Un apartado en la web del Ministerio de Interior contiene nueve recomendaciones para prevenir la violación. Obviamente (aunque no debería parecernos obvio), todas van dirigidas a las mujeres, naturalizándolas como víctimas potenciales. Las propuestas se basan en decirnos qué no debemos hacer (autoestop, pasear por calles solitarias, usar el ascensor cuando van desconocidos ¿hombres?…) y con qué precauciones debemos vivir. Implica vivir con un grado de paranoia considerable: propone cosas como mantener encendidas varias luces de la casa para fingir que no vivimos solas.
Mediante el feminismo aprendí que a esto se le llama terror sexual, que enseñarnos a las mujeres a vivir con miedo a que nos violen (y sin cuestionar ese miedo ni aprender a defendernos) es una forma de mantenernos domesticadas.
En el nº2 de la revista Cuadernos de eldiario.es, se habla sobre el asunto en forma de reportaje:
Efectivamente, el consejo número 9 del Ministerio del Interior dice así: «Ante un intento de violación, trate de huir y pedir socorro. Si no puede escapar, procure entablar conversación con el presunto violador con objeto de disuadirle y ganar tiempo en espera de una circunstancia que pueda favorecer la llegada de auxilio o permitir su huida. Todo ello, mientras observa los rasgos físicos de su agresor, en la medida de lo posible».
¿Procure entablar conversación? Esa sugerencia nos ha dejado estupefactas a más de una, como una lectora de Pikara, Ana Cuervo Pollán, que nos ha mandado un encendido artículo en el que critica el decálogo por paternalista y por meter miedo a las mujeres, y se dirige al señor ministro:
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