Los primeros rumores de rituales macabros en las costas de Nigeria llegaron a Inglaterra hacia mitad del siglo XIX de manos de unos misioneros. Esta sociedad tenía una forma un tanto peculiar de juzgar a sospechosos de brujería, asesinatos y otros crímenes.
El «juicio» era simple. El acusado debía comerse una simple haba para demostrar su inocencia. Si era culpable, moriría, y si no, vomitaría y se salvaría. Aquellos que no vomitaban pero sobrevivían eran vendidos como esclavos. Tras un tiempo observando, los misioneros llegaron a la conclusión de que el sistema funcionaba.
He de decir que es cierto. Seguramente en un porcentaje alto de ocasiones el haba acertaba, pero no por fuerzas místicas sobrenaturales que están más allá del entendimiento humano, sino por razones más bien antropológicas.
El haba en cuestión es la Physostigma venenosum también conocida como haba de Calabar o nuez de Eseré. Calabar es el nombre del puerto nigeriano donde se exportaba la droga, y Eseré, el nombre africano de la misma.
Su principal principio activo es la fisostigmina, que es un inhibidor de la acetilcolinesterasa (y muchos estarán diciendo: ¿Qué? )
Las neuronas de nuestro cuerpo se unen entre ellas mediante unas cosas llamadas sinapsis. Cuando se envía un impulso nervioso, obviamente éste debe transmitirse de unas neuronas a otras, y lo hace mediante las llamadas sinapsis. El mecanismo más común es el químico. Al recibir la neurona el impulso nervioso, ésta libera neurotransmisores (hay muchos tipos) que son captados por la neurona siguiente y desencadenan de nuevo el impulso. Estos neurotransmisores deben ser recaptado o destruidos, en cualquier caso eliminados del espacio que queda entre las dos neuronas.
El neurotransmisor empleado por el sistema nervioso parasimpático (el que actúa en estados de relajación, sedación y reposo) es la acetilcolina. Y sí, la que se encarga de destruirla es precisamente la acetilcolinesterasa.
Así pues, al tomarnos el haba, la fisostigmina que contiene inhibe esta enzima impidiendo que podamos destruir el neurotransmisor, lo que nos provoca un empacho de acetilcolina. ¿Qué ocurre enconces? Pues algo así como una hiperestimulación del sistema parasimpático, con los consiguientes síntomas:
La población local creía fervientemente en sus poderes divinos, de manera que el culpable, que sabe perfectamente que lo es y lo que le puede pasar, se va comiendo el haba poco a poco, con recelo y temor, como esperando que a pequeñas dosis los poderes no hiciesen efecto, mientras que el inocente que confía en su inocencia y en las fuerzas divinas, se la come de una vez, para terminar cuanto antes con aquello y demostrar su condición. Si lo pensáis, no es tan descabellado pensar en que esto ocurriese.
El culpable, al comerlo poco a poco, deja tiempo para que el intestino lo absorba todo, provocando el empacho mortal. El inocente, sin embargo, al comérselo de golpe hace que la reacción local en el estómago sea tan brutal que vomita el haba.
He aquí la explicación al «divino» fenómeno de la fabada de la justicia
También he leído por ahí que les daban las habas en las dosis necesarias para que ocurriese una cosa u otra. Pero no sé, a mí me gusta más la explicación que os he dado, y además, no creo que nadie pueda demostrar qué hacían en realidad.
Fuente: A través del espejo
Bajo licencia Creative Commons