En un lúcido artículo de Juan Segovia, militante del Partido Comunista de Andalucía, publicado en la web de Mundo Obrero, se apoyan los cultivos transgénicos, al tiempo que una invitación para celebrar en la Universidad de Gante el trigésimo aniversario de este hito tecnocientífico. No acabo de congratularme por ambos acontecimientos cuando me llega la noticia de que el artículo ha sido censurado y mandado retirar por la curia comunista. ¡Viva el sectarismo!
Los cultivos transgénicos vienen siendo rechazados tanto por los exestalinistas reconvertidos como por los fundamentalistas cristianos. Ya en los años cuarenta, Trofim Lysenko convenció a Stalin para que condenara la Genética, como ciencia burguesa, y encarcelara e incluso ejecutara a sus exponentes soviéticos más notables. Impuso así sus disparatadas teorías sobre la modificación ambiental de la herencia, que fueron responsables de que la antigua Unión Soviética tuviera que hacer importaciones masivas de grano, nada menos que desde Estados Unidos, y de que durante la transición al sistema político actual se pasaran hambrunas y se redujera la esperanza de vida en varios años. En su formulación actual, el atávico rechazo a la Genética había dado paso al de los cultivos transgénicos, por principios y como forma de combatir a las multinacionales, lo que supone algo así como combatir los monopolios de Bill Gates, apelando a que los ordenadores son de derechas y muerden.
En el ámbito fundamentalista, la «manipulación genética» no es sino un intento impío de «suplantar a Dios». No me extrañaría que el papa Francisco se apresure a levantar esa especie de excomunión, aunque sólo sea para librar de ella a su país de origen, Argentina, y a su vecino Brasil, que han apuntalado sus economías con el nuevo invento y que juntos ya producen casi tanto grano transgénico como los países de América del Norte.
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Autor: Francisco García Olmedo