Para Mario Bunge, el psicoanálisis no es una ciencia, sino una seudociencia. Desde su perspectiva epistemológica, la teoría y las terapias psicoanalíticas se sustentan en hipótesis que son incontrastables, además de resistirse a la crítica.
Para el especialista este es un criterio importante para afirmar la falta de cientificidad de esta corriente de pensamiento. A continuación, te dejamos un extracto de Ciencia, técnica y epistemología, texto que se encuentra en algunas currículas universitarias, en donde el filósofo argentino expone sus argumentos para rebatir la cientificidad de la escuela fundada por Sigmund Freud.
«Ahora voy a hacer una breve mención al psicoanálisis, que -junto con la homeopatía- es la más rentable de las seudociencias. En efecto los psicoanalistas cobran por lo menos cien dólares por hora, mientras que los parapsicólogos no hacen consultas (a menos que oficien como espiritistas).
Las hipótesis psicoanáliticas se pueden dividir en dos clases: las comprobables y las incomprobables. Entre las incomprobables está la hipótesis de la represión, porque según los psicoanalistas si uno no admite algo, por ejemplo si una niña no admite que su padre ha abusado sexualmente de ella, es porque ha reprimido ese recuerdo; y cuanto más se niega tanto más prueba esto la represión. Entonces, ¿cómo hacemos para refutar la hipótesis?
Otro ejemplo: la hipótesis de que todo varón sufre el complejo de Edipo. Si un varón ama realmente a su padre, los psicoanalistas dicen que el superyó del sujeto está reprimiendo el odio. Cuando afirma que ama a su padre está probando que, en realidad, lo odia. La sola presencia de hipótesis incomprobables en el psicoanálisis muestra que es una seudociencia.
Las hipótesis psicoanalíticas comprobables son en principio de tres tipos: las que han sido verificadas, las que han sido falseadas, y las que no han sido puestas a prueba. Yo no conozco ninguna que haya sido verificada. Una tras otra, las que han sido puestas a prueba, han sido refutadas.
Una de ellas es la hipótesis de que hay dos tipos de personalidad, la oral y la anal. Quien tiene una personalidad anal es disciplinado, serio y más bien introvertido; en cambio, los sujetos con personalidad oral son despreocupados, indisciplinados y extravertidos.
Hace ya una cuarentena de años se probó que no hay ninguna correlación entre la personalidad y la manera en que al niño de corta edad le han entrenado los esfínteres. Otro mito freudiano es el del orgasmo vaginal. También este ha sido refutado hace una cuarentena de años.
Uno de los mitos psicoanalíticos más absurdos y rentables es la tesis de que todo olvido es debido a la represión. Los psicólogos científicos han descubierto hace un siglo que lo excepcional no es el olvido, sino el recuerdo. Y en el curso de las últimas décadas se ha descubierto el mecanismo de la memoria: la formación de sistemas de neuronas activadas por algún acontecimiento. Estos sistemas se van formando y deshaciendo en el curso del desarrollo. No se nace con recuerdos: el cerebro del recién nacido es demasiado primitivvo para formar recuerdos que no sean de impresiones muy básicas. En resumen, la hipótesis de que todo olvido se debe a la represión es incompatible con la psicología experimental y la neuropsicología.
Esto no quita que no exista toda una industria».
El psicoanalista suizo Carl Gustav Jung especuló con un vínculo entre la forma de un platillo y la iconografía de la mandala budista. Una mandala en el budismo es un diagrama simbólico circular que puede servir como soporte para la meditación. Jung parece ver en los platillos volantes una emancipación del inconsciente colectivo, si es que tal cosa existiera. El argumento no es convincente. En efecto, el hecho de que la forma circular que predomina en la casuística se explica de forma mucho más simple – que se hace aquí, por supuesto, se refiere a la navaja de Occam – el hecho de que hay muchos círculos y puntos en el cielo: la Luna , estrellas, planetas, satélites, las luces de aviones, etc.
También destaca que los ovnis en forma de cigarro son símbolos fálicos, donde los platillos más bien son los ovarios. Entonces cae en la obsesión freudiana, percibe la sexualidad en todas partes. Este tipo de interpretación natural no aporta nada realmente para entender el fenómeno OVNI.
El hecho de que los testigos describen las formas más simples (círculos, cuadrados, triángulos, óvalos) se puede explicar sociológicamente. De hecho, es más fácil decir que había un círculo o un objeto oblongo que la superación de una elaborada descripción. Pierre Lagrange (2000) destaca además la importancia de la gráfica realizada a mano. De hecho, investigadores de OVNIs a menudo preguntan a los testigos que dibujen lo que observan. Sin embargo, la mayoría de la gente son malos diseñadores. Es mucho más fácil dibujar sólo un círculo que la superación de una ilustración elaborada. Por último, tenga en cuenta que la forma triangular se ha vuelto popular en los últimos años, sobre todo durante la ola belga. Carl Gustav Jung no necesariamente hablaba de ella en su libro de 1958. Si los ovarios son redondos, si los cigarros son el pene, mientras que ¿los triángulos son? No tengo ninguna duda de que es posible encontrar en los símbolos religiosos algo que supuestamente podría explicarlo, pero este enfoque parece demasiado ad hoc.
El psicoanalista en este ensayo examina algunas de las producciones culturales relacionadas con la imagen del platillo, es decir, pinturas y sueños de temáticas ovni. Fuertemente influenciado por la incipiente parapsicología, Jung defiende una versión de lo que ahora llamamos la hipótesis extraterrestre en el segundo grado, es decir, una mezcla de la hipótesis extraterrestre con lo paranormal. Él no rechaza la posibilidad de que los visitantes sean realmente extraterrestres, sin embargo, sugiere que las observaciones de sus ingenios están sincronizadas. Ellos asumen el control, como hemos mencionado anteriormente, la aparición de un arquetipo. Esta hipótesis se acerca más a la imitación, que dice que una inteligencia no humana se manifiesta a nosotros, ya sea mediante la adopción de formas prosaicas (creo que el testigo observó, por ejemplo, la Patrouille de Francia, pero en realidad es así y la verdad extraterrestre son naves encubiertas) formas que son culturalmente aceptables (la apariencia de naves extraterrestres entonces se ajusta a los estereotipos culturales que nacen de la ciencia ficción).
El enfoque propuesto por Carl Gustav Jung fue imitado. Su influencia se hizo sentir por ejemplo en el mundo de habla francesa a través de la obra de Bertrand Méheust (1978), La ciencia ficción y los platillos volantes, en la que presenta el fenómeno OVNI como algo mítico-físico (incluso si no es muy claro acerca de lo que esto significa en la práctica).
Referencias:
– Jung, C. G. [1958] (1996). Un mythe moderne. Des « Signes du ciel ». Paris : Gallimard.
– Lagrange, P. (2000). Reprendre à zéro: Pour une sociologie irréductionniste des ovnis. Inforespace, 100, 60-75.
– Méheust, B. (1978). Science-fiction et soucoupes volantes – Une réalité mythico-physique. Paris : Mercure de France.
Vivimos en una era «postsecular«, donde no está bien ofender los sentimientos religiosos, ni los sentimientos de los psicoanalistas lacanianos. Sophie Robert, [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE] a pagar 300 000 euros y a retirar su documental El Muro.
Fuente: La revolución naturalista
El psicoanálisis está repleto de afirmaciones extraordinarias. Freud nos dice cosas como que los bebés tienen una vida sexual muy activa, o que la mayor parte de los niños a la edad en que empiezan a acudir al colegio están enamorados de sus madres y desean matar a sus padres, o que las niñas envidian el pene y los niños temen ser castrados. Muchas personas creen que las afirmaciones del psicoanálisis pertenecen al campo de la ciencia y que debemos creerlas, por extraordinarias que nos resulten, porque han sido científicamente demostradas. Sin embargo —afirman Carlos Santamaría y Ascensión Fumero—, ni Freud ni sus seguidores demostraron jamás ese tipo de afirmaciones, ni con pruebas extraordinarias ni con indicios relativamente razonables. El psicoanálisis ha lanzado al mundo las ideas tal vez más sorprendentes sobre la psicología humana, pero no lo ha hecho tras considerarlas probadas. Estas afirmaciones son a veces simplemente falsas y otras sencillamente indemostrables….
Un nuevo libro de la editorial Laetoli, serie Vaya timo (colección dirigida por Javier Armentia y editada en colaboración con la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico www.escepticos.org), El psicoanálisis ¡vaya timo!, escrito por Carlos Santamaría (Madrid, 1962) y Ascensión Fumero (Santa Cruz de Tenerife, 1967).
Extracto del libro
¿Qué dice el psicoanálisis?
No es fácil, desde luego, pensar en un método para investigar precisamente aquello a lo que no tenemos acceso. Freud propuso, por tanto, la utilización de una metodología totalmente indirecta. En primer lugar, como hemos dicho, empezó a usar la asociación libre. La idea le vino también de sus observaciones de una sesión de hipnosis, pues después del trance hipnótico parecía producirse una amnesia de todo aquello que hubiese sucedido durante la sesión (al menos, eso era lo que sostenían algunos investigadores de la época). Sin embargo, se había descubierto que, si se pedía al paciente que dijese lo primero que le viniera a la mente, diría alguna palabra relacionada con lo que le había sucedido durante el trance. Es decir, las personas no tenían conciencia de ello pero existía un trazo de memoria. Freud pensó inmediatamente que esta misma técnica podría utilizarse con personas no hipnotizadas: si pregunta directamente al paciente por el motivo de su preocupación, el analista chocará con su resistencia a manifestar la verdadera causa del problema; sin embargo, si le deja que hable en libertad, esta persona, sin darse cuenta, dará las claves para acceder a su inconsciente.
Freud recogió también datos de otros actos en los que no participa la voluntad humana. Su idea era la siguiente: nuestra conciencia trata continuamente de ocultar aquello que nos resulta doloroso o inaceptable; si pedimos simplemente a un paciente que nos diga lo que le preocupa, hará referencia solamente a sus síntomas y jamás llegará al fondo del problema. Sin embargo, los actos fallidos y los lapsus lingüísticos nos podrán dar idea de qué es lo que afecta realmente al paciente.
En la teoría de Freud casi no queda lugar para la casualidad. Si olvidamos un objeto, tal vez nos queríamos desprender de él o que llegase a manos de otra persona. Entre estos actos fallidos los más relevantes son los lapsus lingüísticos, esos errores que nos comprometen a veces y que con cierta frecuencia ponen en evidencia a los políticos ante los medios de comunicación. Un político conocido por su tendencia a cometer este tipo de errores es George W Bush. Preguntado, por ejemplo, por la aplicación de la pena capital como gobernador de Texas, dijo: “Creo que no condenamos a muerte a ningún culpable… quiero decir, inocente”. En otra ocasión, Bush afirmó que su gobierno no dejaba de pensar en cómo causar “daño a nuestro país y a nuestro pueblo”. Estos comentarios provocan la risa de los asistentes a sus conferencias, pero si a ellas acudiese algún psicoanalista sacaría además una conclusión adicional: en sus errores George W. Bush estaría comunicando sus verdaderas intenciones, tal como están registradas en su inconsciente. Es decir, en las adecuadas circunstancias, podría inferirse que Bush pensaba en el fondo que ningún condenado merecía serlo y que su gobierno era dañino para el pueblo americano.
El método propuesto por Freud consistía, por tanto, en analizar los contenidos del inconsciente en cada persona. Junto con la asociación libre y la observación de los lapsus y actos fallidos, otra
vía de acceso al inconsciente es la interpretación de los sueños. Durante el sueño, el inconsciente se expresa sin las restricciones impuestas por la voluntad durante la vigilia. Por tanto, en los sueños cumplimos simbólicamente los deseos que no podemos satisfacer cuando estamos despiertos. Todos los sueños serían, según Freud, realizaciones de deseos. Si nos acostamos con hambre, tal vez soñemos que comemos; si por la mañana deseamos seguir durmiendo, es posible que soñemos que nos levantamos y vamos al trabajo o al centro de estudio mientras permanecemos en la cama. Por supuesto, otras necesidades fisiológicas nos harán soñar en consecuencia.
Freud planteaba que no sólo este tipo de sueños consisten en la satisfacción de nuestros deseos, sino que todos los sueños tendrían esa finalidad. La clave es que los deseos que se satisfacen no son habitualmente conscientes sino inconscientes. Por tanto, alguien puede soñar con el fallecimiento de un ser querido y verse en el sueño sumido en una profunda tristeza. Esto podría significar, sencillamente, que para esta persona dicho familiar está suponiendo un obstáculo para sus intereses y en cierto modo le gustaría que desapareciese de su vida. Así, en la teoría de Freud, los contenidos inconscientes son los que tienen mayor interés para el analista.
El psicoanálisis no es una teoría científica de la mente
Una de las críticas realizadas más frecuentemente al psicoanálisis es precisamente que dicha disciplina no hace lo que el principio original de Arquímedes, sino lo que el “principio ambiguo”. El psicoanálisis no exhibe la valentía que debe caracterizar a las teorías científicas, que deben estar dispuestas siempre a que los datos las contradigan. El psicoanálisis se escuda, por el contrario, en tal cantidad de principios que evita la posibilidad de definir el conjunto de observaciones que demostraría su falsedad. Nos hemos referido en el capítulo anterior a la presunta existencia de personalidades anales retentivas. Según el psicoanálisis, hay personas que en cierto momento de su infancia mantuvieron una curiosa relación con el cuarto de baño, el cual usaban para buscar el placer mediante la retención y expulsión de las heces. Dicha práctica anómala era causa, y tal vez consecuencia, de ciertos desarreglos psicológicos que han de pagar el resto de su vida. Estos trastornos se advierten en el adulto por una excesiva propensión al orden, la minuciosidad, la limpieza… Los anales retentivos son esas personas que alinean cuidadosamente los bolígrafos en el escritorio, ordenan sus libros por colores y tamaños y no soportan el más mínimo desorden en sus costumbres. Si usted ha quedado con un anal retentivo a las cinco en punto, no ha de preocuparse porque pueda hacerle esperar.
Algunas investigaciones han demostrado cierta relación entre diversas características que acabamos de mencionar. Las personas ordenadas suelen ser puntuales, minuciosas, etc., pero nadie ha demostrado jamás que en ciertos momentos de su más remota infancia tuvieran una relación estrambótica con el cuarto de baño. Usted podrá preguntarse entonces cómo hace el psicoanálisis para llegar a tan extraordinaria conclusión.
Podríamos plantear, tal vez, el siguiente tipo de investigación: estudiemos minuciosamente el control de esfínteres efectuado por niños de la edad prevista. En nuestra muestra habrá algunos que retengan los esfínteres más tiempo que otros (estas mediciones habrán de realizarse con los instrumentos adecuados y, en cualquier caso, el investigador no estará recién comido). Deberemos esperar unos años para comprobar si verdaderamente los niños identificados de aquella forma tienen unas características de personalidad más cercanas a la descripción propuesta por Freud que el resto de los niños de la muestra. Tras un trabajo de este tipo, y si encontrásemos la esperada relación, podríamos plantearnos sostener las afirmaciones de Freud. Pero Freud no hizo nada de esto. Para ello hubiese tenido que dedicar una considerable cantidad de esfuerzo y recursos (y también estómago) y esperar unos años a que los niños crecieran antes de publicar sus conclusiones. Pero lo más importante es que se habría arriesgado a encontrarse con que no tenía razón, es decir, tal vez no hubiese hallado relación alguna entre el control de esfínteres durante la infancia y la personalidad adulta. La vía elegida por Freud fue mucho más rápida y efectiva para sus intereses. Bastaba con enunciar sus ideas tal como se le ocurrían o, en el mejor de los casos, fundamentarlas en observaciones clínicas de adultos. Freud jamás observó la retención anal o el complejo de Edipo: los infirió del análisis de los pacientes que acudían ya crecidos a su consulta.
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Supongamos que un analista tiene la hipótesis de que un paciente suyo sufre precisamente de un trastorno anal retentivo de la personalidad. Dada esta situación, puede tratar de confirmar su diagnóstico preguntando al paciente, por ejemplo, si se considera una persona extremadamente ordenada. Desde luego, si el paciente responde afirmativamente, el analista dará por confirmado el diagnóstico pero, contra lo que dictaría el sentido común a la mayor parte de las personas (al menos a las que no han recibido instrucción psicoanalítica), si el paciente lo negase es posible que el analista diese también por confirmado el diagnóstico. Esto se debe a que la negación del síntoma puede haber sido motivada por la represión, uno de los mecanismos de defensa del Yo —y del psicoanálisis—. Podría suceder también que el paciente dijese: “Yo no, pero mi mujer sí es extremadamente ordenada”, en cuyo caso el analista podría recurrir al mecanismo de defensa de proyección para salvaguardar su diagnóstico, y así puede actuar ante casi cualquier respuesta que reciba por parte del paciente. Si el método científico ha surgido especialmente para evitar la propensión humana a dejarse llevar por ciertos engaños e ideas previas, el método psicoanalítico parece haber surgido para fomentar dicha tendencia.
Una consecuencia de esta manera de proceder es que las hipótesis psicoanalíticas tienen un ámbito de comprobación muy amplio: no es infrecuente que una observación y su contraria vengan a confirmar incluso la misma hipótesis.
El psicoanálisis no es útil como conocimiento psicológico
En este capítulo queremos someter a prueba la utilidad del psicoanálisis como tratamiento de las dolencias de los enfermos mentales. Ya hemos cuestionado la validez científica y teórica de los postulados principales del psicoanálisis, pero es posible que, aun partiendo de premisas erróneas, el tratamiento psicoanalítico tenga alguna utilidad. Es posible que algo funcione sin que conozcamos la causa que está actuando. En tal caso, podríamos basarnos en razones pragmáticas para defender su uso.
Usted tal vez se pregunte si la utilidad terapéutica atribuida desde el principio al psicoanálisis se debe a que Freud obtuvo resultados espectaculares con sus pacientes. Lamentablemente, éste no parece ser el caso. Como hemos dicho, el criterio de éxito de la terapia psicoanalítica es difícil de contrastar con la realidad. Al fin y al cabo, el analista es quien decide cuándo está curado el paciente, y esto lo hace incluso por encima de la opinión del propio paciente. El caso que dio carta de nacimiento al psicoanálisis, el de Anna O., es un buen ejemplo. Después de que Freud proclamara su curación por la palabra en una carta, Breuer, el médico que realmente la trató, comunicó a Freud que la paciente estaba muy mal y que lo único que podría librarla de sus sufrimientos era la muerte. Anna O. fue ingresada posteriormente en un sanatorio para enfermos mentales. El éxito del psicoanálisis no fue, al parecer, demasiado espectacular.
En la época de Freud la neurología se encontraba aún en un estadio muy precario de su desarrollo. Los métodos de diagnóstico más habituales en la actualidad, como el electroencefalograma, ni siquiera existían (los estudios en seres humanos comenzaron en 1920). Esto llevaba a que la mayor parte de las lesiones neurológicas internas, es decir, las que no provienen de heridas abiertas en la cabeza, más ciertos tipos de epilepsia, no fuesen diagnosticadas. Respecto al caso de Anna O., a partir de las descripciones de Breuer y Freud y de alguna información adicional de que se dispone, algunos autores consideran que probablemente padecía epilepsia del lóbulo temporal, lo que explicaría sus problemas de visión doble o borrosa, su dificultad para reconocer caras y la orientación espacial de objetos, etc. Además, sus dificultades para hablar, que podrían estar relacionadas con una afección del área de Broca, corresponderían precisamente con las parálisis que se producían en su mano derecha (las áreas cerebrales circundantes de esta zona del lenguaje corresponden precisamente al control del movimiento del lado derecho del cuerpo). Otros casos de Freud han sido rediagnosticados como ejemplos de enfermedades neurológicas como el síndrome de Tourette.
Otra de las pacientes más famosas de Freud, Dora, fue diagnosticada inmediatamente de neurosis histérica, a consecuencia de la cual, al parecer, sufría dolores abdominales y cojeaba del pie derecho; además, tenía dificultades para respirar. Freud atribuyó esos dolores a un presunto embarazo psicológico, la cojera al pensamiento reprimido de haber dado “un paso en falso” que tuviera como consecuencia dicho embarazo, y las dificultades de respiración al trauma producido por haber asistido al jadeo de su padre mientras realizaba el acto sexual. Lo cierto es que Dora había sido diagnosticada de apendicitis y asma antes de acudir a la consulta de Freud, pero éste rechazó el diagnóstico. No es extraño que una persona que sufra de apendicitis manifieste dolores en la pierna derecha. Desde luego, la interpretación de Freud resultaba mucho más llamativa que la historia de una chica con asma y apendicitis; mucho más dramático es el caso de una chica de 14 años que, según Freud, sufría de una “inconfundible histeria”. Dicha histeria parece que remitió con el tratamiento a que fue sometida por parte de Freud. A pesar de ello, la chica siguió quejándose de dolores abdominales, lo que Freud atribuyó a cierta resistencia a la curación, típica en la histeria. Lamentablemente, Freud estaba, al menos en parte, equivocado: la chica murió dos meses después de un sarcoma abdominal. Ante ello, Freud argumentó que la histeria había hecho uso del tumor para manifestarse de esa manera y no de otra. Como puede apreciarse, no era fácil que Freud reconociera sus errores. Parece ser que cualquier paciente que acudiera a su consulta debía corroborar de algún modo sus presupuestos teóricos, lo que no es más que un ejemplo de la búsqueda de verificación de hipótesis a que nos referimos anteriormente.
El psicoanálisis puede ser peligroso
Aun en el caso de que no provoquen directamente efectos secundarios, pueden ser peligrosas si el paciente abandona o reduce otros tratamientos. Ya vimos cómo el propio Freud confundió el diagnóstico de un cáncer abdominal con un problema histérico y empezó a tratar con psicoanálisis un problema que se hallaba obviamente fuera de su alcance. Tal vez en aquel caso la paciente hubiese muerto igualmente, pero podemos imaginar con terror a dónde puede haber llevado en otros psicoanalistas el afán verificador de sus hipótesis en casos similares, es decir, a que personas con enfermedades graves sean privadas del tratamiento requerido para someterse, en cambio, a un análisis de sus recuerdos infantiles.
Del mito al timo: conclusiones
Freud no se conformaba con lo que podía aportar la ciencia. Había publicado algunos estudios científicos sobre la médula espinal de las anguilas, los cangrejos de río y las larvas de las lampreas, pero esta línea de investigación no le habría reportado la fama que obtuvo tras abandonar el camino del método científico, ni tampoco, por supuesto, el dinero dejado por pacientes, libros y conferencias.
El método científico es necesariamente lento: lo que un investigador puede demostrar es siempre mucho menos de lo que es capaz de imaginar y escribir. Como hemos visto, Freud dispuso de un limitadísimo conjunto de observaciones, pero en su correspondencia de los últimos años llegó a decir que el psicoanálisis podría haber evitado la Primera Guerra Mundial. Sus seguidores tomaron buena nota de ese estilo y no se dejaron amedrentar por lo limitado de sus datos a la hora de construir explicaciones ambiciosas. Lamentablemente, muchos de ellos no tuvieron la capacidad creativa y literaria de Freud. En cualquier caso, el psicoanálisis se presentó al mundo como una disciplina capaz de responder directamente a los problemas humanos. De hecho, los psicoanalistas suelen criticar a la psicología científica por estar “apartada” de los intereses reales de las personas. No cabe duda de que la invención y la fábula pueden despertar mayor interés popular que la descripción de hechos contrastados, como hacen las disciplinas científicas y cualquier acercamiento honesto a la realidad. Por ejemplo, si un reportero riguroso se limita a informar de que un político entró en un coche con una chica desconocida obtendrá menos fama que si monta una historia sobre infidelidades amorosas que expliquen acuerdos de gobierno o cualquier otro asunto que se le pueda ocurrir. Siguiendo el símil periodístico, el psicoanálisis vendría a ser algo así como “psicología amarilla”: la narración de explicaciones arbitrarias sin base real.
El movimiento psicoanalítico se ha constituido más en una doctrina semirreligiosa que en una disciplina científica. Ya indicamos, al referirnos al curioso parecido entre el complejo de Edipo y el pecado original, que hay claros paralelismos entre el psicoanálisis y la religión. Además, al igual que una secta, el psicoanálisis forma sus propios “sacerdotes”, fuera del ámbito académico. Nadie sale de la universidad con un título de psicoanalista: el interesado deberá formarse en los ámbitos que las sociedades psicoanalíticas estipulen. El analista establecerá lo que es bueno y malo para el paciente y lo que debe o no creer sobre sí mismo. Para muchos psicoanalistas, las obras de Freud constituyen un libro sagrado. Es probable que ellos no recuerden haber sufrido el complejo de Edipo, y no hallen razones para creer que durante una época de su infancia obtuvieron placer sexual de naturaleza oral o anal, pero estarán dispuestos a llevar a cabo un acto de fe sobre todos esos supuestos e impondrán a sus pacientes la misma penitencia.
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El hecho de que el psicoanálisis empezara a aludir continuamente al sexo en una época de honda represión sexual fue, tal vez, su mejor elemento de propaganda. Como adolescentes, los miembros de aquella sociedad se vieron profundamente fascinados por unos libros y unas conferencias que les hablaban de lo que no se podía tratar en otros ámbitos. El entorno médico y cultural en que comenzaba a propagarse el psicoanálisis le servía de coartada para abordar asuntos intratables en otros ambientes. El propio Breuer, coautor junto con Freud de su primer libro sobre la histeria, llegó a decir que el principal objetivo del desmedido énfasis de Freud en la sexualidad había sido épater le bourgeois (es decir, provocar a los burgueses). Parece que lo consiguió, y que despertó en ellos un gran interés.
El psicoanálisis se atreve, además, a abordar la explicación de cualquier fenómeno, lo que evita que los clientes se sientan desilusionados por lo que reciben a cambio de su dinero. Las explicaciones que escucha quien se somete al psicoanálisis no son triviales o anodinas sino, por el contrario, bastante llamativas. A una persona adicta al alcohol que acuda a una consulta ordinaria se le darán explicaciones simples y un tratamiento en el que participará en gran medida gracias a su propia voluntad. Si acude a un psicoanalista, oirá posiblemente que el origen de su problema está en un lejano conflicto de la infancia, que una vez superado hará desaparecer su alcoholismo. El segundo método es mucho más atractivo que el primero y, además, en la mayoría de los casos, tendrá como consecuencia que el paciente podrá seguir bebiendo.
Ampliar información: Editorial Laetoli
Artículo de Chris French, profesor de psicología en Goldsmiths donde dirige Anomalistic Psychology Research Unit. Es editor de The Skeptic
En abril pasado, escribí una columna sobre el tema de los falsos recuerdos de abuso sexual infantil y la miseria que tales recuerdos, por lo general «o» durante el tratamiento, puede causar.
El viernes, en mi papel como miembro de la junta de asesoramiento científico y profesional de la Sociedad Británica de la Falsa Memoria (BFMS), estaba más que feliz de ser signatario de una carta al arzobispo de Canterbury, sobre las opiniones expresadas por el reverendo Pearl Luxon, la salvaguardia de asesor de la Iglesia de Inglaterra, que es responsable de las cuestiones de protección infantil. Luxon aparentemente acepta la afirmación de sus consejeros de que no hay tal cosa como la falsa memoria «y que» es muy común cuando las personas tienen traumatismo grave sufrido por la memoria ser ser irregular y desarticulada «.
Estos son puntos de vista peligrosos y mal informados de alguien en una posición tan influyente.
La carta a Rowan Williams, que les insto a leer en su totalidad para una perspectiva más informada sobre el tema de los falsos recuerdos, y la verdad acerca de la memoria de acontecimientos traumáticos, concluye preguntando cómo Luxon podría haber llegado a adoptar esas opiniones en primer lugar.
La triste verdad es que esas opiniones sobre la naturaleza de la memoria están siendo sorprendentemente comunes entre las personas, en todos los ámbitos de la vida, a pesar de más de un siglo de investigación científica sobre la manera en que funciona la memoria. It is either a memory or it is not.» Luxon afirma que «no hay tal cosa como ‘la falsa memoria’. Es una memoria o no lo es.»
He de suponer que tal visión debe basarse en la noción errónea de que la memoria en cierto sentido funciona como una grabadora o una cámara de video, un registro preciso de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Según esta opinión, «los recuerdos reales» siempre se reproducen con precisión del 100% de los eventos anteriores como originalmente fueron experimentados. Cualquier cosa que no es fiable al 100% por lo tanto no es realmente un recuerdo, y por lo tanto los recuerdos falsos no pueden existir.
Una encuesta del año pasado a más de 600 estudiantes de una universidad del Medio Oeste en los EE.UU. reveló que alrededor del 27% cree que la memoria de hecho, funciona como una grabadora. Otras encuestas muestran que el 36% de nosotros creemos que nuestro cerebro conserva registro perfecto de todo lo que hemos sufrido alguna vez, una visión errónea que, de manera preocupante, es compartida por algunos psicoterapeutas.
La verdad es que la memoria es siempre un proceso de reconstrucción, no una reproducción. Lo que creemos que recordamos acerca de los acontecimientos, con grados de confianza que van desde la incertidumbre a la absoluta convicción, es en realidad una construcción basada en una mezcla de recuerdos precisos y llenos de lagunas en la base de nuestro conocimiento general y creencias sobre lo que es plausible, nuestras expectativas , fragmentos de recuerdos de otros eventos similares, e incluso las aportaciones de los sueños, las fantasías y la imaginación.
Es importante destacar que nuestra confianza en la memoria no es una guía confiable para su exactitud.
Permítanme ilustrar este punto con un par de ejemplos cotidianos. Todos hemos visto relojes con números romanos en ellos, probablemente miles de veces en toda nuestra vida. Para que usted sepa cómo el número cuatro está representado en estos relojes. ¿Es «IV» – o es «IIII»?
Sé que el uso de este ejemplo en un sinnúmero de demostraciones en clase, que la mayoría de la gente que lee este artículo se confía en que se trata de «IV». Estás equivocado.
En la gran mayoría de los relojes, cuatro se representa como «IIII» y no en la forma más usual de «IV». (Nota para los pedantes: Sé que el reloj que comúnmente se conoce como el Big Ben es una excepción a esta regla. También sé que estrictamente hablando, el reloj no es el Big Ben, la campana!
Cuando le pregunté para recordar una imagen de la memoria de un reloj teniendo números romanos, la mayoría de ustedes han evocado una imagen de lo que cree que debe haber visto cuando generalmente se basan en objetos en lugar de lo que realmente hemos visto. La memoria es un proceso de reconstrucción.
Ahora piense en un día de fiesta reciente. Piense en un hecho específico – una comida memorable o una caminata en la playa – y trate de evocar una imagen mental detallada y precisa de esa escena. ¿Puede verse en la imagen? Muchas personas (no todas) informan de que puede – en cuyo caso, esto claramente no es una repetición de lo que se experimentó en ese momento, ya que está «visto» desde una perspectiva diferente. Una vez más, la memoria se muestra como un proceso de reconstrucción.
De ello se deduce que no sólo los recuerdos de los acontecimientos que en realidad fuimos testigos se distorsionan, la mente es incluso capaz de generar recuerdos aparentemente de episodios enteros que nunca tuvieron lugar en absoluto. Se trata de lo que se conoce en la literatura científica como «falsos recuerdos». Tales recuerdos pueden variar, desde ejemplos inofensivos (¿Bloquear la puerta de atrás o simplemente pensar en cerrar la puerta de atrás?), llegando a casos de ejemplos muy perjudiciales como «la recuperación» derecuerdos de abusos en la infancia o incluso el abuso ritual satánico, teniendo en el camino falsos recuerdos bizarros de secuestros de extranjeros y de vidas pasadas.
¿Por qué tales nociones erróneas de cómo funciona la memoria – claramente compartidas por Luxon, son un peligro? La creencia de que todo lo que alguna vez la experiencia ha registrado en algún lugar de nuestro cerebro lleva inevitablemente a la idea de que podría ser posible recuperar los recuerdos de todo lo que hemos experimentado, empleando sólo las técnicas empleadas.
Muchos psicoterapeutas están convencidos de que traumas graves, como el abuso sexual infantil, pueden conducir a la represión. La represión es la idea psicoanalítica de que en circunstancias tan abrumadoramente emocionales, la mente de forma automática e involuntaria destierra los recuerdos de las regiones inconscientes de la mente, desde donde tiene un efecto tóxico sobre el bienestar psicológico, a pesar de ser inaccesible a la conciencia.
Los terapeutas también afirman que la única forma de ser psicológicamente saludable es la de «recuperar» estos recuerdos y el trabajo a través de ellos con un psicoterapeuta, utilizando técnicas como la regresión hipnótica y la imaginación guiada. Debido a que no hay «memoria enterrada» para recuperar, la búsqueda de los recuerdos reprimidos spueden llevar a la construcción mental de escenarios completamente falsos.
De hecho, ninguna de las afirmaciones en que este enfoque terapéutico se basa está respaldada por ninguna prueba científica convincente. Sin embargo, el daño que se puede hacer a los pacientes y sus familias por los psicoterapeutas está bien documentado.
Para la mayoría de la gente, un poco de reflexión sobre sus propias experiencias personales de la memoria es suficiente para convencerlos de que la memoria no funciona como una grabadora y que los falsos recuerdos se producen. De Investigación en la memoria, y, en particular los procesos subyacentes a la formación de recuerdos falsos, lo ha demostrado más allá de toda duda razonable.
El hecho de que la Iglesia Oficial de Inglaterra, responsable de la protección de la infancia, no parece haberse familiarizado a sí misma con las pruebas sobre un tema que es central en su papel es muy preocupante.
Fuente: guardian.co.uk
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