Edith Tudor-Hart no era una espía demasiado cuidadosa. Usaba como nombre en clave su nombre de pila, Edith, y no enmascaraba que tenía simpatía por el comunismo: acudía con frecuencia a las reuniones izquierdistas y actos de propaganda que se celebraban en Londres y retrataba a los dirigentes marxistas ingleses.
Acaso por su extraña forma de vida, la obra fotográfica de Tudor-Hart nunca emergió de un segundo plano. La injusticia se soluciona ahora con la exposición Edith Tudor-Hart: In the Shadow of Tyranny (Edith Tudor-Hart: a la sombra de la tiranía), producto de la primera investigación y catalogación a fondo de los archivos de la fotógrafa-espía. La muestra está en cartel hasta el 26 de mayo en la Scottish National Portrait Gallery de Edimburgo.
De la exposición, que incluye 80 fotografías, casi todas inéditas, libros de notas y una selección de libros y revistas que publicaron trabajos de Tudor-Hart, emerge la figura de una reportera que documentó con intensidad las consecuencias en el Reino Unido de la Gran Depresión de los años previos a la II Guerra Mundial. Ladurísima realidad social de este tiempo —mendicidad infantil, explotación laboral de los niños, infraviviendas hacinadas y hambre— es el tema único que interesaba a la fotógrafa.
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Aunque las telas primitivas pueden ofrecer pistas acerca de las culturas antiguas, por regla general sus colores se han desvanecido, los patrones se han disuelto, y las fibras se han desmenuzado. La fotografía forense puede emplearse como una herramienta barata y no destructiva para el análisis más eficiente de estos artefactos, según una investigación de la Universidad Estatal de Ohio.
La fotografía forense ayuda a los investigadores a recolectar información de objetos frágiles antes de emplear caras pruebas químicas. El método forense también ayuda a estrechar las áreas en las que buscar colorantes, reduciendo al máximo los daños que los análisis convencionales provocan en los artefactos investigados, y el costo de los ensayos.
Christel Baldia llevó a cabo el estudio junto a Kathryn Jakes, profesora de ciencias textiles en la Universidad Estatal de Ohio.
Poniendo a prueba las capacidades de la fotografía forense para la arqueología, Baldia y Jakes estudiaron telas provenientes de túmulos funerarios construidos por los Hopewell, una cultura primitiva nativa de América, que floreció hace unos 1.600 años. En su estudio, Baldia y Jakes se centraron en fragmentos de telas recuperados de unos túmulos situados en el sur de Ohio. Los expertos creen que algunos de los fragmentos pertenecieron a un dosel de tela extendido sobre los restos enterrados en los túmulos.
«Las telas generalmente son halladas como harapos de color marrón, aunque la ropa de esos nativos americanos es descrita como colorida por los primeros viajeros», explica Baldia. «Así que nos preguntamos: ¿Qué podríamos hacer para examinar de la mejor manera posible las telas primitivas en busca de colores que ya no se pueden ver?»
Los científicos forenses emplean diferentes fuentes de luz, tales como la ultravioleta y la infrarroja, para visualizar manchas o huellas dactilares sobre las vestiduras, pero Jakes cree que nadie había empleado hasta ahora estos métodos para estudiar tejidos antiguos.
Bajo luz no visible para el ojo humano, muchos pigmentos y tintes absorben energía liberándola en distintas longitudes de onda o «colores». Este comportamiento se conoce como fluorescencia, y puede revelar el trabajo artístico desvanecido o deteriorado en los tejidos. La fluorescencia normalmente ayuda a la policía científica a buscar manchas de sangre, huellas dactilares, aceites corporales, y otras evidencias donde en apariencia no hay ninguna. Tales manchas pueden ser vistas por el instrumental de la policía científica aún cuando los tejidos hayan sido lavados cuidadosa y repetidamente.
Para encontrar patrones fluorescentes en las telas, Baldia y Jakes simularon luz diurna, luz ultravioleta (entre 254 y 365 nanómetros), y luz infrarroja (entre 800 y 900 nanómetros). Fotografiaron a continuación los artefactos con equipamiento especial para filtrado de luz. Las fotografías acabaron por desvelar, en algunos de los objetos examinados, patrones y marcas que no habían sido detectados antes. Los materiales que examinaron de los túmulos funerarios de los Hopewell muestran gradaciones de color bajo diferentes fuentes de luz. Cuando los objetos tienen cambios no aleatorios en el color, esto es indicativo de la presencia de un tinte o pigmento. Es significativo encontrarlos en los antiguos tejidos porque revela de qué eran capaces las tecnologías de los pueblos nativos antiguos. Cuando los arqueólogos quieren averiguar los colores de una tela antigua, suelen tomar muestras del material al azar, con los consiguientes e inevitables daños. Fotografiar estos enseres con el método de Baldia y Jakes antes de la toma de muestras, ayuda a los arqueólogos a trazarse un plan de muestreo bien enfocado que minimice los daños en el material. |
Fuente: http://www.solociencia.com