El diseño inteligente no es más que un refrito del creacionismo, es decir, de la idea de que el universo ha sido creado o diseñado por Dios. Sus defensores pretenden hacerlo pasar como ciencia pero, cuando uno examina sus argumentos, ve que no se sostienen y que, en realidad, no es más que dogma religioso disfrazado de ciencia. La situación no deja de ser paradógica, la religión en general, o al menos las tres religiones mayoritarias proclaman que hay que tener fe, y la fe consiste en aceptar algo como verdadero en ausencia de pruebas o incluso en contra de las pruebas. Por lo tanto, no deja de ser llamativo que algunos necesiten pruebas científicas de la obra de su Dios, algo no debe ser tan robusto en su fe.
Como dice el dicho popular, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Cualquiera que se haya acercado a un lugar como Atapuerca habrá visto los restos de antepasados nuestros o de otras especies de homínidos que existieron hace tiempo. Y es que si damos un vistazo al árbol de la evolución humana, encontramos muchas otras especies de homínidos, cada uno de ellos dotados de inteligencia, pero esta viene en distintos grados. La inteligencia de algunas de estas especies era más sofisticada que la de otras, la nuestra simplemente es un grado más de sofisticación respecto a nuestros antepasados más cercanos. La inteligencia no es un todo o nada, un blanco o negro, sino que a lo largo de todo el reino animal se da en distintos grados, no es lo mismo la inteligencia que puede mostrar un mosquito a la que puede mostrar un perro o un chimpancé, esta sencilla comparación sirve para darnos cuenta de que la inteligencia es algo gradual entre los organismos de la Tierra, desde la inteligencia prácticamente nula hasta la compleja inteligencia de los Homo Sapiens. Si la evolución ha sido capaz de crear todo ese gradiente de inteligencia a lo largo de la historia de la vida, no se ve razón para pensar que en el último momento fue incapaz de incrementar la complejidad algo más. La diferencia entre nuestros antepasado más recientes y nosotros es de grado, no de esencia. Si la evolución pudo crear la inteligencia y aumentar su complejidad paso a paso, no hay forma de ver porque iba a ser capaz de dar otro paso más.
Somos hijos de la evolución por selección natural, nuestros orígenes son humildes. Ser conscientes de donde venimos nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos. Comúnmente se dice que venimos del mono, si así es, no hay nada de que avergonzarse. Ahora que sabemos la verdad de nuestra historia, lo importante no es negarla, sino ver de lo que somos capaces de alcanzar.
Fuente: Homínidos
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