Aquí descansan los restos de Don Francisco J. Barnés y Tomás, Doctor en Teología y Filosofía y letras, Licenciado en Derecho y Catedrático de esta Universidad Literaria.
Fue sacerdote católico. Mientras creyó en el dogma, practicó los actos de la religión con dignidad y escrupuloso respeto; Cuando después de maduro examen y ejercicios continuados de razón, dejó de creer en el orden sobrenatural, (que juzgó fantástico), su carácter sincero no le permitió continuar una vida estéril y farisaica, burlando y explotando la credulidad de las gentes. Prosiguió a la naturaleza, nuestra común madre; contrajo matrimonio con digna mujer; fue padre de familia, cuyos deberes no descuidó un instante y en el trato social con toda clase de personas se ofreció como hombre sin fuero ni privilegio religioso.
No creyó en otros milagros que en la instrucción y el trabajo humano.
Fuente: NAUKAS
En algunas películas aparecen personajes con doble personalidad o incluso con muchas personalidades que tenemos la sensación de que el síndrome de personalidad múltiple debe de ser algo bastante común. Incluso se ha usado en juicios para absolver al acusado, al estilo de Las dos caras de la verdad.
Según científicos escépticos que han revisado muchos de los casos de personalidad múltiple, al parecer las cosas no son tal y como aparecen en las películas.
Las personalidades múltiples parecen no existir, aunque es una creencia muy difundida. Todos los casos que han sido verificados han resultado ser sugestiones iatrógenas (inducidas por el propio terapeuta).
Lo que sucede es que suele confundirse la personalidad múltiple con muchos casos de esquizofrenia. Los esquizofrénicos no tienen la personalidad divida, sino confusión mental, alucinaciones, ideas delirantes, etc. Es decir, se trata de un caso de falso diagnóstico.
En el año 1973 no se puso de moda el caso del síndrome de personalidad gracias al caso de Sybil, en EE.UU. Una mujer de la que el terapeuta supuestamente sacó 16 personalidades.
A partir de entonces, aparecieron muchos más casos. Hasta mediado de los años 1990, la bibliografía clínica reseñaba unos 300 ejemplos de personalidad múltiple.
Sin embargo, el caso de Sybil fue un engaño astutamente urdido por una terapeuta y una escritora, como se demostró años más tarde.
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Desde ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico han enviado la siguiente carta abierta al rector de la Universidad Camilo José Cela. El motivo de dicha misiva es la organización en dicha universidad de la “Gran Semana de Iker Jiménez”:
Magnífico Rector Excmo Sr. Rafael Cortés,
Le escribo como Director Ejecutivo de la Sociedad Para el Avance del Pensamiento Crítico, sociedad sin animo de lucro cuya finalidad es promover el uso de la razón y del pensamiento crítico frente a la credulidad y las afirmaciones paranormales.
Me dirijo a usted ciertamente consternado al descubrir que una institución como la Universidad Camilo José Cela de la que usted es rector, de cabida en su seno a la pseudociencia, y al sensacionalismo periodístico. Me estoy refiriendo a la “Gran semana de Iker Jiménez” que se va a realizar en la UCJC, la cual lleva por lema “La pasión de investigar” y que ha sido organizado por el departamento de criminología de la UCJC.
Dado el panorama televisivo en nuestro país, imagino que convendrá conmigo que el hecho de que alguien sea famoso o salga en televisión no es prueba ni del rigor, ni de la calidad y honradez del trabajo realizado por la persona en cuestión. El rigor, la calidad, la honradez etc. se demostrarán a través del trabajo realizado y aquí es donde surgen los problemas. Como se ha demostrado en varias ocasiones la calidad del trabajo periodístico de su invitado, el Sr. Iker Jiménez, deja mucho que desear. De hecho, sus invenciones, tergiversaciones, falta de rigor, etc. son tantas y tan numerosas que no cuesta mucho encontrar ejemplos de la falta de investigación en su trabajo, le pondré solamente tres ejemplos:
Corría el año 2005, 13 de noviembre para ser más exactos, esa noche se estrenaba el programa Cuarto Milenio. Uno de los temas estrella fue la conspiración lunar, es decir, la afirmación de que el hombre nunca fue a la Luna, y que todo fue una conspiración orquestada por el gobierno de los EEUU para engañar a la opinión pública. Cualquiera que se ponga a investigar de forma seria el asunto descubrirá que la teoría de la conspiración no se sostiene, y que sus pretendidas pruebas realmente no lo son tanto. Por ejemplo, uno de los argumentos usados en el programa fue que en las fotografías de las misiones Apolo las sombras no eran paralelas, lo cual sería lo lógico ya que en la Luna el único punto de luz es el Sol. Cierto, pero como sabe cualquier persona que haya estudiado dibujo técnico, dos líneas paralelas en tres dimensiones al representarlas en un plano se convierten en líneas que no son paralelas y que convergen en el punto de fuga. Y una fotografía no es más que la representación de una imagen tridimensional en un plano, de ahí que las líneas paralelas dejen de serlo, ¿qué investigación llevo a cabo el señor Jiménez que ni siquiera se dio cuenta de esto?
Otro ejemplo de la ausencia de investigación en el trabajo del Sr. Iker Jiménez lo tenemos en el famoso caso del cosmonauta desaparecido. El 11 de Junio de 2006, en su programa Cuarto Milenio se afirmó que una misión soviética, la Soyuz 2, fue un fracaso: el cosmonauta que iba en ella, Ivan Istochnikov, desapareció. Por supuesto, todo esto habría sido convenientemente ocultado por la URSS, y en el programa nunca se puso en duda la veracidad de lo que allí se estaba diciendo, incluso se aportaron fotografías del supuesto cosmonauta desaparecido. Pero si el Sr. Iker Jiménez hubiera realizado alguna labor de investigación habría descubierto que toda esta historia del cosmonauta desaparecido y todas esas imágenes que usaron en el programa, no es más que un engaño, una obra del fotógrafo y artista Joan Fontcuberta, una vez más ¿dónde están las labores de investigación de Iker Jiménez? En el programa de la siguiente semana Iker Jiménez agradeció a su audiencia la cantidad de mails, informando al programa de que el asunto del cosmonauta no era más que una leyenda. Así pues sólo caben dos opciones. O Iker Jiménez no realizo investigación alguna aceptando acríticamente como cierto lo que no era más que la obra de un artista, o bien lo sabía y oculto la información, en cualquiera de las dos opciones queda en entredicho su capacidad investigadora.
El último ejemplo nos lleva a su programa de la cadena SER, donde se hablaba del avistamiento que se produjo el 14 de octubre de 2007. Luces en el cielo, mucho misterio y especulación desmedida, ¿qué fueron aquellas luces? Si el señor Iker Jiménez se hubiera molestado en ponerse en contacto con la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos -SPMN-, habría descubierto que las misteriosas luces no eran otra cosas que bólidos, es decir, estrellas fugaces, pertenecientes a la lluvia de estrellas Táuridas del Sur, que por cierto, se repite todos los años.
¿Cómo es posible que alguien con semejantes antecedentes de falta de rigor e investigación en su trabajo sea ponente en una institución como la UCJC? ¿Realmente la UCJC apoya esta “forma de investigación”? Las Universidades son el caldo de cultivo de donde surgen los futuros investigadores, científicos y profesionales del país, por lo tanto no me cabe duda de que coincidirá conmigo que es función de la Universidad formar los mejores profesionales posibles, pero ¿cómo vamos a conseguirlo si les damos los ejemplos equivocados?
Le ruego encarecidamente que, si tiene a bien, me conteste a estas inquietantes preguntas o al menos explique por qué se realiza esa “Gran semana” que tiene tan poca consideración científica y tanta sospecha de lo contrario: de promoción de la anticiencia, la pseudociencia y el sensacionalismo.
Atentamente,
Ismael Pérez.
Director Ejecutivo de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico.
Fuente: bitacorARP
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La credulidad ha sido un incentivo para los criminales de todas las épocas. La Historia enseña que, en todo tiempo, pánfilos, confiados y cándidos han servido de aliento a los más refinados estafadores, a los más brutales salteadores, a los más abyectos asesinos. Detrás de cada envenenador, de cada traficante de órganos, de cada tratante de esclavos, hay un pardillo que no atisbó el peligro. Los anales de la infamia están colmados de inocentones que abrieron las puertas de sus casas a sus verdugos.
El escepticismo es la actitud que conviene a quien no quiere verse sorprendido. Las enciclopedias que versan sobre estas cosas confirman que, de toda la vida de Dios, siempre ha sido más fácil degollar a un creyente que a un escéptico. Esto es vox populi en el mundillo del hampa.
El escepticismo es una inclinación de las almas experimentadas, una barricada tras la que se parapeta quien creyó y, desengañado por los años, abrazó la incredulidad como una medida profiláctica.
Pese a la evidente superioridad del escepticismo sobre la credulidad, la duda no goza de buena reputación social. A ojos del sentido común que es de uso entre las gentes de buen tono, quien ha asumido que el mundo es un asco, que nos quedan cuatro días y que la leche desnatada no es sino suero aguado constituye un caso clínico que requiere ser tratado con trankimazines, antidepresivos y sedantes. Por el contrario, si algún idiota perora desde un balcón que la felicidad está a la vuelta de la esquina, que llegará el día en que acabarán las guerras y que los bífidus activos de los yogures resultan realmente eficaces, no faltará quien celebre la jovialidad de la criatura, sus ganas de vivir, su carácter desenfadado y efervescente. Un pesimista con fundados motivos para serlo es tenido en nuestro tiempo como un objeto de estudio médico. Frente a él, un cretino con entusiasmo es encumbrado a la categoría de ciudadano ilustre, de modelo para la juventud.
Si les hubiese sido dada la oportunidad de recuperar sus vísceras y volver a la vida, las prostitutas londinenses que intimaron con Jack el Destripador no se habrían dejado engatusar una segunda vez por el misterioso caballero del sombrero de copa que emergía de entre la niebla. Si Jehová, tal y como las cerró, hubiese querido abrir de nuevo las aguas y devolverlos sanos y salvos a la orilla, los soldados egipcios se habrían cuidado muy mucho de adentrarse otra vez en el Mar Rojo para seguirle los pasos a Moisés y sus muchachos.
De haber conocido los resultados de antemano, la modelo habría replicado al insistente escultor que para el Monumento a la Madre iba a posar su señora abuela.
Todo esto, que contado así puede antojarse una cosa abstrusa, ininteligible, tiene, sin embargo, su aplicación práctica a los asuntos de la vida cotidiana. La experiencia avala que la estancia veraniega de los cuñados y su prole en nuestro apartamento de la costa no se limitará a un par de días, tal y como anunciaron antes de su llegada.
Quien ha vivido lo suficiente sabe que el bicho peludo que nos olisquea la pantorrilla en plena calle muerde, pese a que su amo insista vehementemente en desmentirlo. Los escépticos hemos acabado por aceptar que si el telefonillo de casa suena, no será para alertarnos de que, al fin, ha llegado el alma gemela que andábamos buscando, el amor puro que anhelábamos, la graciosa criatura que habrá de procurarnos la felicidad que ansiábamos.
A estas alturas ya estamos seguros de que, si no se trata de un repartidor de publicidad, quien nos reclama ante el portero automático es un empleado de la recaudación municipal o un predicador de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días.
Todo lo cual nos conduce, de manera natural e irremediable, al Plan Estratégico Algeciras 2015. Y debe de ser la edad, pero es que no consigo creerme nada.
Autor: Anselmo F. Caballero
Fuente: andaluciainformacion.es
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La mayoría de la gente cree en la vida después de la muerte. También cree que el asesinato es uno de los peores crímenes que se pueden cometer.
Cuando la mayoría de la gente habla de lo horrible que es la muerte, la valora y considera como el fin de la vida y la existencia. Mucha gente juzga un asesinato en base a dicho principio.
Pero si la vida después de la muerte existe, entonces la “muerte” no sería tal, y la carga moral asociada al asesinato debería verse enormemente reducida. La muerte sería una especie de cambio súbito y obligado de residencia. Como cambiar de país. Sería lo que un cambio de escuela y condición social significan para un niño. Cambian su mundo. ¿Son esas cosas un crimen tan serio?
¿Por qué la gente tiende a valorar de forma tan diferente la misma cosa, según el lado por el que se mire? ¿No hay una contradicción?
Si atendemos a la idea de que matar es un pecado, porque los mandamientos lo indican así, no habría tal contradicción. Es lo que algún cristiano, judío o musulmán sensato podría concluir: es malo porque Dios dice que es malo, y no porque cause algún mal verdadero.
Pero, ¿por qué sería malo algo que no causa mal alguno? Quizá produce dolor en los seres queridos, pero si la vida después de la muerte existe, su pérdida sería ilusoria, y ese dolor sería mera testarudez.
Quizá, porque intuimos que realmente es el fin de todo, considerando horrible arrebatar la vida a alguien.
Tal vez no pensamos en lo absoluto, y solo tenemos programada esa idea en el cerebro, impresa como un tatuaje inculcado por nuestra educación.
Quizá no crees en aquello de la vida después de la muerte. Tal vez seas un agnóstico o ateo que, consciente de la futilidad de la vida, la valora, la sopesa, la vive y la siente, como lo más volátil y valioso que alguien jamás poseerá. La cuidas y le rindes pleitesía, experimentándola con más profundidad de la que es posible para alguien que la considera eterna.
Fuente: Esceptica.net
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En el mes de julio se cumplieron 99 años del nacimiento de Robert King Merton, uno de los clásicos de la escuela estadounidense de sociología, quien pensaba que «la ciencia hace del escepticismo una virtud».
Muchas frases acuñadas por él son aún utilizadas habitualmente, tanto dentro como fuera de ese campo. Su libro The Normative Structure of Science, editado en 1942, introduce cuatro conceptos que consideró guías para la correcta actividad científica, conocidos actualmente como Normas Mertonianas.
Estas han ido ganando terreno en la comunidad científica como una forma de resumir lo que debe considerarse como «buena ciencia». Sus principios guías son los siguientes: comunalismo, universalismo, desinterés y escepticismo organizado.
Comunalismo significa que los resultados científicos deben ser propiedad común de toda la colectividad científica.
Universalismo, que cualquier científico debe tener la posibilidad de contribuir a la ciencia sin importar raza, nacionalidad, cultura o sexo.
Desinterés se refiere a que no se deben presentar resultados enlazándolos a creencias personales o al activismo por una causa. Las simpatías deben mantenerse separadas de los resultados científicos.
Finalmente, escepticismo organizado significa que cualquier alegato o resultado científico debe ser expuesto al escrutinio crítico antes de ser reconocido como válido.
El escepticismo organizado se parece mucho, pero no es lo mismo, que el escepticismo racional, corriente filosófica que cuestiona la veracidad de afirmaciones que carecen de suficiente evidencia empírica.
Este cuestionamiento no se refiere a las discusiones habituales entre científicos; surge cuando se examinan supuestos resultados o teorías que van en contra de lo usualmente reconocido por la comunidad científica.
Las críticas más frecuentes de los escépticos racionales incluyen a los psíquicos, parasicólogos, astrólogos y homeópatas, las cartas del tarot, las abducciones alienígenas y las percepciones extrasensoriales, aunque las modalidades pueden variar bastante de país a país.
En ocasiones se incluyen las curas milagrosas y algunos dogmas religiosos. Tales creencias son calificadas por los escépticos como pseudociencia.
NOTABLES ESCÉPTICOS
Hay quienes consideran el escepticismo como algo negativo; sin embargo, la historia recoge un sin fin de escépticos notables.
René Descartes, filósofo y matemático francés del siglo XVII, consideraba que…»para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas». Dudar de todo era el lema preferido de Carlos Marx, e incluso en la religión católica han existido escépticos notorios como Tomás el apóstol.
El premio Nóbel Richard P. Feynman, considerado por muchos el padre de la Electrodinámica Cuántica, escribió lo siguiente: «El científico posee mucha experiencia sobre la ignorancia, la duda y la incertidumbre… Cuando un científico no conoce la respuesta a un problema, es ignorante».
«Cuando tiene nociones acerca de lo que puede ser la respuesta y está indeciso, eso es incertidumbre. Y aún cuando está condenadamente seguro de un resultado, en realidad tiene dudas. Hemos encontrado de primordial importancia que, para progresar, debemos reconocer la ignorancia y dejar espacio para la duda».
«El conocimiento científico es un conjunto de afirmaciones con grados variables de certeza -algunas son muy poco confiables, otras bastante confiables, ninguna absolutamente definitiva» (1).
De ahí que, por extraño o absurdo que nuevos fenómenos o hipótesis puedan parecer, el escepticismo en la ciencia no predica que se rechacen automáticamente; sólo sostiene que deben ser sometidos a la crítica y estar debidamente fundamentados antes de ser aceptados como verdaderos.
Sin embargo, es común que quienes critican el escepticismo tergiversen la realidad, acusando a los escépticos de sus propias faltas.
Como desean que sus propuestas -que consideran verdades absolutas- sean aceptadas por todos sin mostrar suficientes evidencias, alegan que son los escépticos quienes se dedican sistemáticamente a negar sus afirmaciones sin aportar pruebas.
¿Y -preguntamos nosotros- cómo demostrar que no existe lo que es sólo fantasía?
Imagine el lector lo que ocurriría si en un tribunal de grados científicos no fuera el doctorando quien debiera convencer al tribunal de la veracidad de sus afirmaciones, sino al revés.
Es decir, que fueran los miembros del tribunal quienes tuvieran que demostrar la imposibilidad de alguna afirmación ilusoria para impedir que el doctorando aprobara su tesis.
Por ejemplo, consideremos los argumentos de un imaginario tribunal tratando de demostrar la falsedad de la siguiente afirmación: «A los marcianos les gusta el helado de chocolate».
– Tribunal: Falso. No hay marcianos.
– Doctorando: Demuéstrelo.
– Tribunal: No hay oxígeno en Marte y así no es posible la vida.
– Doctorando: Los marcianos podrían vivir en cuevas herméticas del subsuelo donde sí hay oxígeno. Y podrían respirar otra cosa, e incluso no respirar. No está demostrado que los marcianos no estén ahí. No está demostrado que no hay oxígeno en el subsuelo… Y así hasta el infinito.
Ante cada nuevo argumento, siempre aparecerá una nueva propuesta cuya falsedad es prácticamente indemostrable. No importa que el tribunal logre, con mucho esfuerzo, demostrar categóricamente la falsedad de una afirmación particular. Inmediatamente surgirán otras muchas propuestas igualmente indemostrables.
Lo anterior es consecuencia de seguir una línea de pensamiento opuesta a la lógica, donde se invierte lo que en idioma inglés se denomina «the burden of proof», que puede traducirse como «la responsabilidad de la demostración».
Tal responsabilidad es siempre de quien propone lo novedoso, no de quien lo juzga o critica, aunque los amantes de la pseudociencia insistan en afirmar lo contrario, y se empecinen en llamar ciencia a sus no demostradas creencias.
Autor: Arnaldo González Arias, Doctor en Ciencias Físicas. Facultad de Física de la Universidad de La Habana (Cuba).
(1) The role of doubt in science; http://laserstars.org/bio/Feynman.html
Fuente: Prensa Latina
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[Resumen del artículo original -en inglés- y contacto con los autores en este enlace].
Los testimonios oculares son una parte crucial en muchos juicios criminales, aun cuando la investigación sugiere con creciente frecuencia que no pueden ser tan exactos como a nosotros (y a los abogados) nos gustaría que fueran. Por ejemplo, si usted ve a un hombre con un suéter azul robando algo y oye por casualidad a varias personas hablando sobre un suéter gris, ¿en qué medida es probable que usted recuerde el auténtico color del suéter del ladrón? Los estudios han mostrado que cuando la gente da información falsa sobre un suceso es fácil mezclar los hechos reales con los falsos. No obstante, existe evidencia de que cuando la gente es forzada a recordar lo que vio (poco después del suceso) es más probable que recuerde detalles de lo que ocurrió.
Los psicólogos Jason Chan, de la Iowa State University, Allana Thomas de la Tufts University, y John Bulevich del Rhode Island Collage querían comprobar en qué medida afecta la información falsa en un test de memoria realizado a voluntarios que habían contemplado un suceso. Un grupo de voluntarios observó el primer episodio de “24” y entonces se les pidió someterse a un test de memoria sobre el capítulo o que jugaran un juego. El siguiente paso fue proporcionar a todos los sujetos información falsa sobre el episodio visto y someterse a un test final de memoria sobre el mismo.
Los resultados, publicados en la edición de enero (2009) de Psychological Science, una revista de la Association for Psychological Science, fueron sorprendentes. Los investigadores hallaron que en los voluntarios que realizaron el test de memoria inmediatamente después de ver el episodio era casi dos veces más probable que recordasen la falsa información que los voluntarios que habían jugado a un juego a continuación del episodio.
Los resultados de un experimento subsiguiente sugieren que el primer recuerdo podría haber mejorado la habilidad de los sujetos para aprender la información falsa, esto es, el primer test mejoró el aprendizaje de la información nueva y errónea. Estos hallazgos muestran que la información recordada recientemente tiende a la distorsión. Los autores concluyen que “este estudio muestra que incluso los psicólogos pueden haber subestimado la maleabilidad de los testimonios oculares”.
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Sin salirnos del tema, les dejo un par de enlaces a Misterios del aire, en los que Juan Carlos Vitorio contribuye al adecentamiento de la historia ufológica española:
El «encuentro cercano» de Pontejos (Cantabria), 6/1/69
Comparen con la mierda mayoritaria difundida por el platillismo patrio en otros sucesos semejantes, los enemigos del sentido común, del razonamiento crítico y de la aclaración de los supuestos misterios. A quien le apetezca, puede seguir cargando con esa lepra.
Fuente:mihteriohdelasiensia