Las manillas pueden ajustarse de un modo especial para electrocutar a los prisioneros en casos como no responder satisfactoriamente a un interrogatorio o comportarse de algún modo poco adecuado, según el criterio de sus captores. Además, en caso de desobediencia, unas agujas especiales instaladas en el aparato pueden inyectar cualquier sustancia química deseada, como “un líquido o un gas, un estimulante, un medicamento o un sedante”, en la sangre del arrestado.
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La autora de esta patente proponía, a través de su máquina, crear en el interrogado «un calculado estado de ánimo para conseguir, si es culpable, una confesión.«
Fuente: La Aldea Irreductible