El materialismo es el deseo (últimamente insaciable) de adquirir u obtener bienes físicos con la esperanza de que una vez adquiridos nos proporcionaran felicidad. Sigue la idea de que cuanto más se posee más feliz se es. Todos lo hacemos aunque no todos nos pasamos de la cuenta ni lo tomamos como un estilo de vida, aunque los hay que sí.
La teoría biológica:
Según un estudio (“predictores neurales de la compra”) publicado en la revista Neuron, cuando se expone a alguien a imágenes de un objeto que nos gusta o nos atrae se ilumina una región del cerebro conocida como núcleo accumbens (utilizando la resonancia magnética funcional). El pensamiento de poder obtener algo que nos gusta hace que esta área del cerebro (el centro del placer) nos inunde el torrente sanguíneo con dopamina. Es extraño que el efecto de pensar en comprar algo sea el mismo que el de comprarlo de verdad en aquellas personas que son materialistas. Se ha comprobado que aunque el comprar el producto también produce emociones positivas, estas son menos duraderas y menos intensas que las de anticipación a la compra. Este mismo estudio demuestra que sopesamos los balances entre costes beneficios de los productos y que esto se lleva a cabo incluyendo otra área más, así pues después de identificar la preferencia por el producto (activa el núcleo accumbens) si el precio es excesivo se activará también la ínsula y se desactivará el córtex prefrontal mesial. Este estudio muestra que se puede predecir la conducta de compra o no compra de los sujetos basándonos en la activación de las áreas anteriormente mencionadas.
La teoría evolutiva:
Dado que los bienes y recursos disponibles son limitados y que hay que competir por ellos parece adaptativo intentar poseer la mayor cantidad posible de ellos. Pero esta teoría tiene su lado negativo pues realmente no es nada adaptativo el depender de bienes materiales que limitan la movilidad y capacidad de cambio de la persona, especialmente teniendo en cuenta que antes eramos seres nómadas (cazadores) que no podían poseer muchos bienes o ello limitaba su posibilidad de movimiento, y por lo tanto de supervivencia. Siendo así no parece que el materialismo tenga sus raíces en la evolución desde nuestros antecesores.
Otra teoría evolutiva es que el materialismo (la inquietud y la sensación constante de querer más) nos permite permanecer en un estado de alerta. Así la insatisfacción de no tener lo que deseamos es la que nos impulsa a pensar en formas de obtenerlo y por lo tanto lo que nos impulsa a mejorar y evolucionar (aumentando las probabilidades de supervivencia). Si estuviéramos totalmente satisfechos no estaríamos alerta y quedaríamos a merced de otros. El problema de esta teoría es que no se observa este proceso en ninguna otra especie, de hecho las hay que existen de forma muy tranquila y pasiva sin que ello afecte a su supervivencia.
La teoría psicológica:
La necesidad de adquirir cosas se guía por un descontento interior (de causas varias). El hecho de comprar algo nos proporciona esa inicial excitación y aumento de la autoestima. Esta felicidad intentaría sobrescribir o compensar la infelicidad interior.
Así mismo nuestro deseo de poseer riqueza parte de ese sentimiento de separación del resto de seres vivos (llamémosle soledad si queremos) que nos produce una sensación de vacío o vulnerabilidad, así intentamos “llenarnos”, ser más importantes o más poderosos a través de objetos materiales. Potenciando así nuestro ego por acumulación de posesiones. Pero el bienestar de comprar un objeto raramente durará más de un par de días. El sentimiento de estatus o poderío derivado de la riqueza más general si es más duradero, pero sigue siendo muy frágil pues solo perdura mientras nos comparemos con alguien de menor riqueza y desaparece al compararnos con alguien de más. Cuanto más compramos más queremos y nunca es suficiente, en cualquier caso el descontento interior sigue ahí.
Artículo completo en: Medciencia
Mito de buensalvajismo new age, desenmascarado por Mauricio-José Schwarz:
Surge de la convicción de que el ser humano no debe satisfacer sus deseos, que debe ser morigerado e incluso tener carencias y sufrir porque… bueno, porque el placer es malo, ¿no? Es un ideal de la vida frugal, austera, ascética, monacal y herbívora que los grupos newageros desean imponerle a los demás.
A esa visión de ermitaño flagelantese añade la idea conspiranoica de que «ellos» nos hacen cosas horribles y sin «ellos», seguramente viviríamos en la gloria y sin deseos malignos de, no sé, comida sabrosa y camisas bonitas, y estaríamos en contacto con la naturaleza y la pachamama gaia nos recibiría en su regazo y llegaríamos a la tierra prometida.
El consumismo está, en esta visión, impuesto desde fuera. No es en modo alguno que el ser humano, buen salvaje pervertido por los malvados «ellos», tenga ambiciones, deseos, gustos, no, es que «ellos» le han creado un esquema de falsos deseos que los pobrecitos humanos víctimas (salvo los rebeldes new age) no pueden resistir y, como marionetas, hacen lo que se les ordene.
La otra idea es que algunas personas aprovechan los deseos, gustos y ambiciones de otros para crear productos que deseen, les gusten y ambicionen. Hacen sus negocios y a veces actúan mal (y otras veces menos frecuentes incluso muy mal) para mantener sus negocios. Pero en realidad la gente consume lo que quiere. Los estudios de publicidad niegan la mayor de que la publicidad nos ordena qué hacer (si así fuera, compraríamos sólo una marca de auto, una marca de ropa, un sabor de refresco, cuando en realidad la diversidad de productos sólo demuestra que en buena parte los del negocio están tratando de quedar bien con los que compran más que manipularlos maquiavélicamente. Que lo intentan sí, por supuesto, pero no han podido ni se espera que puedan. Vance Packard se equivocaba.
Las relaciones sociales son muy complejas. La idea de que las empresas pueden hacer lo que les dé la gana es exagerada. Los movimientos de consumidores, por ejemplo, han hecho mucho para regular a las empresas, y algunos movimientos sociales han destruido grandes empresas (como las tabacaleras), todo eso y más demuestra que las cosas no son tan simples como nos las presentan los autoproclamados adalides del bien, la moral y la perfección absoluta.
La tendencia de la contracultura y los alternativistas de analizarlo todo como un épico enfrentamiento absolutamebte trascendente entre el bien y el mal resulta a todas luces exagerada y propia de gente que lee ciencia ficción y fantasía sin darse cuenta de que es literatura. Hay cosas que son enfrentamientos y desacuerdos simples, tensiones normales de las relaciones humanas y asuntos que pueden evolucionar y negociarse sin necesidad de destruir todo el sistema, cambiar el mundo, dominar la sociedad, controlar la economía y reordenar los planetas en el sistema solar.
Fuente: DE AVANZADA