Pero dejando aparte las múltiples promesas hechas por el señor Rajoy durante su etapa de oposición y campaña electoral, y todas ellas incumplidas, como ya se ha repetido tantas veces, el hecho incuestionable es que, con herencia y sin herencia, lo que ha conseguido, y festeja, este Gobierno durante el año es medio millón más de parados y subiendo, déficit incontenible, empobrecimiento general, subida de prácticamente todos los impuestos y tasas, reducción de gasto en servicios públicos esenciales, reforma laboral supresora de derechos largamente conquistados, reducción de salarios, supresión paga extra Navidad, trabajar más horas por el mismo salario, disminución drástica de indemnización por despidos, no actualización de pensiones, aumento desahucios por no pago de hipoteca o impago de alquiler en un 134%, recortes durísimos en sanidad y educación, menos días libres, economía en recesión creciente, crispación social, dos huelgas generales y protestas continuadas de profesiones más destacadas, nulo crecimiento empleo, disminución del consumo, sin perspectiva alguna de creación de empleo, amnistía para defraudadores, congelación sueldo funcionarios, copago medicamentos, tasas judiciales abusivas, negación ayudas a enfermos dependientes, negación asistencia sanitaria a inmigrantes sin papeles, empeoramiento conflicto territorial catalán, retroceso ideológico escandaloso, endurecimiento policial, limitación derechos civiles, indultos perversamente intencionados, connivencia con la Iglesia Católica y mantenimiento de privilegios económicos y educativos, y, sobre todo, la lacerante angustia transmitida a los españoles ante su futuro, con predicción de los organismos internacionales de que en 10 años el 40% de la población vivirá en la pobreza. Y aún dice Rajoy que han sido equitativos a la hora de repartir esfuerzos. Y así hasta ocupar toda la extensión del artículo. ¡Y todavía presumen y se muestran satisfechos! Nada de autocrítica. Todo fantástico. La culpa, toda, siempre es del otro, nunca de uno mismo. El cinismo del PP. ¿Puede un Gobierno hacer lo que quiera?
Artículo completo en: Público.es
Autor: Roberto Centeno. Catedrático de Economía de la UPM
Artículo completo en: Murcia Confidencial
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tuvo ayer palabras de aliento y confianza para los españoles, después de informar de los nuevos recortes en la rueda de prensa habitual en Moncloa. “Si todo sale como lo ha previsto el Gobierno”, dijo Rajoy, “se necesitarán cerca de doscientos cincuenta mil nuevos agentes antidisturbios antes de que acabe el año, y un millón más de policías de aquí a 2014”. El presidente del Gobierno cifró en siete policías antidisturbios por ciudadano la proporción óptima para recuperar la paz social, y avanzó la fecha de 2015 para llegar a esos números ideales.
Según sus declaraciones, todos esos efectivos se emplearán fundamentalmente para evitar que las muchedumbres de parados y desahuciados ataquen las entidades bancarias o saqueen los supermercados.
El presidente adelantó, además, que el ministerio del Interior está diseñando nuevos uniformes, más elegantes y con más caída, “que permitirán reprimir a la población con la misma brutalidad pero conservando el estilo y el buen gusto de los agentes”, puntualizó. Pantalones con raya pero igual de resistentes que los actuales o botas más estilosas pero con la misma capacidad de humillación, son algunos de los detalles que se adelantaron en la rueda de prensa. También los requisitos para ingresar en los cuerpos antidisturbios se rebajarán notablemente. Desaparecen la estatura mínima exigida, con la única excepción de los pigmeos que midan menos de cuarenta centímetros, y el certificado de estudios, que se sustituirá por un examen general y único, consistente en desarrollar un círculo perfecto mediante la ayuda de un rotulador y un cilindro de metal.
Otra de las novedades que llamó la atención de la prensa fue la que permitirá a los agentes llevar publicidad en los cascos, y que les autoriza a que ellos mismos negocien sus condiciones directamente con las marcas comerciales. Según parece, el Banco de Santander, el Vaticano y numerosas compañías aseguradoras, serían los primeros interesados en colocar sus campañas en los cascos de los agentes. “Creemos que no es incompatible que un manifestante vea el teléfono de un buen hospital privado en el casco de un agente mientras se le produce una brecha de quince centímetros en la cabeza”, finalizó Rajoy.
Fuente: Rokambol news
Bajo licencia Creative Commons
El gobierno que ¿preside? Mariano Rajoy está a punto de rebasar todos los límites. Su estaca contra el ciudadano corriente en beneficio exclusivo del banquero es un obsceno ejercicio de irregularidad: subir el IVA al 21 por ciento –hizo una campaña en contra con recogida de firmas cuando el PSOE lo subió la cuarta parte que él- , robarle la paga de navidad a los funcionarios, recortarle la prestación de desempleo a los parados, modificar la base de cálculo de las pensiones sobre la totalidad de la vida laboral, bajarle dos puntos a la cotización de los empresarios a la Seguridad Social… todo, todo, encaminado y dirigido a que una clase social pague los excesos y los tributos de otra.
Ni siquiera un gesto, ni siquiera una mínima subida de impuestos a las clases altas, a las grandes fortunas, todos a pagar el despilfarro de la banca especulativa y su burbuja inmobiliaria.
Este indeseable presentaba como “éxito” personal lo que él llamaba “préstamo” a la banca, sin contrapartidas para la ciudadanía. ¡Qué no había contrapartidas! Hasta 32, anunciadas en su cueva de ladrones del palacio de San Jerónimo, y todas lesivas, sangrientas y arrasadoras contra las clases populares. Ni una sola palabra para la lucha de los mineros que a la misma hora llenaban de sudor y dignidad las calles de Madrid.
Hay una ira neta, un espíritu del exprimido hasta la última gota que nos lleva a vomitar viendo como las ¿señorías? peperas aplauden unas medidas que son un escarnio y una vergüenza colectiva, un entierro de conquistas y libertades, la gran mentira sobrenadando sobre el espíritu de la democracia inútil. Porque además no servirán para nada, son la gran estafa orquestada por el capitalismo contra el mal llamado “estado del bienestar”. No han servido para nada en Grecia, ni en Irlanda, ni en Portugal, o si, han servido para lo que se propusieron, socializar las pérdidas de la banca especuladora mundial y llenar el mundo de oprobio, miseria y esclavismo.
Fuente: Lucas León Simón
De las muchas cosas poco agradables que ha anunciado esta mañana Rajoy, creo que es importante llamar la atención sobre una que tal vez pase, inicialmente, desapercibida, y que es preocupante, aunque tal vez, por su componente populista, sea de las que menos contestación produzca. Con la excusa del ahorro, se propone reducir el número de concejales, en un 30%, en proporción al tamaño actual que tienen los ayuntamientos, que depende de su población. Sin embargo, aquí nos están dando gato por liebre, porque la reducción de gasto será probablemente muy pequeña, pero los efectos políticos de la decisión son muy importantes, haciendo el sistema electoral menos proporcional, favoreciendo el bipartidismo y reduciendo las posibilidades de que los pequeños partidos o agrupaciones vecinales formen parte de los ayuntamientos. Es decir, facilitando aún más que los que están dentro del sistema político, que tan bien han gestionado nuestro dinero, lo sigan haciendo sin control ni supervisión ni dar explicaciones a minorías peleonas.
La inmensa mayoría de esos concejales no cobran un sueldo, sino dietas por asistencia a plenos y comisiones. Es cierto que pueden ser absurdamente altas, como en el famoso caso de la junta de gobierno de Alcantarilla (Murcia), que costó 1750 euros en dietas para aprobar una subvención de 292,5 euros. Pero Rajoy ha anunciado también que se va a regular «la retribución» de los alcaldes y concejales, lo que perfectamente puede cubrir no solo los sueldos, sino también las dietas por asistencia a reuniones. De manera que si se regula que su remuneración (en sueldos o dietas) no pueda ser demasiado alta, la reducción de gasto de un pueblo, pongamos, de 8.000 habitantes, por pasar de 13 a 9 concejales sería muy pequeña.
El efecto político, en cambio, sería considerable. Con 13 concejales un partido que obtenga un 7,14% de los votos tiene garantizado al menos un concejal en el ayuntamiento, mientras que con nueve concejales ese porcentaje sube al 10%. En la práctica, esos porcentajes, calculados para la situación más desfavorable, no suelen ser necesarios, y se puede conseguir un concejal con menos votos. Pero siempre es más difícil cuantos menos concejales haya que repartir. Si los partidos pequeños se quedan sin concejales, estos se van a los partidos grandes, claro, que reciben un extra de representación, y que puede permitir que un partido con, pongamos, un 40% del voto, consiga la mayoría absoluta, gracias a que los pequeños partidos no entran en el reparto.
Artículo completo en: Malaprensa