A lo largo de la historia de la evolución de la Medicina existen algunos capítulos tan obscuros como siniestros por las implicaciones que tuvieron en los pacientes procedimientos, técnicas o sustancias con los que fueron tratados. En algunos casos, como el que nos tiene aquí, a la luz de investigaciones posteriores sobre las enfermedades mentales y la neurocirugía, suenan a procedimientos brutales, agresivos, invasivos y peligrosos.
La historia detrás de una camioneta bautizada como «lobotomobile«, que viajó a lo largo del territorio de Estados Unidos durante la primera mitad de los años 50’s, en la que Walter Freeman realizaría al menos 3,500 lobotomías, se remonta varios años atrás cuando el Dr. John Fulton presentaba sus investigaciones con chimpancés que fueron sometidos a cortes en sus lóbulos y vio un claro cambio en su comportamiento. Luego, en 1936 sería Egas Moniz quien propuso la destrucción de los lóbulos frontales para casos extremos de alteración en la conducta. Dicha técnica le valió el Premio Nobel de Medicina en 1949, algo muy criticado, antes y ahora, por solo presentar un caso. A este hecho se le ha denominado como el Premio Nobel peor concedido en la historia:
Así pues, con antecedentes tan obscuros, la técnica no paró ahí, sino que Walter Freeman la «perfeccionaría». Freeman fue un gran impulsor de la psicocirugía, tratamiento a enfermedades mentales mediante neurocirugías.
A Walter Freeman se le describe amenudo como un hombre orgulloso y ambicioso, que buscaba, entre otras cosas, ser la referencia en la cura de las enfermedades mentales. Freeman llegó a ser, en su «epoca de gloria» el presidente del American Board of Psychiatry and Neurology en los años 1946-1947. Fue un impulsor de la lobotomía trasorbital que «simplificaba» la técnica para realizar la lobotomía que, como vimos en el video líneas arriba implica la sección de las conexiones nerviosas del lóbulo frontal del cerebro
La lobotomía trasorbital desarrollada por Freeman consistía en introducir un estilete dirigido hacia arriba por dentro de la órbita ocular, luego golpeaba este con una maza de goma para penetrar el lóbulo frontal y así cortar las conexiones nerviosas. Se realizaba en pocos minutos y con anestesia local, la operación era ambulatoria. Se señala en varias fuentes que al principio las realizaba con tal cual con un picahielo, cosa que le valió el nombre común de la «técnica de picahielo«.
Así, «el lobotomista» recorrió largo y ancho de los Estados Unidos para llevar el remedio hasta la puerta del hogar. Los escrúpulos y la medición de las consecuencias a esta invasiva técnica no tuvieron lugar en el auge de la lobotomía y el lobotomobile; tanto que, incluso, se realizó en menores de edad y al mínimo síntoma de depresión o ansiedad. Generalmente se pensaba para pacientes con problemas mentales severos, como esquizofrenia o trastornos que hacían al paciente agresivo, pero luego se abusó de esta técnica.
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La investigación, que publica hoy la revista especializada Journal of Neuroscience, señala que la tendencia a tener recuerdos auténticos está asociada a un haz de axones en la sustancia blanca cerebral que conecta las zonas del hipocampo y el parahipocampo, y que son estructuras vinculadas al recuerdo y al almacenamiento de memorias.
En cambio, la tendencia a generar falsos recuerdos está relacionada con otro haz de axones en la sustancia blanca que conectan estructuras fronto-parietales, y que han estado relacionadas con otros estudios de resonancia magnética funcional con falsas memorias, según ha informado en un comunicado la UB.
La creación de falsos recuerdos de situaciones -que se da mucho, por ejemplo, en la infancia- es una área de estudio que resulta especialmente interesante en el ámbito judicial, por el impacto que puede tener sobre las declaraciones de testigos y víctimas en los juicios.
El estudio que acaba de ver la luz ha tomado como referencia los escáners realizados a 48 voluntarios con resonancia magnética estructural, utilizando la nueva técnica de la Difusion Tensor Imaging (DTI), lo que permitió a los investigadores explorar la estructura de la sustancia blanca cerebral.
A los participantes se les pasaba una prueba de memoria antes de entrar en el escáner, que consistía en recordar listas de palabras por las que les preguntaban posteriormente.
En el 75% de los casos, los voluntarios de este estudio incluían en la lista de palabras algunas que formaban parte del mismo campo semántico pero que no habían aparecido en la prueba, en un ejemplo de falsa memoria.
El estudio está liderado por el científico Antoni Rodríguez-Fornells, profesor de investigación ICREA en el Departamento de Ciencias Fisiológicas II de la UB.
Fuente: EFE