La física cuántica se ha convertido en el comodín de moda entre los que ignoran cómo funciona la física cuántica, pero es que la disciplina resulta especialmente atractiva para esos ignorantes (y para los charlatanes que se aprovechan de ellos) precisamente porque necesita emplear muchas metáforas y analogías que resultan útiles para hacerse una idea (aunque a veces sea vaga) de los fenómenos cuánticos, pero que permiten dar lugar a extrapolaciones absurdas. No es difícil encontrar por ahí, por ejemplo, justificaciones de la supuesta eficacia de la colorterapia basándose en la cromodinámica cuántica, que atribuye a los quarks (que serían las partículas más elementales de la materia en el ámbito de esa teoría) una propiedad que, a falta de un término mejor, se denomina “carga de color”. Pero que también podría haberse llamado, no sé, “carga de queso”, o “carga de madridismo”, o “carga de Bandersnatch”; se trataba simplemente de poner un nombre a algo que no tiene relación ni con el color ni con ninguna otra propiedad macroscópica, pero que había que llamar de alguna manera. El principio de incertidumbre o el colapso de la función de onda al realizar una medición sobre un sistema cuántico sirven también para intentar justificar con todo desparpajo toda una serie de afirmaciones ridículas, como bien sospechaba Erwin Schrödinger, que empleaba ese mismo calificativo, “ridículo”, para referirse a su famoso experimento mental con el gato encerrado en una caja. Aunque no creo que llegase a imaginar cosas tan estrafalarias como la afirmación de que la relación entre los homeópatas y sus pacientes es un entrelazamiento cuántico, la creencia de que la consciencia y voluntad del observador moldea la realidad misma, o la esperanza de que colocando el apellido ‘cuántico’ a cualquier doctrina esta parezca estar a la vanguardia del conocimiento.
Pero sospecho que ni siquiera la moda de los cuentos cuánticos podrá acabar con los reyes de las metáforas mal entendidas: Einstein y su teoría de la relatividad. Incluso si dejamos de lado que las frases de Einstein (reales, atribuidas o ficticias) forman un corpus tan inmenso y heterogéneo que se le puede citar para intentar defender casi cualquier cosa, lo cierto es que el personaje y sus ideas científicas, pasadas por la máquina de extrapolar metáforas, dan un juego colosal. Por ejemplo, la idea misma de ‘relatividad’ ha sido y sigue siendo usada para defender toda clase de relativismos morales, intelectuales y filosóficos, a pesar de que ni las teorías de Einstein entran en ese tipo de disquisiciones ni realmente tienen ese significado: que podamos calcular la diferente velocidad a la que transcurre el tiempo desde la perspectiva de un muón que viaja por la atmósfera a velocidades cercanas a las de la luz y desde la nuestra, que lo observamos desde la superficie, no parece que pueda dar pie a ningún tipo de consideración sobre la ética, el comportamiento o las creencias humanas. Y no, por supuesto que no: la equivalencia entre masa y energía (la famosa fórmula E=mc2) no justifica ningún tipo de terapia de pacotilla, y su empleo en los libros de autoayuda haría que se revolviesen en su tumba no solo Einstein, también su violín y hasta las cenizas de su pipa.
Ampliar en: LA COLUMNATA
L | M | X | J | V | S | D |
---|---|---|---|---|---|---|
« Abr | ||||||
1 | 2 | 3 | ||||
4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 |
18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 |
25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
Designed by KHK & BMH.