Una cuestión importante es la relativa a las características de la ciencia. Popper ofrece un desarrollo conocido como racionalismo crítico basado en la idea de refutación. Bunge parte de este punto de vista y concede en su teoría un rol a la refutación, aunque también lo considera insuficiente debido a que es preciso además recopilar evidencia empírica sobre una cuestión. Bunge se interesa en particular por el estatus científico de las ciencias sociales y, de hecho, ha prestado atención a la Criminología. Frente a la idea de ciencia, las pseudociencias abundan en la literatura y por ello se hace tan preciso establecer unos criterios de demarcación entre lo que es ciencia y lo que no lo es. Otra cuestión importante es la relativa a la conexión existente entre Filosofía y Sociología, la cual tiene sus repercusiones en la cuestión de la cientificidad en el trabajo de Bunge.
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Las pseudociencias ¡vaya timo!
Mario Bunge
Nº de páginas: 256
Editorial: Laetoli
ISBN: 9788492422708
Precio: 20€
SINOPSIS
Recopilación de los textos más relevantes del filósofo Mario Bunge sobre pseudociencias. Existe a tratar las pseudociencias, supersticiones y la anticiencia como posturas o conocimientos inofensivos. Esto se suele deber a que los científicos suelen estar demasiado absortos y ocupados en sus propias investigaciones y no tienen tiempo para estos sinsentidos. Mario Bunge nos hace ver que esta postura no es en absoluto adecuada porque permite por omisión detener al virus intelectual que son las supersticiones y pseudociencias. Este virus puede enfermar toda una cultura y acabar con la investigación y el desarrollo.
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Una de las principales contribuciones del libro es la de proporcionarnos un marco claro y bien definido de qué es CIENCIA y otro marco que nos define que es una PSEUDOCIENCIA. Un breve resumen de cada uno de los marcos lo podéis encontrar en el post Está científicamente demostrado que… Advierto que dicho resumen puede tener puntos poco claros, definidos y argumentados, si no os aclaráis, os aconsejo que vayáis a la fuente original que este libro.
La filosofía no siempre ha ido de la mano de la ciencia y muchas posturas son claramente anticientíficas, el señor Bunge define una serie de características que debería reunir una filosofía para que esta pueda comprender y promocionar la investigación científica.
Ampliar en: HABLANDO DE CIENCIA
Para Mario Bunge, el psicoanálisis no es una ciencia, sino una seudociencia. Desde su perspectiva epistemológica, la teoría y las terapias psicoanalíticas se sustentan en hipótesis que son incontrastables, además de resistirse a la crítica.
Para el especialista este es un criterio importante para afirmar la falta de cientificidad de esta corriente de pensamiento. A continuación, te dejamos un extracto de Ciencia, técnica y epistemología, texto que se encuentra en algunas currículas universitarias, en donde el filósofo argentino expone sus argumentos para rebatir la cientificidad de la escuela fundada por Sigmund Freud.
«Ahora voy a hacer una breve mención al psicoanálisis, que -junto con la homeopatía- es la más rentable de las seudociencias. En efecto los psicoanalistas cobran por lo menos cien dólares por hora, mientras que los parapsicólogos no hacen consultas (a menos que oficien como espiritistas).
Las hipótesis psicoanáliticas se pueden dividir en dos clases: las comprobables y las incomprobables. Entre las incomprobables está la hipótesis de la represión, porque según los psicoanalistas si uno no admite algo, por ejemplo si una niña no admite que su padre ha abusado sexualmente de ella, es porque ha reprimido ese recuerdo; y cuanto más se niega tanto más prueba esto la represión. Entonces, ¿cómo hacemos para refutar la hipótesis?
Otro ejemplo: la hipótesis de que todo varón sufre el complejo de Edipo. Si un varón ama realmente a su padre, los psicoanalistas dicen que el superyó del sujeto está reprimiendo el odio. Cuando afirma que ama a su padre está probando que, en realidad, lo odia. La sola presencia de hipótesis incomprobables en el psicoanálisis muestra que es una seudociencia.
Las hipótesis psicoanalíticas comprobables son en principio de tres tipos: las que han sido verificadas, las que han sido falseadas, y las que no han sido puestas a prueba. Yo no conozco ninguna que haya sido verificada. Una tras otra, las que han sido puestas a prueba, han sido refutadas.
Una de ellas es la hipótesis de que hay dos tipos de personalidad, la oral y la anal. Quien tiene una personalidad anal es disciplinado, serio y más bien introvertido; en cambio, los sujetos con personalidad oral son despreocupados, indisciplinados y extravertidos.
Hace ya una cuarentena de años se probó que no hay ninguna correlación entre la personalidad y la manera en que al niño de corta edad le han entrenado los esfínteres. Otro mito freudiano es el del orgasmo vaginal. También este ha sido refutado hace una cuarentena de años.
Uno de los mitos psicoanalíticos más absurdos y rentables es la tesis de que todo olvido es debido a la represión. Los psicólogos científicos han descubierto hace un siglo que lo excepcional no es el olvido, sino el recuerdo. Y en el curso de las últimas décadas se ha descubierto el mecanismo de la memoria: la formación de sistemas de neuronas activadas por algún acontecimiento. Estos sistemas se van formando y deshaciendo en el curso del desarrollo. No se nace con recuerdos: el cerebro del recién nacido es demasiado primitivvo para formar recuerdos que no sean de impresiones muy básicas. En resumen, la hipótesis de que todo olvido se debe a la represión es incompatible con la psicología experimental y la neuropsicología.
Esto no quita que no exista toda una industria».
“Virus intelectuales” denomina el físico y filósofo contemporáneo Mario Bunge a las pseudociencias, en su libro “Las pseudociencias ¡vaya timo!”. El autor asegura que hay que dedicar mucho tiempo a desvirtuar y destruir a los pseudocientíficos e incluso a aquellos científicos “competentes en un rincón del saber y tontos en cuestiones fundamentales” (hace referencia a la filosofía de la ciencia y la epistemología).
En esta misma línea crítica, habla del “charlatanismo académico” y lo asocia a “una mezcla de sinsentidos, falsedades y perogrulladas enunciadas en lenguaje hermético y más o menos bombástico”, puesto de moda en varios círculos de las escuelas de humanidades, pero que, por fortuna, no ha invadido aún a las ciencias biológicas (medicina, farmacia, agronomía, etc.).
La divulgación y promoción de las pseudociencias y el charlatanismo tienen efectos sobre la sociedad, pues, al no transmitirse nociones claras y reales del mundo material y objetivo, se tergiversa la realidad. Al incorporarse al estudio del mundo creencias mágicas, míticas, dioses, religiones, supersticiones, parapsicología, quiromancia, conceptos anticientíficos y toda una serie de estructuras mentales y “basuras intelectuales aparentemente inofensivas”, se deforma el pensamiento general y se arrastra a las personas a la superficialidad del análisis.
Bunge expone razones para combatir a las pseudociencias y el charlatanismo: No deben considerarse como basura que pueda ser reciclada para transformarla en algo útil; al ser virus intelectuales, atacan a cualquiera, al extremo de enfermar a toda una cultura y volverla contra la ciencia. El auge de estos contaminantes psicosociales podría servir para medir el estado de salud cultural de una población.
Las pseudociencias siguen siendo populares porque la ciencia se enseña mal y porque en aquellas se encuentra consuelo e ilusión de seguridad. Frente a estas estructuras mentales que rehúyen la contrastación del empirismo racional o la ciencia, hay que anteponer la educación alejada del dogmatismo, del concepto de lo absoluto y promocionar el “escepticismo metodológico moderado”, que no pone en duda todo el conocimiento, sino una parte de él.
Por lo que, para aceptar un conocimiento, y más aún para difundirlo, este debe pasar por una fase de prueba científica rigurosa que compruebe a cabalidad su verdad o su falsedad y conlleve a actuar de manera racional. Es un compromiso moral, entonces, combatir estas tendencias cada vez más extendidas en la sociedad, que la enferman a modo de “virus del intelecto”.