El polen, como una especie de ‘huella dactilar’ de las flores, marcó los ajuares funerarios, los atuendos, los vendajes o la piel de las momias, aportando valiosas informaciones. Y es que este gránulo microscópico –cada uno con la forma peculiar de su especie– como si de una de cápsula del tiempo se tratara, es capaz, en ciertas condiciones, de resistir durante varios miles de años o más.
Los granos de polen contienen en su interior la célula sexual masculina que, generalmente, para que se produzca la germinación tiene que desplazarse. Para protegerla de peligros como la deshidratación, los hongos o las radiaciones ultravioletas, posee una cubierta resistente y ésta morfológicamente es única en cada especie.
Las plantas con flores se valen del viento o los animales (insectos, pájaros o mamíferos) para que el polen llegue a su destino, por lo que su estructura varía, dependiendo del medio de transporte. En las anemófilas (arrastrado por el viento) es seco, poco denso, pequeño o con sacos aéreos. En las plantas zoófilas suele ser rugoso y adhesivo, lo que facilita que se pegue al cuerpo de los polinizadores.
La membrana del polen (exina) está constituida por una materia orgánica muy resistente que le permite soportar altas temperaturas y presiones; si sedimenta en un medio donde no pueda oxidarse como una turbera, la fosilización de su cubierta externa posibilita que se puede extraer, identificar y datar mostrando, por ejemplo, cómo era la vegetación de épocas pasadas y cómo ésta ha ido adaptándose a los cambios del clima, reflejando las condiciones medioambientales de un lugar en un determinado momento.
De hecho, el polen es uno de los principales elementos que analizan los paleontólogos a la hora de reconstruir la historia y la vegetación de un territorio, ya que a través de muestras antiguas es posible obtener la información que ayude a determinar cómo ha variado en el tiempo el clima de una región.
Del estudio del polen y las esporas en todos sus aspectos se ocupa la Palinología, una disciplina de la Botánica que sirve de apoyo en diferentes áreas, que van desde la Arqueología o la Medicina a la Criminología, pasando por Historia Geológica o el control de calidad de las mieles. Su nombre procede del término palin en griego (polvillo).
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