Baltasar Garzón, con un pie en el banquillo. Mariano Fernández Bermejo, marcado por su dimisión como ministro de Justicia. El comisario Juan Antonio González, vilipendiado tras una acusación de soborno lanzada por el defensor de un procesado por soborno en elcaso Malaya. Las fiscales, acusadas en falso de estar siendo investigadas por el Supremo. El sastre de Camps, acusado en falso de falsificar facturas. Y el portavoz socialista en Valencia, Ángel Luna, acusado sin pruebas de recibir sobornos precisamente de un presunto financiador del PP.
Ese, y no es exhaustivo, constituye el recuento de daños que en los 20 meses del caso Gürtel ha logrado el PP infligir a todos aquellos que, de un modo u otro, se han atrevido a investigar sus conexiones con la red corrupta que dirigía Francisco Correa. La arrolladora maquinaria conservadora ha aplicado a rajatabla un viejo proverbio: la mejor defensa es un buen ataque.
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