Los padres que dan azotes a los niños revoltosos quizá no lo sepan, pero están participando en un círculo vicioso que llevará a que den más azotes y a que los niños se sigan comportando mal en los siguientes años, sugiere un nuevo estudio.
Los investigadores querían resolver la vieja cuestión «del huevo o la gallina» que hay en torno a la cuestión de la disciplina física en la infancia: ¿dar azotes fomenta la agresión en los niños, o los niños que son agresivos por naturaleza simplemente reciben más azotes a medida que sus padres tratan de controlar su comportamiento?»
La respuesta es sí a ambas cuestiones, afirmó el autor del estudio, Michael MacKenzie, profesor asociado en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York.
En los primeros diez años de vida de un niño, los azotes actuales llevarán a un mal comportamiento en el futuro; pero el mal comportamiento actual, también resultará en azotes en el futuro, hallaron los investigadores.
«Se puede ver como una escalada armamentística, en la que los padres se vuelven más coercitivos y el niño se hace más agresivo, y se quedan atrapados en este ciclo», dijo MacKenzie. «Estos procesos pueden empezar muy pronto, y cuando lo hacen hay mucha continuidad a lo largo del tiempo».
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