Durante este fin de semana, todos los medios de comunicación se ven inundados de las noticias relativas a las canonizaciones de dos papas: Juan XXIII y Juan Pablo II. Que una religión quiera honrar a sus personas más señeras parece lógico y natural – el «culto a la personalidad» es inherente a las ideologías y fes basadas en las creencias y en la adhesión inquebrantable sin atisbo de crítica -, pero que toda la parafernalia festiva, peregrinación de fieles y la asistencia piadosa de representantes de estados aconfesionales se base en «milagros médicos», roza el esperpento y el ataque a la lógica y a la razón. Pero ¿qué podemos esperar de una religión?
«Capitani fue operada en Nápoles el 30 de octubre de 1965, pero el 14 de mayo del año siguiente su estómago se perforó, provocando una grave hemorragia. El sacerdote le impartió la extremaunción. “Cuando parecía que ya quedaba poco, ella y yo – recuerda Adele – empezamos a rezar una novena y pusimos una reliquia del Papa Juan XXIII sobre la fístula”. Según contó Capitani en la memoria, “mientras estaba dormitando percibí una mano rozándome la herida y una voz que me llamaba desde atrás: ‘¡sor Caterina!’… vi de pie, al lado de la cama, al Santo Padre con un rostro muy bello y sonriente. Me dijo: ‘Caterina: han rezado tanto, tú y tus hermanas. ¡Me arrancaron del corazón este milagro! Ahora estás bien. Toca el timbre, llama a tus compañeras que están en la capilla rezando y una que otra se ha quedado dormida. Que te pongan el termómetro si no confían, pero tú no tienes fiebre. Estás sanada’”. Sor Adele recuerda cómo el timbre de la moribunda empezó a sonar como loco y cómo ella y las otras se precipitaron a su habitación y la vieron parada en la cama gritando: ‘¡estoy bien, estoy bien!’. “Nosotros pensamos que estaba alucinando. Pidió comida, ya que llevaba 12 días sin ingerir nada porque tenía el estómago lacerado”. La fístula estaba cerrada, “(El doctor) Giuseppe Zanini -cuenta Adele- sacudía la cabeza y dijo: ‘Esta monja es medio rara’. Confundido, dejó la habitación”. Zanini redactó el reporte sobre una curación que no tenía explicación científica».
Desde luego, la curación espontánea de una hemorragia digestiva es más que posible. Un paciente crítico presenta, en numerosas ocasiones, trastornos alucinatorios. Al leer este relato, el milagro fue la buena suerte de la paciente en la época en que no había ni cimetidina, ranitidina u omeprazol.
La única información que se puede leer y escuchar es aquella que describe simplemente, en un tono de completa credulidad, el relato de los protagonistas. La desaparición brusca y definitiva de los síntomas parkinsonianos de una paciente tras cinco días de supresión de la medicación y la escritura dificultosa del nombre del papa Juan Pablo II es algo claramente inesperado. La enferma presentaba un parkinsonismo muy evolucionado a los 46 años, de una duración de unos 10 años. Con tales datos, no parece que ninguna explicación racional aparezca. Si es así, ¿por qué no permitir la lectura completa de los documentos médicos, tratamientos, pruebas realizadas, curso evolutivo, etc, para que pudieran ser revaluados?
Pero, la rigidez y los temblores de esa monja de 36 años ¿eran la enfermedad de Parkinson? Hoy en día, el diagnóstico no se realiza por la clínica de un paciente. En aquellos casos dudosos o atípicos, las nuevas formas de evaluación de la vía dopaminérgica como el Ioflupano I 131 apoyan o descartan la enfermedad.
La versión actual del «levántate y anda» es el llamado trastorno de conversión. Como vemos en el vídeo, la hermana Marie Simon está estupendamente. Cualquier explicación es válida menos que la sustancia nigra se cargue milagrosamente de dopamina
El oscurantismo sobre algo de lo que deberían presumir: una curación milagrosa, es contradictorio. Si realmente las leyes biológicas se han roto de una manera inexplicable, si hay alguna posibilidad de que un conjunto de monjas rezando intensivamente consigan que su dios modifique el cuerpo humano y lo sane, deberían abrir los archivos y todo su material para que los no creyentes lo conociéramos. A lo mejor, conseguían unos cuantos nuevos adeptos.
3.- Floribeth Mora Díaz, milagro atribuido a Juan Pablo II
La paciente lo explica bien: aneurisma sangrante, buena evolución, desaparición del aneurisma. ¿Es ésto posible? Si, mediante una trombosis espontánea del aneurisma. Realmente, no es muy difícil encontrar casos similares: .
Cuánto nos gustaría a los médicos, cada día en cada persona, sin rezos ni adhesiones a religiones, que las personas que sufren enfermedades y mueren tuvieran una intervención «divina» que les paliara el sufrimiento y alejara la muerte.
La ciencia avanza lentamente, todavía no es capaz de «curar muchas enfermedades», como mucho reducir el sufrimiento de las personas y retrasar la llegada de muerte. Aún así, ahora, con dioses o sin dioses, se ha conseguido – a pesar de la rémora histórica negativa de la religión católica en Occidente – avanzar hasta grados de bienestar y curación no conocidos previamente por la humanidad. Y a pesar de esto, todos debemos saber que moriremos y que no habrá medicina o milagros de santos que lo evite. Es nuestro destino biológico. Y el que crea en «otra vida», mejor para él, porque de la muerte en ésta nadie le va a salvar.
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