De acuerdo con los resultados de un estudio aparecido en internet el 12 de abril y publicado en la edición impresa de mayo de la revista Pediatrics, el tamizaje estandarizado para el riesgo de suicidio en atención primaria puede detectar adolescentes con tendnecias suicidas, lo que permite la derivación a un centro de salud adecuado ante intentos de suicidio graves o mortales.
Según Matthew B. Wintersteen, PhD, de la Universidad Thomas Jefferson en Filadelfia, Pennsylvania (EE.UU.), «varias asociaciones y organismos federales han solicitado investigación de la depresión en atención primaria pediátrica». «La detección del riesgo de suicidio es un complemento natural a esta petición …. Hasta donde sabemos, este es el primer estudio que examina de forma prospectiva el impacto de un tamizaje estandarizado para el riesgo de suicidio en la detección y las tasas de referencia en la atención primaria pediátrica.»
Los objetivos del estudio fueron evaluar si la detección breve y estandarizada del riesgo de suicidio en pacientes pediátricos de atención primaria podría mejorar la detección de jóvenes con tendencias suicidas, mantener la tasa de mejora de la detección y referencia, y ser replicada en otras prácticas.
Dos centros de atención primaria (clínica A y clínica B) fueron seleccionados como centros de intervención, y una tercera clínica (clínica C) preguntó acerca de cómo participar en el estudio y se le ofreció la participación. En estos tres clínicas, los médicos sometieron a un breve entrenamiento en la detección de riesgo de suicidio, y dos preguntas estandarizadas a adolescentes de 12 a 18 años, que fueron añadidas a su historial médico electrónico psicosocial. Los datos fueron extraídos de forma anónima durante los ensayos de intervención y para las mismas fechas del año anterior las tasas de referencia se determinaron a partir de registros de trabajo social.
La intervención se asoció con la duplicación de las tasas de investigación sobre el riesgo de suicidio, que se tradujo en un aumento del 219% en general (la clínica A odds ratio [OR] = 2,04; intervalo de confianza del 95% [IC]: 1,56 a 2,51; clínica B o, 3,20, IC 95%, 2,69 a 3,71; y clínica C OR, 1,85; 95% CI, 1,38 a 2,31).
En la clínica A, la tasa de detección de casos aumentó casi 5 veces (OR: 4,99, IC 95%, 4,20 a 5,79), se mantuvo por un período de 6 meses después de la intervención se llevó a cabo (OR: 4,38, IC 95%, 3,74 a 5,02), y se repitió en la clínica B ambos (OR, 5,46; 95% CI, 3,36 a 7,56) y la clínica C (OR, 3,42; 95% CI, 2,33 a 4,52). En las 3 clínicas, la tasa de detección aumentó en un 392%. La tasa de aumento de las tasas de derivación de jóvenes suicidas a centros ambulatorios de salud mental era proporcional a a las tasas de detección.
«El examen estandarizado para el riesgo de suicidio en atención primaria puede detectar jóvenes con ideas suicidas y una rápida remisión a un centro de salud mental se ha de hacer ante un intento de suicidio grave o mortal», indicó el Dr. Wintersteen.
Las limitaciones de este estudio incluyen la tendencias suicidas basadas en la historia, no necesariamente en los pensamientos presentes, y la incapacidad para determinar el impacto del breve aprendizaje en riesgo de suicidio.
El Dr. Wintersteen concluye «Los hallazgos de este estudio son particularmente oportunas después de la reciente recomendación de US Preventive Services Task Force para analizar de forma rutinaria a los jóvenes ante un trastorno depresivo mayor». Además, la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry junto con la American Academy of Pediatrics Task Force on Mental Health publicaron un artículo conjunto en el que la investigación rutinaria de salud mental en atención primaria, se recomendó …. En ambos informes se advirtió en contra del examen, cuando seguimiento de psicoterapia no sea fácilmente disponible.
The American Foundation for Suicide Prevention apoyó este estudio. El. Dr. Wintersteen no ha revelado las relaciones financieras pertinentes.
Pediatrics. Publicado en Internet el 12 de abril 2010.
Fuente: MedscapeToday
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Un proceso inconsciente en la relación entre padres e hijos y que recién comienza a comprenderse explicaría por qué 8 de cada 10 adolescentes y jóvenes se mimetizan tanto con los padres que hasta pueden sentir la necesidad de probar la adrenalina de la velocidad, el alcohol y las reacciones violentas para sobrellevar esa pseudoadultez imaginaria.
Así lo demuestra un estudio realizado en más de 700 argentinos y uruguayos de entre 17 y 27 años. A la mayoría, ese proceso de adultización imaginaria los hace sentirse con 5, 20 y hasta 40 años por encima de su edad real. Eso los lleva a experimentar una autosuficiencia y una autoexigencia hasta el punto de no poder tolerar un fracaso, sentir fobia al aprendizaje y copiar de su entorno las emociones, la impulsividad y la violencia, sin los «filtros» de la madurez.
«La simetría entre padres e hijos es un efecto indeseado, involuntario e inconsciente del modelo de crianza más cercano y demostrativo. Además, desde siempre, los hijos copian a los padres desde que son muy chiquitos», precisó la licenciada Claudia Messing, que dirigió el estudio.
A la vez, ese nuevo modelo establece vínculos más simétricos, en lugar de las antiguas jerarquías familiares. «Los de 40 ya son simétricos con sus padres y, a la vez, lo transmitieron a sus hijos. Los más chiquitos son hoy los más simétricos con los adultos, aunque carecen de la flexibilidad emocional necesaria para lidiar con esa pseudoadultez. Son sabios por un lado, pero inmaduros por el otro», agregó Messing, que dirige la Escuela de Posgrado en Orientación Vocacional y Vincular-Familiar.
«Un nene de 2 años que habla como un adulto puede parecer muy gracioso, cuando es un signo que los padres deben observar.»
Este nuevo modelo de crianza, en el que los adultos interactúan de igual a igual con chicos, adolescentes y jóvenes con mayor capacidad intelectual de captar información que generaciones anteriores, tiene efectos no tan positivos.
«Es necesario empezar a afrontar las consecuencias negativas de la simetría, por la que los hijos se contagian de los estados emocionales de los padres y se mimetizan con sus historias.» Para eso, aconsejó no sólo empezar a poner límites con firmeza, sino también «generar una comunicación respetuosa y, cuando un hijo desee escuchar una explicación, estará en la habilidad de los padres la posibilidad de recuperar la confianza en su autoridad».
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Los accidentes de tráfico, los suicidios y los actos violentos son responsables de casi una cuarta parte de las muertes de jóvenes de entre 10 y 24 años que cada año se registran en el mundo, según un estudio internacional a gran escala que publica la revista médica The Lancet. A pesar de que la adolescencia se asocia comúnmente con un período de prosperidad, vitalidad, fuerza y, en definitiva, buena salud, los expertos advierten de que cada año más de 2,6 millones de jóvenes mueren a lo largo de sus dos primeras décadas de vida y señalan, además, que una amplia mayoría (el 97%) de los fallecimientos ocurren en países en vías de desarrollo.
Es la primera vez que la comunidad científica pone sobre la mesa e indaga sobre las causas de un asunto tan delicado como el fallecimiento de los más jóvenes, que representan en la actualidad el 30% de la población mundial. El estudio, elaborado por las universidades australianas de Melbourne y Brisbane, el University College London (Reino Unido), la Universidad de Ginebra (Suiza) y apoyado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), pone de relieve que una de cada cuatro muertes en este grupo de edad se debe a factores externos, no a enfermedades, y que podrían evitarse con políticas informativas y educativas eficaces. «Queremos demostrar que la mortalidad infantil existe, que seguirá aumentando en los próximos años y que se trata de un problema que hay que poner en la agenda pública, porque sus causas pueden combatirse», aseguró uno de los autores del estudio, el profesor George Patton, durante la presentación del informe en Londres.
El informe explica que las regiones más industrializadas (Europa, EE UU, Canadá, Japón y Australia) tan sólo registran un 3% de los fallecimientos adolescentes, mientras que el Africa subsahariana y el sudeste asiático suman dos tercios de las muertes en este grupo de edad. Estas afirmaciones se basan en las cifras del Informe sobre la Expansión de Enfermedades en el mundo elaborado por la OMS en 2004, que ha servido de base para la investigación.
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El Centro de Investigación en Criminología de la Universidad de Castilla-La Mancha, dirigido por la catedrática de Psicología Básica de la UCLM Cristina Rechea Alberola, y a petición del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha realizado un estudio sobre conductas antisociales y delictivas de los jóvenes en España en el marco de un análisis más amplio del CGPJ sobre la jurisdicción de menores. Según el mismo, esta edad se sitúa entre los 13 y los 14 años.
El estudio dirigido por Cristina Rechea responde a una metodología criminológica –el autoinforme sobre delincuencia juvenil– testada en Estados Unidos y Europa, que permite conocer mejor los delitos cometidos por adolescentes y jóvenes, aunque no hayan sido detectados o denunciados. El informe destaca, entre otros datos, que a partir de los 13 años los jóvenes comienzan a presentar este tipo de comportamientos.
Según el trabajo que ha dirigido la profesora Rechea, un 98% de los jóvenes encuestados han cometido algún tipo de conducta antisocial o delictiva alguna vez en su vida y que un 72,4% lo ha hecho en el último año.
No obstante, una de las conductas que más alarma crea, «participar en peleas», ha tenido una prevalencia del 25% de adolescentes, alguna vez en la vida, y del 8,1% en el último año. El resto de las conductas violentas o contra la propiedad no alcanzan el nivel del 5% de jóvenes participantes. Además, la frecuencia con la que se cometen estas conductas es baja, excepto actos como: bajarse música del ordenador, que se hace casi a diario, y beber alcohol que se hace de 2 a 3 fines de semana al mes.
En cuanto a la edad de inicio, el estudio la sitúa en jóvenes entre los 13 y 14 años, coincidiendo con los cursos de 2º y 3º de la ESO, precisamente aquellos que son considerados por los educadores y expertos como los de mayor riesgo y conflictividad. Los actos antisociales más frecuentes que se realizan a esa edad temprana son: dañar algo aposta, pegar un tirón a alguien para quitarle algo, robar algo de una tienda, consumir cerveza, vino y calimocho.
Otro dato a destacar es que las conductas antisociales y delictivas aumentan con la edad y alcanza su nivel máximo en torno a los 17 años. A partir de la mayoría de edad los hábitos que aumentan son los del consumo de drogas, y el resto se mantienen e incluso descienden.
POR SEXO Y PREVALENCIA
Por lo que concierne a los sexos, el trabajo señala que las chicas tienen, en general, una conducta muy similar a la de los chicos: la prevalencia es semejante, aunque ligeramente inferior, y también lo son el tipo de conductas mayoritarias, la frecuencia con que se llevan a cabo, y la edad de inicio.
No obstante, cuando el análisis se centra en las conductas más graves el número de chicas involucradas en las mismas es siempre menor.
En cuanto a la prevalencia, estos comportamientos aumentan entre adolescentes con amigos que participan en conductas antisociales y delictivas. Otro factor que incrementa el riesgo de llevar a cabo este tipo de actuaciones es vivir en un medio urbano, destacando que el ser emigrante o hijo de padres emigrantes no incrementa el riesgo entre los adolescentes estudiados; al contrario, actúa como moderador del riesgo.
Tal y como se recoge en el estudio a modo de conclusión: «Estamos ante una mayoría de adolescentes que comentan alguna conducta antisocial y/o delictiva como parte de su desarrollo normalizado, de forma ocasional, experimental en muchos casos, y que las abandonarán con la madurez».
«A pesar de ello, existe una minoría, en torno al 5% y un 10% que tienen una alta participación en estos hábitos. Éstos han tenido conductas más graves, han participado en una variedad alta de conductas de forma más frecuente que el resto de sus coetáneos», apuntan los autores.
Dicho estudio se ha elaborado a partir de una encuesta realizada a 4.152 menores escolarizados, de los que 2.040 (49,2%) fueron chicos, y 2103 (50,7%) las chicas encuestas, todos ellos con edades comprendidas entre los 12 y 17 años, desde primero de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) hasta segundo de Bachiller y Formación Profesional, en centros públicos, privados y concertados de todo el país.
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Fuente: Europa Press
El abuso regular de bebidas alcohólicas, fenómeno cada vez más frecuente entre los adolescentes británicos, propicia la drogadicción, el alcoholismo y la delincuencia cuando ésos llegan a la edad adulta.
Tal es la conclusión de un estudio que examinó los hábitos en materia de consumo de alcohol de 11.000 adolescentes de dieciséis años en 1986 y vio luego lo que les había ocurrido al cumplir los treinta años.
Según ese estudio, publicado en el Journal of Epidemiology and Community and Health , quienes habían abusado del alcohol durante la adolescencia no sólo eran más proclives al alcoholismo y a la delincuencia, sino que sufrían otros graves problemas.
Así, tenían un 40 por ciento más de probabilidades de consumir drogas ilegales y sufrir problemas mentales que quienes no habían abusado de la bebida cuando eran adolescentes.Según el director del estudio, Russell Viner, «el abuso de alcohol entre los adolescentes es un comportamiento de riesgo que acarrea más tarde la exclusión social y otros sucesos adversos».
Fuente: diversas
El abuso regular de bebidas alcohólicas, fenómeno cada vez más frecuente entre los adolescentes británicos, propicia la drogadicción, el alcoholismo y la delincuencia cuando ésos llegan a la edad adulta.
Tal es la conclusión de un estudio que examinó los hábitos en materia de consumo de alcohol de 11.000 adolescentes de dieciséis años en 1986 y vio luego lo que les había ocurrido al cumplir los treinta años.
Según ese estudio, publicado en el Journal of Epidemiology and Community and Health , quienes habían abusado del alcohol durante la adolescencia no sólo eran más proclives al alcoholismo y a la delincuencia, sino que sufrían otros graves problemas.
Así, tenían un 40 por ciento más de probabilidades de consumir drogas ilegales y sufrir problemas mentales que quienes no habían abusado de la bebida cuando eran adolescentes.
Las probabilidades de que se hubieran convertido en personas sin techo eran un 60 por ciento mayores y cuatro veces mayores las de que hubiesen sido expulsados de la escuela.
Según el director del estudio, Russell Viner, «el abuso de alcohol entre los adolescentes es un comportamiento de riesgo que acarrea más tarde la exclusión social y otros sucesos adversos».
Fuente: diversas