Mauritania, una nación enorme y completamente seca en la franja occidental del Sahara – lugar donde la práctica de la esclavitud es más irritable que en ningún otro lugar en la Tierra. Donde un esclavo se valora “igual que un perro”Así lo documenta Moulkheir reportero de CNN
Se estima que del 10% al 20% de los 3,4 millones de habitantes de Mauritania están esclavizadas – es la «esclavitud real», según el ponente especial de Naciones Unidas para las formas contemporáneas de esclavitud, Gulnara Shahinian. Si eso no es lo suficientemente increíble, considere la posibilidad de que Mauritania fue el último país en el mundo en abolir la esclavitud. Eso ocurrió en 1981, casi 120 años después de Abraham Lincoln emitió la Proclamación de la Emancipación de los Estados Unidos. No fue sino hasta hace cinco años, en 2007, cuando Mauritania aprobó una ley que penalizaba el acto de poseer a otra persona. Hasta ahora, sólo un caso ha sido procesado judicialmente con éxito.
Mauritania se siente atrapado en el tiempo de manera curiosa y siniestra donde, increíblemente, los matices del color de la piel de una persona y la historia familiar determinan si él o ella será libre o esclavo. Esa realidad impregna cada aspecto de la vida mauritana – los niños de piel oscura, son esclavos que sirven el té con sabor a menta en los restaurantes o tiendas de ropa que usa la gente. El hombre que llevaba un vestido azul pálido, y tiene bordados en oro de fantasía en el pecho es casi seguro que viene de la tradicional clase de los esclavistas de los moros blancos, que son los de piel más clara en los árabes. La mujer que se cubre el cabello, pero no los brazos, es muy probable que sea una esclava, los brazos están expuestos contra la costumbre, por lo que puede trabajar. Es un lugar singular donde nadie esta autorizado a hablar de esclavitud, donde los activistas contra la esclavitud dicen que han sido detenidos y torturados por su trabajo y por supuesto las autoridades no admiten la situación.
Las diversas entrevistas hacen que el reportero concluya que en Mauritania, los grilletes de la esclavitud son mentales y físicos y romperlos -es un proceso largo e impensable– requiere de aliados improbables. De manera que el camino hacia la libertad es necesario pero, demasiado lento.
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Nuestro consumo de muchos productos está centrado en las ofertas de las marcas, desde las exclusivas hasta las de low-cost. El modelo de negocio de la mayoría de ellas se basa en la gestión directa del marketing, el diseño y la logística de distribución y comercialización. Mientras que la producción está deslocalizada en los llamados países emergentes, recurriendo a una mano de obra muy barata, en bastantes casos con jornadas de trabajo extenuantes, pagos irregulares de salarios, falta de seguridad e higiene en el lugar de trabajo. No es nada nuevo, periódicamente nos vamos enterando de situaciones donde las personas trabajan en condiciones análogas a la esclavitud.
Hoy el Ministerio de Trabajo del Brasil está investigando a Zara y unos cuantos de sus proveedores [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]. El caso no es exclusivo de Zara, casi todo el sector del textil, está salpicado de denuncias sobre las condiciones laborales de sus trabajadores.
Desde hace tiempo Apple es noticia por las condiciones leoninas de los trabajadores en las fábricas de China de productos como el iPad o el iPhone, con salarios mensuales de unos 140 euros por 48 horas semanales de trabajo, obligados a realizar múltiples horas extraordinarias y, además, con sistemas de “motivación” donde la humillación pública por errores al realizar las tareas está a la orden del día o el hacinamiento en dormitorios múltiples al estar obligados a vivir en la misma fábrica. El caso tampoco no es exclusivo de Apple, afecta a las grandes tecnológicas como Dell, HP, Nintendo, Sony o Microsoft entre otras, que mantienen la fabricación de sus productos en el país asiático.
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