Uno de los más intrigantes y quizás más complejos problemas a los que se enfrenta actualmente la investigación científica es el de intentar comprender el comportamiento humano, tanto en su variante individual o estudio de los procesos implicados en la neurobiología cerebral como en la colectiva es decir, cómo se estructuran las relaciones humanas desde la pareja o la familia hasta las complejas sociedades en las que vivimos en la actualidad. Y dentro de este campo, analizar el complicado mundo de la religión es quizás uno de los retos más interesantes, puesto que el influjo de las creencias y de la fe rige los destinos de miles de millones de personas, desbordando el plano individual e influyendo de manera totalmente abrumadora en otras facetas desde la economía, la política, la legislación, la sanidad, etc., incluso hasta en el propio desarrollo científico y tecnológico de las sociedades occidentales más avanzadas.
Dentro de la explicación “cultural” de la religión, una hipótesis hasta ahora mayoritaria ha sido que las creencias (o bien han sido en algún momento de nuestra historia o incluso todavía lo son) un factor positivo y beneficioso tanto para el individuo como para el grupo y que ello ha permitido su conservación y expansión a lo largo del espacio y del tiempo independientemente de si su origen fue accidental o inevitable. En esta visión, la religión serviría al individuo como elemento moderador del stress y la ansiedad frente a las desgracias del mundo exterior que no puede controlar o frente al miedo a la muerte. Así un estudio realizado en Indonesia mostró que la crisis económica llevó asociado un incremento en las prácticas religiosas y otro en Nueva Zelanda indicó que la religión se hizo más atractiva entre las personas que vivían en las regiones más dañadas por el terremoto del año 2011 en comparación con aquellos individuos que habitaban en zonas colindantes pero que no sufrieron daños. Todo ello indicaría que la conversión religiosa aumenta después de situaciones catastróficas y estaría en consonancia con un reciente estudio que (analizando múltiples datos estadísticos correspondientes a 114 países diferentes) concluye que un estado del bienestar fuerte hace innecesaria a la religión como elemento protector frente a las adversidades. Además la religión también podría funcionar como elemento cohesionador de los grupos humanos. Así el compartir un conjunto de rituales común entre los miembros de una tribu o nación, pero que son marcadamente diferentes de los rituales del resto de sociedades adyacentes mejoraría la cooperación entre los integrantes y aumentaría la cohesión dentro de cada grupo por oposición al resto de los grupos. Este sería el punto de vista adaptativo clásico dentro del darwinismo y que está siendo estudiado dentro de lo que se conoce como psicología evolucionista de la religión.
También dentro de este punto de vista evolucionista, otros autores han propuesto que la religión apareció no como rasgo independiente sino que sería un subproducto, que por accidente se ha fijado en nuestro comportamiento al parasitar alguna función adaptativa previa. Quizás su más conocido defensor es el famoso zoólogo británico Richard Dawkins con su hipótesis del virus de la fe. Así el resumen de esta aproximación sería que, aquellos niños que obedecen sin cuestionar las normas que les enseñan sus mayores, en lugar de los más reflexivos que meditan o cuestionan los tabúes, tienen más probabilidad de sobrevivir. Eso sería así puesto que en lugar de enfrentarse solos a las elecciones sobre riesgos mediante ensayo-error (¿es peligroso acercarse a una gacela?¿y a un león?) si no cuestionan las órdenes de sus padres o ancianos (es tabú acercarse solo al río o está prohibido salir del poblado durante la noche) se mantendrán alejados de los peligros de la naturaleza y muy probablemente tendrán más posibilidades de llegar a la edad adulta y propagar sus genes a la siguiente generación. Y así la evolución habría ido seleccionando a niños dóciles y acríticos respecto a las órdenes de sus mayores. Entonces, si un comportamiento irracional aparece (para que llueva debemos saltar a la pata coja o sacar al santo de procesión, o hay que adorar al dios sol o entregar ofrendas a nuestros amigos y protectores elfos y duendes) mientras éste no sea estrictamente perjudicial (o mientras su costo adaptativo sea menor que la ventaja generada por el proceso parasitado) en ese estadio evolutivo, tenderá a fijarse fácilmente en las siguientes generaciones aún cuando no tuviera ninguna ventaja adaptativa propia.
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Puede sonar extraño, pero acabo de descubrir que esa pseudociencia llamada fisionomía (”invento” que debemos a un teólogo llamado Lavater) estuvo a punto de hacer que Robert Fitz Roy (en la foto), capitán del mítico buque Beagle que circunvalaría el mundo durante cinco largos años, dejase en tierra a un joven científico de 22 años llamado Charles Darwin. De haber consumado el hecho, no es aventurado afirmar que lo que estuvo a punto de caer por tierra fue el desarrollo de la propia Teoría de la evolución.
Según leo en Neatorama (y también en Fogonazos), cuando el capitán Fitz Roy estaba a punto de iniciar su expedición a Sudamérica, y temiendo el estrés y la soledad intelectual de tan largo viaje (de hecho este problema provocó el suicidio del capitán que comandó la expedición anterior), pidió a sus superiores que le dejaran embarcar a un caballero científico de buena educación para hacerle compañía. Fitz Roy solicitó un naturalista no remunerado para poder tratarlo como a un igual, y los profesores de Cambridge le recomendaron a un joven de 22 años que vendría a cambiar los cimientos del pensamiento occidental.
Al principio el padre de Darwin se opuso a la idea, ya que tenía planes “religiosos” para su hijo y el viaje sería muy largo. Afortunadamente el tío de Darwin persuadió a su padre, quien no solo le permitió ir, sino que le financió la expedición.
Darwin y Fitz Roy terminaron llevándose estupendamente, gracias a lo cual Darwin descubrió más tarde que estuvo a punto de no ser seleccionado para el viaje.. ¡por culpa de la forma de su nariz!
En sus propias palabras:
“Después de que intimara con Fitz Roy, le escuché decir que estuve en serio riesgo de ser rechazado [como naturalista del Beagle], ¡por culpa de la forma de mi nariz! Fitz Roy era un acérrimo discípulo de Lavater, y estaba convencido que podía juzgar el caracter de un hombre por el perfil de sus rasgos físicos; y dudó si alguien con mi nariz podía poseer la energía y determinación necesaria para el viaje. Pero creo que después de eso quedó muy satisfecho de haberse equivocado con mi nariz“.
Fuente: Maikelnai’s blog
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