La teoría de la evolución no se basa de ninguna manera en que los fuertes sobrevivan a los débiles, ni que los grandes se coman a los pequeños. En su libro ‘El origen de las especies‘, el investigador inglés explica que la supervivencia depende de la capacidad de adaptación de cada especie y de cada individuo.
La mejor forma de demostrar que no siempre sobreviven los más fuertes se centra en los grandes dinosaurios. Estas magníficas criaturas dominaron la Tierra durante millones de años, pero un cambio en las condiciones de la vida en nuestra planeta a causa de la caída de un meteorito implicó su desaparición.
Tras un viaje de tres años alrededor del mundo, Charles Darwin volvió a su Inglaterra natal con una idea en la cabeza: las especies no son inamovibles como se pensaba hasta entonces. Consciente de los revolucionario de su nueva teoría, dedicó los siguientes años de su vida a obtener más pruebas que lo confirmaran. Era un investigador tan persistente, que estuvo realizando experimentos con palomas, caballos e incluso lombrices para poder confirmar sus ideas.
Cuando habían pasado más de veinte años desde su regreso, Darwin todavía no había publicado nada relacionado con la evolución, aunque la correspondencia con alguno de sus colegas confirma que estaba preparando un gran libro sobre el asunto. En 1858 recibió una carta firmada por el investigador Alfred Russel Wallace, en la que éste le exponía la misma teoría que él llevaba años desarrollando.
La misiva de Wallace provocó que Darwin se animara a publicar de manera inmediata sus ideas, espoleado por sus colegas científicos que también temían que Charles perdiera la autoría de una teoría tan importante. En julio de 1858, un año antes de publicar ‘El origen de las especies’, ambos firmaron juntos una comunicación en la Sociedad Linneana de Londres en la que se exponía, por primera vez en la historia, la teoría de la selección natural. Dieciséis meses después, se publicó el famoso libro.
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Hoy se conmemora la publicación de la obra «El Origen de las Especies» de Charles Darwin (1859), así como el descubrimiento de los restos fósiles de un Australopithecus afarensis denominado Lucy (1974). Esta conmemoración se enmarca en el Día del Orgullo Primate.
La forma de la nariz de Charles Darwin estuvo a punto de impedirle embarcar en el Beagle el 27 de diciembre de 1831. Robert Fitz-Roy, comandante del barco, practicaba la fisiognomía, según la cual la cara es el espejo del alma y es posible deducir la personalidad de un sujeto por los rasgos de su rostro. Y al militar algo no le debió gustar del carácter del naturalista tras verle la nariz, según cuenta este último en su Autobiografía (1887): «Más tarde, cuando tuve una relación muy estrecha con Fitz-Roy, oí decir que había estado a punto de ser rechazado ¡debido a la forma de mi nariz! Fitz-Roy era ferviente discípulo de Lavater y estaba convencido de que podía juzgar el carácter de una persona por el perfil de sus rasgos; y dudaba de que alguien con una nariz como la mía poseyera energía y determinación suficiente para el viaje. No obstante, pienso que, luego, se sintió muy satisfecho de que mi nariz hubiera hablado en falso». Si usted cree que en la actualidad no sería posible que a uno le condenaran por la cara -como estuvo a punto de pasarle a Darwin-, está muy confundido. El País Semanal (EPS) apuesta hoy por la fisiognomía, por el determinismo, por que la genética nos condena a ser como somos y no tenemos posibilidad de ser de otro modo. ¿O sí? Si nos sometemos a cirugía estética y nos cambia la cara, ¿nos cambia el carácter? ¿Es Belén Esteban ahora una mujer totalmente diferente a la que era antes de someterse al último remozado total?
Ya en serio, el reportaje [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE], que publica EPS y firma Juan José Millás, es un insulto a la inteligencia no tanto por lo que dice el autor como por los perfiles psicológicos obra de los expertos. El texto incluye el retrato psicológico de una serie de líderes políticos a partir de sus rasgos faciales: las fotos son de Platon Antoniou y las descripciones de personalidad de Deogracias y Esther Mellado, licenciados en Psicología y autores del Tratado de psicomorfología facial y del Manual práctico de psicología de la cara. Según ellos, «unos pómulos grandes indican que la persona posee una capacidad innata para la sociabilidad y expresión sentimental. Pero si esos pómulos están acompañados por una nariz de hueso pequeño y con orificios cerrados, la realización de ese potencial quedará frenado por la timidez y recelos a la hora de conectar y comunicar». Bla, bla, bla…
Lo inquietante no es que esos dos personajes digan tonterías, sino que un medio como EPS se convierta en su altavoz. Así, por ejemplo, los morfopsicólogos aseguran de Borís Tadic, presidente serbio, que «ha nacido para mandar, y ése constituye su proyecto personal más o menos implícito (esqueleto grande + perfil vertical + mandíbulas sólidas)»; de Silvio Berlusconi, que “las estructuras generales de su personalidad dan testimonio de recursos potenciales para ser un triunfador, especialmente en los negocios (frente grande con abultamiento superior + mandíbula amplia + zona media controlada)»; y de Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, que su rostro «revela poder mental, reflexión analítica, especulación y concepción de maniobras (frente grande, casi vertical y tónica + atonía en resto de la cara)». Una mezcla de generalidades, obviedades y cosas que todo el mundo sabe de personajes públicos sirve a los dos pseudocientíficos para dar gato por liebre. ¿Cómo es posible que alguien mínimamente ilustrado dé crédito a estas alturas a lo que ya muchos consideraban una pseudociencia hace más de un siglo? Porque la fisiognomía, morfopsicología o psicomorfología es un timo. Se basa en bobadas como que una boca pequeña demuestra que alguien es ahorrador y una nariz carnos implica capacidad de afecto, que, por supuesto, están tan demostradas como la homeopatía, la grafología -que también practican, al parecer, los Mellado- y el espiritismo.
Artículo completo en: Magonia
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Enlaces relacionados:
– El País de la Morfopsicotimología
– Grafología, otra pseudociencia. Marisol Collazos Soto
– Grafología, una clase de pseudocirencia. Recopilado por Marisol Collazos Soto
Desde principios y hasta mediados del siglo XIX se creyó que el estudio de las protuberancias óseas del cráneo de una persona revelaba sus talentos y carácter. Este análisis de la psique humana se llamó frenología, y su creador fue el médico austriaco Franz Joseph Gall, nacido en 1758. Darwin y muchos otros hombres de ciencia se interesaron en las teorías de Gall, e incluso la reina Victoria hizo que un frenólogo examinara a sus hijos, para indagar sus probabilidades de éxito posterior.
Después de examinar el cráneo de delincuentes, lunáticos y ciudadanos normales, Gall dividió el cerebro en 37 regiones. Asignó rasgos clave del carácter, como la firmeza, la autoestima y el amor paterno, a la parte superior, y la reserva y la cautela, a un lado del cráneo. Gall sustentaba la teoría de que las protuberancias craneales reflejaban el crecimiento, y, por lo tanto, el mayor desarrollo de diversas partes del cerebro. Sin embargo, la creencia de que se podía «leer en alguien como en un libro» con base en los contornos craneales provenía de un grave error de anatomía que sólo más tarde saldría a luz.
El error de Gall fue creer que el crecimiento cerebral moldeaba al cráneo y que, de tal suerte, los contornos de éste revelaban las facultades mentales. Hoy se sabe que entre el cráneo y el cerebro está el espacio subaracnoideo, que contiene líquido cefalorraquídeo; éste sirve de acojinamiento al cerebro y lo protege del contacto con el cráneo. El cerebro sí tiene regiones que regulan diversas funciones, pero no son las del sistema frenológico de Gall.
El descubrimiento del líquido cefalorraquídeo por parte del médico francés Francois Magendie ocurrió en 1828, el mismo año en que murió Gall. Pero ni eso detuvo el apoyo a la teoría básica de la frenología.
Todavía en 1907 se inventó un frenómetro eléctrico para medir las protuberancias craneales.
En la era victoriana se creía que cuanto más pesado y grande era el cerebro, tanto mayor la inteligencia. La gente estaba encantada con las mediciones del cerebro de personajes famosos. Por ejemplo, los cerebros del novelista William Makepeace Thackeray y del estadista alemán Otto von Bismarck pesaron 1,658 y 1,907 g, respectivamente. Sin embargo, las mediciones del peso cerebral en la autopsia no significan nada, ya que después de la muerte el peso de este órgano aumenta como consecuencia del edema (acumulación de agua en los tejidos).
Fuente: Pulso Digital
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Enlaces relacionados:
– La web de Maco048. Noticias: frenología
– Frenología – Wikipedia, la enciclopedia libre
Puede sonar extraño, pero acabo de descubrir que esa pseudociencia llamada fisionomía (”invento” que debemos a un teólogo llamado Lavater) estuvo a punto de hacer que Robert Fitz Roy (en la foto), capitán del mítico buque Beagle que circunvalaría el mundo durante cinco largos años, dejase en tierra a un joven científico de 22 años llamado Charles Darwin. De haber consumado el hecho, no es aventurado afirmar que lo que estuvo a punto de caer por tierra fue el desarrollo de la propia Teoría de la evolución.
Según leo en Neatorama (y también en Fogonazos), cuando el capitán Fitz Roy estaba a punto de iniciar su expedición a Sudamérica, y temiendo el estrés y la soledad intelectual de tan largo viaje (de hecho este problema provocó el suicidio del capitán que comandó la expedición anterior), pidió a sus superiores que le dejaran embarcar a un caballero científico de buena educación para hacerle compañía. Fitz Roy solicitó un naturalista no remunerado para poder tratarlo como a un igual, y los profesores de Cambridge le recomendaron a un joven de 22 años que vendría a cambiar los cimientos del pensamiento occidental.
Al principio el padre de Darwin se opuso a la idea, ya que tenía planes “religiosos” para su hijo y el viaje sería muy largo. Afortunadamente el tío de Darwin persuadió a su padre, quien no solo le permitió ir, sino que le financió la expedición.
Darwin y Fitz Roy terminaron llevándose estupendamente, gracias a lo cual Darwin descubrió más tarde que estuvo a punto de no ser seleccionado para el viaje.. ¡por culpa de la forma de su nariz!
En sus propias palabras:
“Después de que intimara con Fitz Roy, le escuché decir que estuve en serio riesgo de ser rechazado [como naturalista del Beagle], ¡por culpa de la forma de mi nariz! Fitz Roy era un acérrimo discípulo de Lavater, y estaba convencido que podía juzgar el caracter de un hombre por el perfil de sus rasgos físicos; y dudó si alguien con mi nariz podía poseer la energía y determinación necesaria para el viaje. Pero creo que después de eso quedó muy satisfecho de haberse equivocado con mi nariz“.
Fuente: Maikelnai’s blog
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Enlaces relacionados:
– La teoría del Diseño Inteligente es religión, no es ciencia
– Carl Sagan. La carga del escepticismo
– ¿Por qué Debe Tener Usted Conocimientos Científicos?
– Ciencia de los Orígenes: La teoría del Diseño Inteligente
No cabe duda de que a veces el destino nos persigue, no importa lo que hagamos.
Michael Anderson Godwin era un asesino que estaba destinado a morir electrocutado en la silla eléctrica. Sin embargo, sus abogados consiguieron que la pena le fuera conmutada por cadena perpetua.
Un día, el reo estaba sentado en el baño de metal de su celda tratando de arreglar el televisor, que aún estaba conectado a la corriente eléctrica y mordió uno de los cables, electrocutándose a sí mismo y cumpliendo, sin querer, la sentencia original.
Premio Darwin: Concedido
Fuente: Tecnoculto
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