Muchas de las firmas de moda españolas que estos días llenan sus escaparates contratan su producción a fábricas y talleres de todo el mundo. Por su cercanía y por las características de su mercado laboral, Marruecos se ha convertido en un importante centro de costura y confección de España y de gran parte de Europa.
La Campaña Ropa Limpia y SETEM acaban de publicar el informe La moda española en Tánger: trabajo y supervivencia de las obreras de la confección en el que analiza los factores que mantienen a las trabajadoras de las cadenas de suministro de las firmas de moda en situaciones de pobreza y de gran vulnerabilidad social pese a tener un puesto de trabajo. La investigación se basa en entrevistas a 118 obreras y en varias reuniones e intercambios realizados gracias a la asociación de mujeres trabajadoras Attawassol. El informe dibuja una vida cotidiana extremadamente dura. Sus jornadas laborales suelen ser de más de 10 horas diarias durante seis días a la semana, a las que se debe sumar una media de seis horas de trabajo doméstico al día; no saben cuándo deberán realizar horas extra que, por otro lado, son obligatorias; los salarios, de unos 200 euros mensuales, no les permiten mantener a sus familias; y no tienen posibilidad de organizarse para defender sus derechos debido a la falta de tiempo y a las muchas presiones y amenazas que reciben si intentan reunirse con sus compañeras.
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Amina Filali, de 16 años, no aguantó más. A primera hora de la tarde del sábado tragó unas cucharadas de matarratas en la casa de sus suegros en el pueblo de Chourfa, en la costa atlántica de Marruecos, a mitad de camino entre Arcila y Larache. Cuando arreciaron los dolores y Amina empezó a gritar, su marido, Mustafa Sallak, de 25 años, la introdujo en un taxi y la llevó al hospital de Larache, a una veintena de kilómetros.
Llegaron tarde. Antes de agonizar, el mismo sábado, Amina confesó a los médicos lo que había ingerido. Su cuerpo permanece aún en el depósito de cadáveres a la espera de que los forenses le hagan una autopsia. La legislación marroquí obliga a hacérsela a los suicidas.
“La vida de Amina cambió hace ocho o nueve meses”, recuerda un miembro de las fuerzas de seguridad destinado en la zona y que pide que no se revele su nombre ni graduación. “Tenía 15 años cuando Mustafá la agredió sexualmente”, prosigue el agente. El padre de la pequeña, Lahcen Filali, le denunció ante la fiscalía por “perversión de menores”.
“Una familia se ofreció entonces a mediar entre Lahcen y el padre del agresor”, añade la misma fuente. Propuso recurrir al artículo 475 del Código Penal marroquí que permite al agresor o violador de una menor casarse con su víctima y evitar así el juicio y la probable pena de cárcel. Al hacerlo reconoce su culpabilidad.
Los padres de Amina y Mustafa dieron su acuerdo. Un juez de familia de Larache autorizó entonces el matrimonio de la menor como lo requiere la moudawana, el código de familia en vigor desde 2004.
En verano Amina se fue a vivir a Chourfa, a casa de sus suegros, porque su marido, trabajador agrícola, carecía de ingresos regulares para disponer de su propio domicilio. La adolescente no debía de ser feliz porque, según Al Massae, el diario de Casablanca que ha destapado hoy el suicidio, intentó volver a casa de su padre, pero este se negó a readmitirla.
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Según el informe que ha presentado la organización «Médicos sin Fronteras» , «Violencia sexual y migración: la realidad oculta de las mujeres subsaharianas atrapadas en Marruecos de camino a Europa», se estima, mediante un censo que realizó la organización en enero de 2010, que actualmente hay al menos 4.500 inmigrantes subsaharianos en Marruecos.
De estos, el 39% de los entrevistados durante el censo ha reconocido haber sufrido algún tipo de agresión en Marruecos. De ellos, el 85% lleva entre uno y cinco años en este país y los porcentajes son un 70% hombres, un 20% mujeres y un 10% niños.
Además, MSF ha documentado las historias de 63 pacientes que han declarado haber sido víctimas de violencia sexual. Las edades de estas pacientes oscilan entre dos y 40 años, el 21,5% de las mismas son menores de edad, y un 10% tiene menos de 16 años.
Vídeo de Medicos Sin Fronteras. Migraciones y Violencia Sexual»
Una de cada tres mujeres subsaharianas son violadas en el camino hacia Europa
Fuente: ÉTICA Y CIUDADANÍA
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