En Las2Orillas, Margarita Londoño pasa revista al problema de que la pseudociencia alternativista no responda ante ninguna entidad estatal:
Nadie controla la medicina alternativa, ni el Invima, ni el ministerio de Protección Social, ni la Superintendencia de Salud, ni la de Comercio, ni las asociaciones médicas. Frente a esta medicina las y los pacientes están desarmados como conejitos de indias: si se mejoran es gracias a procedimientos alternativos, si se mueren es porque así lo quiso Dios.
El problema es que miles o millones de personas van cada día a dejar sus “diezmos” en las arcas de unos mercachifles sin ningún nivel de calidad, ni control, que pueden ser o no salvadores, pero que en ningún caso asumen responsabilidad frente a su clientela.
Hay tutelas y demandas cuando una IPS o EPS se equivoca, cuando se produce el paseo millonario o cuando un profesional de la medicina recomienda un tratamiento equivocado. En esos casos, los jueces y las superintendencias caen con todo el peso de la Ley. Eso está bien, nadie puede, ni debe lucrarse con la salud de la población. La medicina es un servicio social y prestarla con responsabilidad es una obligación del Estado que debe velar por la preparación de profesionales como un compromiso sagrado de las instituciones educativas.
Sin embargo, al otro lado hay una zona gris, más aún, una sobra obscura que no permite ningún control, que no asume ninguna responsabilidad y a quienes nadie controla, ni en precios, ni en rigor por los tratamientos, ni mucho menos en los resultados.
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Bajo el principio de que el Ministerio de Protección Social solo protege lo que puede caber en las facultades de medicina estamos cayendo en el mundo mágico de la brujería. De igual manera, si se sigue considerando que el Invima y la Supersalud solo pueden controlar goticas o pastillas consideradas medicinales, estamos en poder de mercachifles que montan “laboratorios de bolsillo” para vender placebos sacados de cualquier cosa, sin calidad ni control, la especulación comercial va a producir muchos réditos para los llamados “alternativos” y muchas víctimas entre los considerados “pacientes”.
Me parece que la situación es insostenible. Frente a la inoperancia de la medicina tradicional, no podemos permitir el desborde de la improvisación y el negocio. La salud es algo muy serio para dejarla en manos de teguas y de comerciantes.
La Fundación Universitaria Juan N. Corpas (Colombia) orienta su programa de pregrado de medicina, entre otros a:
La adquisición permanente y continua del conocimiento científico, mediante la investigación formativa.
¿Y qué hacen con ese conocimiento científico? Porque si se dedican a promocionar la brujería, la pseudociencia y la pseudomedicina, no están aplicando el conocimiento científico. De esto se pueden inferir dos posibles escenarios: o nunca consiguen adquirirlo, o una vez lo adquieren lo desechan por completo.
Y su plan de estudios resulta algo curioso:
Por ejemplo, en sexto semestre de la carrera de Medicina ofrecen ética a la vez que enseñan pseudomedicina, que llaman «Terapéuticas Alternativas».
Por todo esto la Fundación Universitaria Juan N. Corpas es la candidata perfecta para engrosar las filas de la Lista de la Vergüenza, que es una recopilación de todas aquellas instituciones de educación superior que promueven, defienden y enseñan pseudociencia revistiéndola de verdadero conocimiento, poniendo así en riesgo la vida y la salud de muchísimos futuros e incautos pacientes que confiarán en la certificación que el centro ‘académico’ ha hecho de estos vendedores de humo.