Las extrañas teorías del doctor Mesmer se habían extendido por el París prerevolucionario ante la alarma de ciertos colectivos médicos. En 1784 el rey Luis XVI permitió que una comisión científica examinara la terapia conocida como mesmerismo. Este es el relato de cómo el método científico se impuso sobre conceptos basados en creencias.
Franz Anton Mesmer fue un médico alemán que fundó lo que posteriormente se conoció como mesmerismo. En el año 1774 este médico empezó a usar imanes para curar enfermedades. Para ello Mesmer obligaba a los pacientes a beber sustancias con hierro, para posteriormente colocar imanes alrededor del cuerpo del paciente. Los paciente aseguraban sentir hormigueo en todo el cuerpo y los síntomas de la enfermedad desaparecían. Mesme nunca creyó que los imanes eran responsables de la curación, sino algo que él denominó “magnetismo animal” que estaba acumulado en el cuerpo. Para Mesmer la salud era un proceso en el que intervenían cientos de canales eléctricos que recorren el cuerpo humano.
Dado que en esa época no se conocía el origen del magnetismo, ni sus propiedades, los comisarios decidieron evaluar los efectos del mesmerismo, si éstos podían ser notados por los pacientes. Para ello diseñaron 5 pruebas.
Prueba número 1. El doctor D’Eslon instauró un procedimiento de terapia de grupo que llamóbaquet: una especie de vasija, diseñada siguiendo el modelo de un condensador eléctrico, de unos 50 cm., de la que salían barras de hierro y cuerdas que comunicaban con los pacientes. Estas barras magnéticas permitirían restaurar el magnetismo natural de los organismos, sanándolos. Los pacientes afirmaban sentir cosquilleos o incluso fuertes sacudidas ante esas barras, para posteriormente sanar. Ninguno de los comisionados sintió nada particular cuando tocaron las barras, pero eso podía ser interpretado como que ninguno de ellos estaba enfermo.
Prueba número 2. Para la siguiente prueba los comisionados eligieron a 7 pacientes de clase baja y otros 7 de las clases acomodadas de París. Se hizo esa distinción porque los comisarios entendían que había una gran diferencia de cultura entre ambas clases sugiriendo que a menor conocimiento mayor capacidad de ser sugestionables. Sólo 5 de los 14 elegidos sintieron un ligero hormigueo, siendo 3 de esos 5 de clase baja. En resumen, sólo el 36% dijo sentir algo.
Prueba número 3. La comisión pidió a D’Eslon que magnetizara 5 árboles de un jardín, como él afirmaba que sabía hacer. Posteriormente se propuso a un joven, el cual D’Eslon afirmaba que era muy sensible al magnetismo, que abrazara cada árbol para determinar cuál estaba magnetizado. El joven, tras abrazar el tercer árbol cayó desmayado, como consecuencia del fuerte magnetismo que fluía de él. La comisión sonrió cuando le dijo que el árbol magnetizado era el quinto y último. Esta prueba no fue aceptada por los mesmeristas, ya que afirmaban que el magnetismo natural de los árboles había trastocado a ese “joven tan sensible”.
Prueba número 4. En la siguiente prueba se tomó a una de las pacientes de D’Eslon y se le vendó los ojos. Posteriormente se le informó que D’Eslon estaba en la sala magnetizando la habitación. La mujer empezó a temblar, agitarse, sudar y finalmente entró en convulsión. Tras pedir que se relejara se le quitó la venda y se le informó de que en la habitación de al lado estaba D’Eslon magnetizando la sala a distancia. De nuevo volvieron las convulsiones. Evidentemente en ninguno de los dos casos D’Eslon estaba en la sala, ni en la habitación de al lado. Ni siquiera en el edificio, había sido apartado de la prueba astutamente.
Prueba número 5 Los comisionados se colocaron en una sala a la que se había sustituido la puerta por una cortina que según D’Eslon no impedía el paso de sus “corrientes magnéticas”. Al otro lado de la cortina, y a oscuras se colocó D’Eslon para que magnetizase la habitación. En la sala además de la comisión se hizo pasar a una paciente especialmente sensible al magnetismo. La mujer estuvo hablando apaciblemente todo el tiempo mientras D’Eslon se esforzaba en su oscuro escondite. Resultado: ninguno. Pero cuando D’Eslon fue llamado a la sala, y la mujer lo vio ésta entró rápidamente en convulsión.
El resultado de la comisión fue demoledor: su presunta técnica no era más que una invención y los beneficios producidos por el tratamiento fueron atribuidos a la “imaginación”. Muchos de los médicos que practicaban el magnetismo dejaron de hacerlo. Mesmer, sin embargo no renunció, y aunque un pequeño grupo de partidarios siguió apoyándoles (lo de la fe ciega, nada nuevo), la mayoría de la clase adinerada de París le dio la espalda.
Artículo completo en: La Ciencia y sus Demonios
Bajo licencia Creative Commons
A la hora de la estafa a la credulidad, el ingenio de algunos parece no tener límites. Son legión aquellos que aseguran tener poderes de todo tipo y los que inventan «infalibles» recetas para remediar enfermedades incurables. A estos debe agregarse una veintena de fraudes de todo tipo, a los cuales se ha agregado en las últimas horas la existencia de un supuesto «niño imán».
El niño de seis años llamado Iván Stoiljkovic, el cual según su propia familia posee una «asombrosa capacidad para mantener adherido a su cuerpo objetos de metal hasta de 25 kilos», ha sido en los últimos días el tópico del momento.
Uno de los primeros medios de prensa en caer en la trampa fue el sitio inglés Daily Mail, donde no solo se destacó su supuesta capacidad, sino que se aseguró que tiene «súper fuerza» y que sus heridas tardan menos tiempo en cicatrizar que las los demás chicos. Pronto, la prensa de todo el mundo se hizo eco de la supuesta maravilla y los videos con sus hazañas recorrieron las redacciones de casi todo el planeta.
Un truco infantil
¿Y cómo se sostienen los objetos? Bueno, pues porque la piel es una superficie grasienta, como todo el mundo sabe. Más o menos, dependiendo del individuo. Seguro que usted alguna vez se ha quedado medio pegado a un asiento de cuero de un coche en verano por ir en traje de baños o con el torso al aire. ¿Nunca se puso de niño una cucharilla colgada por la parte cóncava de la punta de la nariz? Pues, lo que hace Ivan es exactamente eso. El ilusionista y desenmascarador de charlatanes James Randi recordaba en febrero que, basta con echar polvos de talco en la piel de los humanos magnéticos, para que sus superpoderes se esfumen.
Ampliar información y ver vídeo en:
El falso misterio del niño magnético croata
El nuevo fraude pseudocientífico: el caso del «niño imán»
Es increíble leer esto en una entrevista que le han hecho en el Diario de Alcalá al líder musulmán Habu Omar Hussein:
¿De verdad les resulta imposible ver sus propias incoherencias? ¿O el fanatismo afecta al razonamiento?
Fuente: El Blog de Centinel
____________________
Enlaces de interés:
– Religiones. Una visión crítica
– Blog de Emilio del Barco
– SinDioses
– La web de Maco048. Noticias: Religión