Andrew Newberg, director de investigación en Myrna Brind Center of Integrative Medicine at Thomas Jefferson University and Hospital in Philadelphia, responde:
Los investigadores han identificado las diferencias entre los cerebros de creyentes y no creyentes, pero la imagen neural no se ha completado.
Varios estudios han revelado que las personas que practican la meditación o han orado por muchos años presentan una mayor actividad y tienen más tejido cerebral en los lóbulos frontales, las regiones asociadas con la atención y la recompensa, en comparación con las personas que no meditan o rezar. Un estudio más reciente reveló que las personas que han tenido experiencias de «nacer de nuevo» tienen un hipocampo más pequeño, una parte del cerebro involucrada en las emociones y la memoria, que los ateos. Estos hallazgos, sin embargo, son difíciles de interpretar porque no aclaran si tener más lóbulos frontales o un hipocampo más pequeño hace que la persona sea más religiosos, o si ser piadoso provoca cambios en estas regiones del cerebro.
Varios experimentos han tratado de dilucidar si creer en Dios provoca cambios cerebrales similares como creer en otra cosa. Los resultados, hasta ahora, muestran que pensar en Dios puede activar las mismas partes del cerebro, como pensar en un avión, un amigo o una farola. Por ejemplo, un estudio mostró que cuando la gente religiosa oró a Dios, utiliza algunas de las mismas áreas del cerebro que cuando habló con una persona promedio. En otras palabras, en el cerebro de la persona religiosa, Dios es tan real como cualquier objeto o persona.
La investigación también sugiere que un cerebro religioso presenta mayor nivel de dopamina, una hormona asociada con una mayor atención y motivación. Un estudio demostró que los creyentes eran mucho más propensos que los escépticos para ver palabras y rostros en la pantalla cuando no había ninguno, mientras que los escépticos a menudo no ven las palabras y las caras que estaban realmente ahí. Sin embargo, cuando a los escépticos se les dio la droga L-dopa, que aumenta la cantidad de dopamina en el cerebro, tenían la misma probabilidad de interpretar los patrones codificados como las palabras y las caras al igual que las personas religiosas.
¿Qué hace la investigación? Por el momento, no tenemos una manera clara de conectar todos los puntos. Por ahora podemos decir que los cerebros religiosos y ateos tienen diferencias, pero las causas de estas disparidades se desconoce.
Artículo completo en: Scientific American