increíble que sea entre la azarosa realidad y los más prosaicos y vacuos deseos de sus insignificante y mediocres vidas es motivo de santo regocijo por haber despertado la gloriosa y sagrada misericordia divina para cualquier idiotizado seguidor del nazareno.
Así que entonces, sucesos como el acaecido recientemente en Italia en donde un pobre transeúnte ha muerto al ser aplastado por el derrumbe de parte de una colosal y megalómana estatura en honor al difunto papa y futuro santo Juan Pablo II (por supuesto pagada con los impuestos de todos los italianos para mayor gloria de la santa madre iglesia) sólo puede ser interpretado como un designio divino a través de la intercesión del santo encubridor de pederastas y amigo de fascistas difunto padre. Así que entonces, que ese pobre desgraciado (ateo, hereje, gay, divorciado o médico que practicaba abortos) descanse en paz en el infierno gracias a la justa y piadosa ira divina.
Tras la proclamación de santa a María Laura de Jesús Montoya los medios de comunicación hicieron un gran cubrimiento mediático de este evento. Sólo un medio, hasta el momento, consulto a un ateo y un defensor del Estado Laico para que expusieran sus ideas.
¿Cómo interpreta la canonización de la Madre Laura?
El Espectador consultó a un humanista, a un ateo, a un sacerdote y a un defensor del Estado Laico para que descifren, desde sus ideologías y campos de conocimiento, qué significa que Colombia tenga una santa.
Un abogado defensor el Estado Laico
En la diferentes formas de Estado pasamos desde aquellos totalmente confesionales – quienes tienen una religión oficial- y en el otro lado los ateos -resisten a cualquier religión-. La mayoría de formas de Estado Moderno en el mundo se encuentran dentro del Estado Laico fundado en la neutralidad en temas religiosos. El Estado no está a favor de una religión, ni en contra de las demás.
La Constitución Colombiana garantiza la libertad religiosa como expresión de la democracia; sin embargo no pueden invertirse dineros, ni espacios, ni discursos desde lo institucional relacionados con temas religiosos, ya que ello quebranta la igualdad de las religiones al privilegiarse acciones o actos de una sin justificación frente a las demás. No es de recibo el argumento de la expresión religiosa mayoritaria.
Los funcionarios del Estado, ya sea quien ejerce la presidencia, congresistas y demás tienen toda la libertad de acudir a los actos de orden religioso de la Madre Laura en Roma conforme sus legítimas creencias individuales, pero con sus propios recursos. Hacerlo con los impuestos de 45 millones de personas en privilegiar una religión sobre las demás y desconocer la neutralidad del Estado Laico siendo esta acción una forma de corrupción.
Los ateos interpretamos esta canonización como un intento de la Iglesia por avivar la fe, queriendo presentar, curiosamente, una pizca engañosa de lo que carecen: Evidencias.
La Iglesia desde sus inicios ha creado reliquias, santos y milagros para ganar fieles y sustentar su fe. No en vano hay tres templos que dicen poseer la reliquia del cordón umbilical de Jesús.
Quienes usamos la razón adecuamos nuestras creencias con base en la evidencia. La proclamación de un santo por la Iglesia Católica es agregar otra pieza de creencia que debe aceptarse acríticamente.
Uno de los milagros adjudicados a Laura Montoya es la curación del cáncer terminal de una señora que le rezó. Pero, la remisión espontánea de ese cáncer bien pudo ocurrir naturalmente (por apoptosis celular, por ejemplo). Precisamente que el supuesto milagro tenga la misma probabilidad que una remisión espontánea debería hacernos pensar. ¿No sería más claro el hecho que todos los enfermos terminales de cáncer que rezasen se sanaran y los sin fe se murieran? Allí habría una clara correlación estadística.
El filósofo Hume afirmaba que “ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, salvo que su falsedad fuese más milagrosa que el hecho que se trata de establecer”.