La explotación económica de los vencidos llevó a la dictadura franquista al extremo de emplear a más de 400.000 presos políticos como trabajadores forzados.
Compañías públicas y privadas –algunas cotizan en el IBEX 35– resultaron beneficiarias de mano de obra gratuita en la mayoría de sectores productivos.
El trabajo esclavo forma parte de la querella argentina contra los crímenes del franquismo y la Ley de Memoria Democrática prevé hacer «copartícipes» de la «reparación» de los reclusos a las «organizaciones» implicadas.
En Franquismo y trabajo esclavo, una deuda pendiente, el investigador José Luis Gutiérrez Molina expone una relación de 90 empresas que solicitaron y les fueron concedidos penados como mano de obra forzada. Una treintena corresponden a organismos oficiales, once a la iglesia católica, ocho al Ministerio del Ejército y el resto a compañías privadas y una institución benéfica (Fundación Elorz).
Instituciones públicas que usaron presos: Secretaría General del Consejo de Estado, Astilleros de Cádiz, Consejo Superior de Protección de Menores, Sindicato Nacional del Espectáculo, Regiones Devastadas de varias provincias, gobiernos civiles, direcciones generales, ayuntamientos… además, entre otras, de la Fundación Generalísimo Franco y la Jefatura de FET de las JONS en Lérida.
La iglesia reclamó trabajadores esclavos para obras en parroquias, conventos y otros edificios de Madrid, Barcelona, Cuenca, Murcia o Valladolid. Como empresas privadas, aparecen relacionadas con la metalurgia (Múgica, Arellano y Cía., Babock Wilcok, La Maquinista Terrestre y Marítima, Talleres Mercier o Industrias Egaña), la minería (Carbones Asturianos, Minera Estaño Silleda, Duro Felguera, Minería Industrial Pirenaica o Minas de Sillada), la construcción (Sociedad Constructora Ferroviaria o Ibérica de Construcciones y Obras Públicas), agricultura, mecánica, zapatería, espartería y fábricas de muebles, cristal, guantes o alpargatas.
El propio autor, junto a Dolores Martínez, en El trabajo esclavo de los presos políticos del franquismo en Andalucía, repasan los campos de concentración y trabajo instalados en la región, con el número de reclusos que acogieron y las fechas en que estuvieron activos. Además, establecen un listado con la relación de obras en que intervinieron prisioneros, presos y penados en Andalucía entre 1936 y 1956. Una lista casi interminable «que no se ha estudiado a fondo».
¿Quién debe responder por esos delitos? «En el caso de Alemania las empresas pagaron, pusieron la mitad del fondo de indemnizaciones y la otra la puso el Estado», compara el coordinador de RMHSA, Cecilio Gordillo, que declaró por videoconferencia en febrero ante la justicia argentina y sugiere «candidatos a ser convocados por la juez Servini». Caso de «Florentino Pérez, de Dragados y Construcciones (ACS), José Manuel Entrecanales, de Entrecanales y Távora (Acciona), Gonzalo Ferre, de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), Julio Gómez-Pomar, de Renfe y Juan Miguel Villar Mir, de Huarte (OHL)». Actuales responsables de empresas, «o sus antecesoras», señala, que nunca reconocieron el «abuso». Como publicó Financial Times Magazine en el año 2003.
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El Partido Popular, después de dos legislaturas bloqueando la revisión del Tribunal Constitucional, obtiene la mayoría del mismo. Antes, la había logrado en el Tribunal Superior de Justicia. Dos días después, la Audiencia de Madrid declara nulo el procedimiento por el que un juez había encarcelado a Blesa, a instancias de la fiscalía.
Lo siguiente será que otro juez o audiencia declare nulas las actuaciones del caso Gürtel, que Correa, Crespo y el Bigotes salgan a la calle, que se encuentren con Luis Bárcenas, del que otro juez habrá dicho que su comportamiento ha sido un simple “error” y que con un par de cachetes se puede volver a Suiza.
Canonizaran a Aznar, beatificaran a Rajoy, le darán el premio Nobel de Economía a Rato, archivaran el caso de la preferentes, dirán que “lo” de Urdangarín y la infanta ha sido otro “error”, prescribirán los presuntos delitos de Matas, Camps y los 300 casos de corrupción que hay abiertos, los empresarios volverán a hacer generosas “donaciones” al PP, que volverá a ganar las elecciones y seguirán repartiendo sobres y sobresueldos.
Se hará otra reforma laboral, el despido será gratis y cada despedido recibirá, de propina, veinte latigazos. Se extinguirá el derecho a jubilación, desaparecerá el seguro de desempleo y las pensiones se reducirán a la cuarta parte, habrá que pagar todas las medicinas y todos los actos médicos, todos los hospitales serán privados y propiedad de la empresa del marido de Cospedal, volverán las Santas Misiones y una brigada especial vigilará a los rojos que no vayan a misa.
Se ilegalizará a Izquierda Unida y se suprimirán los sindicatos y los convenios colectivos, la jornada laboral será de 12 horas diarias de lunes a domingos. Marhuenda presidirá el ministerio de Información y Esperanza Aguirre, otro de garantías constitucionales, Rouco repartirá la eucaristía al inicio y al fin de cada sesión del Parlamento y la Botella se paseará bajo palio.
Mato se encargará de todos los cumpleaños de los niños pijos con confetis y jaguars, y Soraya tendrá un ejército de ginecólogos pagado por el papá Estado. Y Arenas volverá a ser el candidato pepero a la Junta de Andalucía, por lo que triplicará sus sobresueldos actuales. Y a instancias del Fiscal General del Estado (y otras hierbas) serán fusilados al amanecer Baltasar y Alberto Garzón, Cayo Lara y Julio Anguita, y se afeitará a Rubalcaba.
Pero hay más, otro barco se hundirá en el estanque de la Moncloa, con su chapapote a cuestas, y Rajoy, o la Trotona de Pontevedra, dirán delante de un televisor de plasma “que no hay peligro, solo son hilillos de plastilina”.
Fuente: Lucas león Simón
La gente de fe a menudo afirma que los crímenes de Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot fueron el producto inevitable del ateísmo. El problema con el fascismo y el comunismo, sin embargo, no es que son muy críticos con la religión, el problema es que se parecen demasiado a las religiones. Tales regímenes son dogmáticos hasta la médula y generalmente dan lugar a cultos a la personalidad que son indistinguibles de los cultos de adoración al héroe religioso. Auschwitz, el Gulag y los campos de matanza no fueron ejemplos de lo que sucede cuando los seres humanos rechazan el dogma religioso, sino que son ejemplos de ejecutar dogma político, racial y nacionalista fuera de control. No hay ninguna sociedad en la historia de la humanidad que jamás haya sufrido porque su gente se volviera demasiado razonable.
Sam Harris
“Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar… Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia”. Fueron éstas las últimas palabras que dirigiría a su familia una muchacha de 19 años llamada Julia Conesa.
Corría la noche del 4 de agosto de 1939. Hacía cuatro meses que había terminado la Guerra Civil. Madrid, destruida y vencida tras tres años de acoso, de bombardeos y resistencia ante el ejército sublevado, intentaba adaptarse al nuevo orden impuesto por el general Franco, un régimen que iba a durar cuatro décadas.
El día a día de la capital estaba marcado por las denuncias constantes de vecinos, amigos y familiares; por la delación, los procesos de depuración en la Administración, en la Universidad y en las empresas; por las redadas, los espías infiltrados en todas partes, las detenciones y las ejecuciones sumarias. En junio habían comenzado, incluso, los fusilamientos de mujeres.
Sería aquélla la última carta de Julia Conesa. Y ella lo sabía. Porque, junto a otras catorce presas de la madrileña cárcel de Ventas, había sido juzgada el día anterior en el tribunal de las Salesas. “Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30.426 que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados (…) responsables de un delito de adhesión a la rebelión (…) Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados (…) a la pena de muerte”, dice la sentencia. A Julia la acusaban hasta de haber sido “cobradora de tranvías durante la dominación marxista”.
Y apenas 24 horas más tarde, 13 de aquellas mujeres y 43 hombres fueron ejecutados ante las tapias del cementerio del Este. El momento lo recuerdan así algunas compañeras de presidio: “Yo estaba asomada a la ventana de la celda y las vi salir. Pasaban repartidores de leche con sus carros y la Guardía Civil los apartaba. Las presas iban de dos en dos y tres guardias escoltaban a cada pareja, parecían tranquilas”, recuerda María del Pilar Parra.
“Algunas permanecimos arrodilladas desde que se las llevaron, durante un tiempo que me parecieron horas, sin que nadie dijera nada. Hasta que María Teresa Igual, la funcionaria que las acompañó, se presentó para decirnos que habían muerto muy serenas y que una de ellas, Anita, no había fallecido con la primera descarga y gritó a sus verdugos: ‘¿es que a mí no me matan?”, cuenta Mari Carmen Cuesta.
Quince de los ajusticiados ese 5 de agosto de 1939 eran menores de edad, entonces establecida en los 21 años. Por su juventud, a estas mujeres se las comenzó a llamar “las trece rosas”, y su historia se convirtió pronto en una de las más conmovedoras de aquel tiempo de odio fratricida y fascismo.