Todos conocemos a víctimas del envío masivo a través del programa para teléfonos móviles WhatsApp, de fotos íntimas de supuestas estudiantes de la Universidad de Deusto. Con nombre y apellidos. Algunas hasta han dado la cara en los medios de comunicación. Porque las víctimas del último escándalo de las redes sociales son todos aquéllos que se han tragado el bulo. [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE] lo tiene todo para convertirse en una exitosa leyenda urbana: saca a la luz una actitud socialmente reprobable –fotografiarse desnuda para la pareja– y castiga públicamente a quien ha incurrido en ella. Añadan el plus tecnológico –para muchos, Internet y las redes sociales son la fuente de todo mal– y el morbo de que las pecadoras estudian en una universidad católica. El cóctel es perfecto.
Crédulos de la era digital
La mayoría de la gente sigue siendo igual de crédula que en los tiempos de la carta-cadena, una misiva que recibíamos porque alguien había picado el anzuelo, no lo olvidemos. Así, hay quien cree todavía que ligar con una desconocida en una fiesta puede hacer que horas después nos despertemos con una cicatriz y sin un riñón, literalmente, o que recurrir a los servicios de una prostituta puede traducirse en que la próxima vez que nos miremos al espejo nos encontremos en él con un: “¡Bienvenido al club del sida!”. Cualquiera puede bajar de Internet una imagen de una mujer desnuda en actitud provocativa, pegarla en un mensaje diciendo que es María, estudiante de la universidad que sea, y enviarla con un clic a sus contactos. Algunos picarán y harán lo propio, y la bola crecerá tanto que los medios acabarán haciéndose eco del escándalo, los responsables académicos y políticos se manifestarán al respecto, habrá concentraciones de estudiantes solidarios con las víctimas… Poco importará que María no sea la de la foto y que ésta corresponda a una actriz porno, por ejemplo.
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