“En estos momentos, las Fuerzas y Cuerpos de seguridad y el Ministerio de Interior no tienen ninguna duda que el responsable de este atentado es la banda terrorista ETA”, dijo el ministro Ángel Acebes a las 13.30 horas del 11 de marzo de 2004. Unos segundos antes había dicho: “Es absolutamente claro y evidente que la organización terrorista ETA estaba buscando un atentado que tuviese una gran repercusión, que generase dolor, que generase miedo, con un gran número de víctimas y, como he insistido durante estos días, ETA permanentemente estaba, en este momento preciso, buscando ese objetivo”.
Ayer, nueve años y una sentencia judicial después, Esteban González Pons, vicesecretario general de Estudios y Programas del PP, desvinculó a Al Qaeda de los atentados de Madrid, ante las cámaras de Libertad Digital, porque no hay referencia alguna a los ataques del 11 de marzo en La noche más oscura, de Kathryn Bigelow. “En la película, que empieza con el 11-S, salen todos los atentados que tuvieron lugar como consecuencia del primer atentado de Al Qaeda. No sale el 11-M. Es curioso. Me parece un detalle interesante. Los guionistas norteamericanos o la CIA, que es la que ha filtrado la información con la que se ha hecho la película, no incluyen, entre los atentados practicados por el islamismo después del 11-S, nuestro 11-M”, dijo. Y Federico Jiménez Losantos recalcó: ”Es que no lo es. El problema es que la Policía española no haya investigado quién fue…”.
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Seguramente debido a nuestro carácter contingente, los humanos tenemos una irremediable tendencia a montarnos mitos y leyendas -son la base de los nacionalismos y las religiones, las dos mayores causas de defunciones violentas desde que el hombre es hombre; ya por separado son muy peligrosas, pero cuando actúan sinérgicamente son letales, como han experimentado, no hace demasiado tiempo, en los Balcanes- para darle sentido a nuestra existencia. Una forma menor de esta costumbre son las “teorías de la conspiración”, que a veces han dado mucho juego -el «Protocolo de los sabios de Sión», por ejemplo, está en la base del Holocausto-, aunque la mayoría quedan en total evidencia en poco tiempo. Ejemplos recientes de ellas, tanto en España como fuera, tenemos muchas, unas más patéticas que otras: la de que ningún avión había impactado realmente contra el Pentágono el 11-S dio bastante juego, y le produjo al que la convirtió en libro pingües ganancias; sobre ese mismo acontecimiento, todos hemos leído escritos que «demostraban» que lo había montado el Mosad previa llamada a todos los judíos que trabajaban en las Torres Gemelas para que nadie de esa colectividad apareciera por allí aquella mañana.
A nivel nacional, es famosa la de la implicación de ETA en el 11-M, tesis inventada por el equipo de asesores de Aznar y Acebes para ganar las elecciones tres días después, que todavía, pese a todas las sentencias y pruebas, produce titulares en diarios presuntamente serios, o la más jocosa y reciente, esa que se han montado entre Hermann Tertsch y su jefa de Telemadrid, la Aguirre, según la cual el percance sufrido por el melenudo periodista, a pesar de la contundentes conclusiones en sentido contrario de las investigaciones policiales, no fue consecuencia de una pelea de borrachos en un bar de copas de Chueca a las seis de la mañana sino un caso de agresión política inducida por un avieso humorista de izquierdas.
Y, ahora, el colmo: una mente fértil lanza la idea, y destacados voceros, con el logorréico Chávez a la cabeza, difunden a los cuatro vientos que el terremoto de Haití no tiene causas naturales sino que es el resultado de una tecnología criminal puesta en marcha por los Estados Unidos; no sólo eso: también los disturbios provocados por grupos armados, que dificultan o imposibilitan la recuperación de los cuerpos y la distribución de las ayudas foráneas, estarían dirigidos por los servicios de inteligencia norteamericanos, facilitando la excusa necesaria para invadir militarmente Haití y permanecer allí, no sé muy bien con qué finalidad, para los restos. Digo yo que si los USA disponen de esa tecnología, ¿por qué no utilizarla en la propia Venezuela o en Irán, por poner dos países cuyos dirigentes molestan realmente a los norteamericanos, y no en una isla políticamente irrelevante, antes y después del terremoto?
Autor: Jesús Galindo
Fuente: Lista de distribución de la Universidad de Murcia