Uno de los argumentos de quienes apoyan a la Iglesia Católica, cuando se han terminado o cuando no funcionan los llamados a la fe, es la acción terrenal que la misma realiza en la forma de organizaciones benéficas o caritativas, como Caritas. Creyentes sólo de nombre, indiferentes e incluso algunos ateos que deberían estar mejor informados coinciden en atribuir a la Iglesia un rol importante o preponderante en la distribución de ayuda humanitaria y la asistencia a los pobres y los desamparados allí donde los estados no llegan. La Iglesia aprovecha esta percepción cultural para pedir, solapadamente o no, que se la siga manteniendo desde el estado.
Pero al mismo tiempo la Iglesia reconoce que este involucramiento con lo terrenal trae problemas. Por eso no sorprenden las maniobras de los últimos meses destinadas a reencaminar a Caritas Internationalis hacia la doctrina ortodoxa, maniobras que muestran claramente el propósito verdadero de las ONGs “caritativas” eclesiales: el proselitismo, o cuanto más una caridad que no exagere lo mundano y evite escrupulosamente contradecir las órdenes del Vaticano. El cardenal Robert Sarah se encarga de aclararlo: el trabajo de Caritas “no es meramente filantrópico” sino que “permite que todas las personas comprendan toda su dignidad como hijos de Dios” (para lo cual, claro está, debe hablárseles del dios católico y seguir hablándoles hasta que comprendan y asientan). Sarah también se muestra en desacuerdo con el slogan de Caritas para los próximos cuatro años, “Una familia humana: cero pobreza”, ya que “Cristo dijo que siempre tendremos a los pobres”, no vaya a ser que a alguien se le ocurra efectivamente intentar un método para acabar con la pobreza.
Esto viene a colación de que en febrero pasado el Vaticano vetó la reelección de la Secretaria General de Caritas Internationalis, Leslie Ann Knight, entre otras cosas porque ésta había defendido a una ONG católica canadiense que colaboró con causas de derechos humanos, incluyendo (como no podía ser de otra manera) los derechos sexuales y reproductivos, derechos que la Iglesia niega. El Vaticano también prohibió a un ex Maestro General de los Dominicos, Timothy Radcliffe, pronunciar el discurso principal en la Asamblea General de Caritas Internationalis, porque Radcliffe osó decir que son los homófobos —y no los homosexuales— quienes deben quedar fuera del seminario.
Se viene una reforma de los estatutos para alinear a Caritas con el Vaticano, en línea con la centralización y el aumento del verticalismo que viene desde Juan Pablo II y que Benedicto XVI, teólogo profesional, obsesionado por la pulcritud doctrinaria, ve como necesarios para que la Iglesia no se contamine de mundanidad. La Iglesia quiere una Caritas más católica, una organización con identidad católica, con más obispos controlando su desempeño, y sobre todo dedicada a la verdadera misión, que es la incorporación de más ovejas al rebaño. Como dice el director de InfoCatólica en una editorial, “está muy bien ejercer la caridad cristiana y eso sirve como herramienta evangelizadora, pero dicha actividad no puede suplir el anuncio directo del evangelio y la llamada a la conversión”.
Más claro échele agua: hacer caridad (dar de comer al hambriento, vestir al desnudo) es unaherramienta, un medio para un fin, pero el fin es otro, no la caridad, no el bienestar del prójimo, sino la propagación de la creencia católica y la consiguiente expansión del poder eclesiástico.
Fuente: alerta religión
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