Existe un caso clínico, una patología, que convierte a una persona en un muerto viviente real. El Dr. Cotar describió por primera vez esta rara enfermedad y quién además se interesó muchísimo, como demuestra el estudio realizado sobre Mademoiselle-X, obviamente un alias para defender la intimidad de la paciente. Esta señora, por ejemplo, creía carecer de diversas partes de su cuerpo y de la necesidad de alimentarse, ya que estaba muerta. Como había muerto pero no había ido ni al cielo ni al infierno comenzó a negar la existencia de Dios y el diablo. Más adelante llegó al punto de creer que estaba eternamente condenada y que ya no podría morir de una muerte natural.
Los pacientes con este síndrome llegan a creer que sus órganos internos han paralizado toda función, que sus intestinos no funcionan, que su corazón no late e incluso que se están pudriendo, llegando a presentar alucinaciones olfativas que confirman y alimentan su delirio, como olores a carne putrefacta o deformaciones visuales.
En sus estadíos más profundos el paciente llega a defender la idea de que en realidad él mismo está muerto e incluso que han fallecido familiares o amigos, aunque pueda verlos e interaccionar con ellos. En ocasiones, como en el caso de Md.-X, presentan un una idea de inmortalidad, como si se hubiera convertido en un “alma en pena” o un zombie. Cuando el síndrome aparece de manera aguda, el afectado comienza a negar la existencia del exterior y e incluso la propia existencia, provocando un aislamiento del mundo. En ocasiones, también presentan una ausencia de sensación de dolor, unida a automutilaciones, ideas suicidas y diversos tipos delirios, como por ejemplo los de sentir gusanos bajo la piel.
Este síndrome de irrealidad profunda ha sido descrito ya en algunas ocasiones modernas y tratado con terapia Electroconvulsiva (o TEC) la cual parece dar buenos resultados al restablecer el flujo sanguíneo en zonas afectadas de la corteza frontal, ganglios basales y tálamo, según indican los análisis de IRMf aplicados a los pacientes. Sin embargo, no se ha hallado todavía un patrón significativo o repetitivo en las lesiones cerebrales por lo que se desconoce la causa del mismo.
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