Carlos Javier Álvarez, profesor del Departamento de Psicología Cognitiva, Social y Organizacional de la ULL, es uno de los miembros del Foro de Ciencia y Pseudociencia formado por investigadores de ambas instituciones que han enterrado el mito propagado por los periodistas de lo oculto y mentalistas durante la última década. «Llevábamos mucho tiempo con ganas de analizar esta leyenda para comprobar si lo que sucede tiene una explicación lógica y racional», admite Álvarez.
Según detalla el experto, las voces, los ruidos, las corrientes de aire y las diferencias de temperatura que los defensores de lo mágico atribuyen al fantasma en la Casa Lercaro, sede del Museo de Historia y Antropología de Tenerife, «no tienen ningún componente paranormal». «Si uno cree en algo está más predispuesto a encontrar evidencias y a dar significado a las cosas que suceden. Es un mecanismo de nuestro cerebro que explica por qué la Virgen solo se le aparece a los creyentes y no a un ateo ni a un budista. Tendemos a atribuir significados a estímulos ambiguos o extraños. Es lo que ocurre cuando vemos una cara en una nube, por ejemplo. También nos inclinamos a encontrar evidencias que confirmen nuestras creencias y a desechar las pruebas que las contradigan», señala.
Sonidos ´anómalos´
Durante la investigación, un equipo de científicos se instaló en la Casa Lercaro, en la Calle San Agustín. Tomaron fotografías en las estancias del Palacio, analizaron los posibles sonidos anómalos, midieron la temperatura de forma continua en todas las habitaciones y colocaron grabadoras en distintos puntos del edificio para captar posibles psicofonías.
Las conclusiones de la investigación fueron claras: no se encontró rastro del fantasma de Catalina ni se percibió ningún fenómeno que no pudiera atribuirse a causas naturales. Entre los resultados, destaca la ausencia de sonidos extraños y que los únicos cambios de temperatura registrados fueron en aquellas zonas con corrientes de aire, como la entrada de la famosa cocina, flanqueada por dos puertas una enfrente de la otra y que dan al patio.
En la segunda planta, y debido a la fragilidad y movimiento de las viejas vigas de madera del suelo como de las propias vitrinas, cuyos cristales vibran, los pasos de una persona o cualquier movimiento son transmitidos a varios metros de distancia, produciendo un fenómeno perceptivo curioso, como si alguien estuviera caminando en otra parte. Las vitrinas, próximas entre sí, producen reflejos de luces, sobre todo cuando se está a oscuras o con poca luz.
Tanto las voces que fueron grabadas como las percibidas fueron las de personas que pasaban por las dos calles colindantes a la casa. Todos los sonidos grabados y percibidos correspondieron a los esperados en cualquier casa antigua, como el crujir de las maderas o el viento colándose por las rendijas. Tampoco se encontró ninguna presencia extraña en las fotos realizadas.
Además de echar por tierra la teoría de la casa encantada, Carlos Álvarez, el arqueoastrónomo del IAC, César Esteban, y el resto del equipo también recordaron que ni la investigación realizada por el propio Museo de Historia, ni ninguna otra, han logrado certificar que Catalina Lercaro haya existido. «Nadie ha encontrado evidencias aún. Además, la casa nunca tuvo un pozo. Había un aljibe pero era tan estrecho que nadie podría haberse arrojado dentro», matizó ayer el profesor de Psicología de la Universidad de La Laguna.
Otro de los académicos que participó en el estudio es el doctor en Filosofía por la ULL Ricardo Campo. En un artículo publicado en el blog Circuloesceptico.org, Campo admite que el detonante para que las dos instituciones científicas más importantes de la Isla se embarcaran en este trabajo fue un artículo publicado en un periódico local en el que una supuesta médium daba la ubicación exacta del cadáver de Catalina en un rincón del patio. «Al leer esa propaganda acrítica, nos dio la impresión de estar leyendo una crónica medieval de actividades brujeriles», afirma y añade que «era increíble que se publicase semejante artículo», tan sorprendente como que salgan a la luz tantos otros que hablan de apariciones de Ovnis, espíritus o imágenes religiosas.
Fuente: [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]
Federico García Lorca no murió fusilado en el barranco de Víznar (Granada) el 19 de agosto de 1936, ni su cuerpo reposa en una fosa común. Eso es lo que dicen los libros de Historia. Sin embargo, el periodista Juan Jesús Haro Vallejo, actual miembro del equipo de Cuarto Milenio, reveló en agosto de 1999 en la revista Enigmas, dirigida por Fernando Jiménez del Oso, que el poeta granadino sobrevivió al paseíllo y falleció por causas naturales dieciocho años después. «Los documentos gráficos así lo corroboran», se decía en el índice de la revista, donde se destacaba que, «además, en su casa de verano [la del literato], se están produciendo supuestos fenómenos extraños».
La supervivencia de García Lorca a su ejecución se había apuntado por primera vez, según Haro Vallejo, en un reportaje publicado por la periodista Rocío Pérez en el diario [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE] el 19 de agosto de 1976. La pieza, titulada La otra muerte de Lorca, era la primera parte de un amplio trabajo de investigación, pero el serial fue suspendido tras esa entrega. «Por desgracia, el director del periódico granadino no permitió que la totalidad del relato viera la luz», lamentaba Haro Vallejo en Enigmas. Por fortuna, ya en esa primera toma había datos suficientes para sostener que García Lorca no cayó muerto a tiros en una cuneta.
Un panadero, Rogelio Bermejo, le había contado a Pérez cómo, mientras hacía el reparto matutino el 20 de agosto de 1936, había encontrado al moribundo poeta en la cuneta con «tres disparos, dos en el cuerpo y uno en la cabeza», y lo había llevado al convento de San Bartolomé. Allí se recuperó el escritor, aunque no totalmente: perdió la memoria para siempre y «su mente quedó completamente inútil». Rebautizado por las monjas como Manolo, vivió con ellas hasta su muerte, en 1954, «probablemente debida a un derrame cerebral». El panadero sólo se dio cuenta de a quién había socorrido cuando en 1976 vio a García Lorca en una filmación del nodo. Una foto de Manolo con las monjas era, para Haro Vallejo, la «prueba estremecedora» del testimonio del panadero. «No existe truco alguno, y la instantánea es de la época a la que se refería Rogelio», sentenciaba el experto de Enigmas.
En los tribunales
Un lector de la revista, Eduardo Giménez, descubrió inmediatamente, sin embargo, que la realidad era otra. El relato era de principio a fin un calco del guión de uno de los episodios de Páginas ocultas de la historia, serie emitida por La 2 de TVE en la que los escritores bilbaínos Fernando Marías y Juan Bas creaban ficciones históricas con formato de documental. La otra muerte de Federico García Lorca, publicado en el libro de los dos autores Páginas ocultas de la historia, estaba inspirado en la novela La luz prodigiosa, de Marías.
Nada de lo que hablaba Haro Vallejo había pasado en el mundo real: no existían ni el reportaje de Ideal de 1976 ni la periodista intrépida ni el panadero ni el convento y, por supuesto, la foto era un montaje para la serie. En junio de 2000, un juzgado madrileño condenó a Haro Vallejo, Jiménez del Oso y Enigmas por el plagio de la ficción de Marías y Bas, al «resultar indiscutible» que su texto «es una copia literal del trabajo» de los novelistas.
Fuente: Magonia
___________________
Enlaces relcionados:
– La web de Maco048. Artículos Magufos