Teresa Forcades saltó a la fama gracias al vídeo «Campanas por la gripe A», producido por una anónima autora de una larga serie de vídeos en los cuales se da pábulo a todo tipo de conspiranoias, pseudomédicos, antimédicos y miembros del grupo de la marginalidad psicodisléptica: otro anitvacunas folklórico como Juan Gérvas, el falso físico Nassim Haramein, conspiranoicos del nivel altísimo de David Icke (quien afirma que el mundo está controlado por extraterrestres reptilianos malévolos que comen gente), creyentes en la electrosensibilidad, negacionistas del sida, creacionistas, etc.
Consolidó esa fama participando en congresos delirantes de conspiranoicos y pseudocientíficosporque a sitios serios nadie la invita. Y porque, como ya se podía sospechar, no tiene publicaciones sobre cuanto dice de epidemiología, virología y demás en ninguna revista científica. Su única publicación es un artículo sobre medicinas alternativas de 2007 de un estudio hecho en un instituto de teología y publicado en una revista menor llamada Atención pública que no se dedica a la epidemiología, tampoco.
Pero Teresa Forcades i Vila no es una «monja antivacunas».
O, concretamente, no es sólo una «monja antivacunas».
Es la promotora de una serie de pseudomedicinas, visiones conspiranoicas, atentados a la razón y tonterías peligrosas que van mucho más allá del simple antivacunismo selectivo que tanto crédito tiene en la España del siglo XXI ([Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]).
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Hablamos, pues, de una monja que estudió medicina pero no la practica, y sí practica una serie de rituales mágicos que según ella «le funcionan«. Y con base en eso inclusoha abordado al movimiento en pro de la sanidad pública con su mensaje antimedicina y de pánico contra las farmacéuticas no por sus prácticas, sino afirmando que sus productos son inútiles. Es decir, abandone el tratamiento basado en evidencias y deje que las monjas le dén golpecitos o le clave agujas.
Charlatanería médica y new age, más catolicismo nacionalista (nacionalcatolicismo se llamaba cuando lo hacían Franco y el cardenal Goma y Tomas), promovidos por la parte de la izquierda más despistada y anticientífica, conforman una mezcla bastante más preocupante que simplemente ser «antivacunas», aunque ya esto cause enfermedad y muerte. La simulación de la rebeldía, el uso sesgado e insidioso de denuncias muy serias sobre el mal comportamiento de una u otra industria (que deben ser abordados desde el interés del bien común y no desde el deseo de deslegitimar a la ciencia y de promover la brujería), el aprovechamiento del prestigio social que aún tiene el disfrazhábito religioso, la utilización de grandes recursos promocionales de origen oscuro (que incluyen el mantenimiento de un community manager y escolta cibernético dedicado a atacar a quienes quieren dialogar con la monja) en su conjunto dan muy mal aspecto.
Mal aspecto, de otra parte, habitual en la iglesia católica y su bimilenaria lucha contra la ciencia, la inteligencia, el pensamiento libre, la medicina y el laicismo, y que ha librado bajo los más distintos disfraces y sin escrúpulo alguno.
Artículo completo en: El retorno de los charlatanes