El ADN es una molécula que sirve para almacenar información genética, pero no para quitar las arrugas. Por lo tanto el efecto de todas estas cremas “mágicas” es el mismo que todas las cremas hidratantes, solo que mucho más caras.
Es conocida la desvergüenza de muchas empresas de cosméticos a la hora de publicitar sus productos. Con alegría y poco rigor suelen mezclar conceptos científicos con otros que no lo son y trufar sus anuncios con un lenguaje pseudocientífico, que puede servir para convencer a un cliente poco informado. Entre ejemplos recientes podemos encontrar la crema basada en células madre de manzana o cuando L’Oréal decidió que la arginina no era un aminoácido porque sonaba mal.
En los años 90 del siglo pasado empezaron a venderse cremas con ARN vegetales como antienvejecimiento. El problema es que el ARN siempre tiene la misma composición química, sea vegetal o de virus. Lo que cambia entre diferentes organismos es el orden de las piezas que lo forman (los ribonucleótidos), es decir, la secuencia. Además es una molécula muy inestable y nuestra piel (para defenderse de los virus) tiene moléculas que degradan ARN, por lo que suponiendo que los ARN vegetales se conserven en la crema, al contacto con la piel se degradaran por lo que dará igual que fueran de pepino, de rata o del virus de la gripe. Por lo demás ¿los ARN (enteros o degradados) tienen algún efecto sobre la piel? No, fuera de su contexto dentro de la célula donde realizan diversas funciones, son moléculas muy aburridas y desde luego, no quitan las arrugas. Esto no quita que varias empresas de cosmética sigan explotando el filón.
El ADN en las células de la piel no entra, pero ¿Tiene algún efecto sobre la epidermis? El ADN no tiene actividad enzimática como antioxidante, ni sirve para regenerar el epitelio, ni tiene capacidad para hidratar, por lo tanto, mal vamos. Siendo muy generoso, el único efecto positivo sería que si te pusieras muchísimo ADN en la piel (la composición no dice que porcentaje de la crema es ADN) podría recibir parte de la radiación UV del sol y si degrada el ADN foráneo no degradará el de la célula, por lo tanto protegería de la radiación de sol, pero esto es una tontería porque cualquier protector solar es mucho más efectivo y más barato que ponerse ADN en la piel. Ives Rocher también está en el negocio, en plan fino, es decir con ADN vegetal, aunque no dicen de que planta. Además según la publicidad engañosa de Ives Rocher el ADN vegetal tiene más propiedades que el anillo de Frodo, protege, revitaliza, regenera, depigmenta, ilumina…
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En la revista el XL Semanal en la imprescindible sección de cosmética de toda revista dominical que se precie. No decía nada nuevo, nada que no hubiera leído en otras ocasiones en otras publicaciones similares, sobre todo cuando se aproxima Navidad.
El reportaje se titulaba “Las cremas más caras del mundo”, aunque lo mismo podía haberse titulado “Los potingues más caros e inútiles”. No, no estoy exagerando. Gastar cientos de euros en una crema con caviar, oro o piedras preciosas o que repara el ADN es lo mismo que pagar por comer oro en polvo: una estupidez. Está de moda porque la poderosísima industria cosmética se inventa conceptos como el de la energía de la piel y bobadas como que una crema con extracto de piedras preciosas es el no va más porque desde tiempos de los egipcios -póngase aquí cualquier cultura exótica; también valen los atlantes, aunque nunca existieron- está demostrado que las piedras preciosas tienen poderes extraordinarios.
Esa trolas y muchas más las envuelven con chicas guapas y científicos sin escrúpulos a los que llenan el bolsillo, y ya está: venden una crema con un derivado de la obsidiana de una isla italiana -si es de otro lugar, no vale, aunque la composición del mineral sea la misma-; otra con cera de unos viñedos propiedad de otra marca del grupo; otra con caviar u oro… Y, claro, la clienta que ha pagado una pasta por la exclusiva e inútil pócima cree verse más guapa porque, si no fuera así, quedaría como una tonta. Ya sé que es una bobada, pero se me ocurre que puede lograrse el mismo nulo efecto de estas cremas de lujo frotando la piel con el anillo de oro de la abuela o comprando una lata de caviar y esparciéndosela por la cara; aunque yo prefiera comer las huevas de esturión.
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