Se encontraba George Bernard Shaw cenando con dos amigos; a saber, un cirujano y un abogado.
Su amigo abogado quiso poner a prueba la capacidad creativa de Mr. Shaw.
Y héteme aquí que le retó en estos términos:
– ¿A que no es Vd. capaz de inventar un chiste protagonizado por un cirujano y un abogado?
Con un résped acorde a su talento, Shaw aceptó el reto y lo solucionó de la siguiente manera:
«Un cirujano abrió a un enfermo.
No le encontró ningún órgano dañado, pero para justificar la operación, le extirpó la conciencia.
Así le pudo cobrar sin remordimiento.El enfermo sanó, pagó al cirujano y, ya sin conciencia, se hizo abogado y ganó mucho dinero.»
Desconocemos si después de ese día se mantuvo la amistad inicial.
Si quieren conocer alguna de las aristas de quien llegó a ser Premio Nobel de Literatura, echen un vistazo a George Bernard Shaw: El Premio Nobel que justificó y alentó la eugenesia, de donde, de paso, he sacado la imagen.
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La anécdota, quizá apócrifa, la cuenta Gregorio Doval en su «Anecdotario universal de cabecera». Ediciones del Prado. Madrid. 2003.
Fuente: DesEquiLIBROS. Lectura y cultura
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