¡Quién lo diría! Cuando te dan un billete no solo recibes su valor monetario, también recoges una increíble colección de microbios que pones en contacto con tus manos y luego atesoras en tu billetero. Es lo que ha encontrado un equipo de investigadores del Centro de Genómica y Biología de Sistemas de la Universidad de Nueva York tras analizar el ADN recogido de 80 billetes de un dólar.
Entre los tres mil tipos diferentes de microorganismos cuyo ADN estaba en los billetes, retirados de un banco de Manhattan, la mayoría procedía de microbios inocuos. Pero entre los habitantes del dinero también estaban bacterias molestas como la productora de acné, otras que producen neumonía y úlcera gástrica y otras más peligrosas como Bacillus antracis, una bacteria frecuente en el suelo causa del carbunco y que está entre los microbios más temidos como arma biológica. Incluso se identificaron genes de resistencia a antibióticos posiblemente de Acinetobacter.
En cuanto a las diferentes divisas, no parece ser el dólar la única moneda enriquecida con bacterias; en un estudio publicado en 2010 y en el que se analizaron 1280 billetes de diez países distintos de los cinco continentes ya se encontraron numerosas bacterias. Su número era mayor en los billetes de países menos prósperos (*) y en los billetes más usados. También la composición del billete influye, los de papel de algodón albergan más bacterias que los fabricados con polímeros sintéticos. Por el contrario en éstos últimos la supervivencia de los microbios es más larga.
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La violencia física o sexual es un problema de salud pública que afecta a más de un tercio de todas las mujeres a nivel mundial, según un nuevo informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en colaboración con la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica.
Las principales conclusiones del informe en cuanto a los impactos en la salud por la violencia ejercida por la pareja fueron:
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En «The Economist» de esta semana aparece un artículo titulado «Too many laws, too many prisoners» (demasiadas leyes, demasiados presos) acerca del actual panorama de las cárceles en Estados Unidos de Norteamérica y las causas que han llevado a ello. Los problemas de la medicina actual se reproducen en las cárceles y las leyes de forma curiosamente similar.
El sistema actual de leyes y castigos en EE.UU. tiene tres problemas, según los autores del artículo:
1- Mete a mucha gente en la cárcel por demasiado tiempo.
2- Criminaliza actos que no deberían ser criminalizados.
3. Es impredecible.
Sobre el primer aspecto, se calcula que hasta un 1% de la población adulta de los EE.UU. está en este momento con problemas judiciales que tienen a la cárcel de por medio (hasta 12 veces más que en Japón, por ejemplo) y las condenas han ido alargándose progresivamente, en respuesta de los políticos a las demandas de una seguridad creciente por parte del electorado.
Sobre el segundo punto, relata el ejemplo de un cuasi-jubilado aficionado al cultivo de orquídeas que por el mal etiquetado de unas especies traídas de Latinoamérica tuvo que afrontar una condena mayor de 5 años…
Y sobre el tercer aspecto, es un sistema con tantos «ángulos muertos» en él, que su aplicación se ve sometida a una variabilidad difícilmente predecible y afrontable…
¿Y la medicina?
Pues bien, en una sociedad que se caracteriza por su judicialización y su medicalización, podemos ver algunos puntos en común…
1. Cada vez más personas tienen la etiqueta de «enfermos» y esas etiquetas en muchas ocasiones permanecen de por vida, por ejemplo, la fibromialgia, la menopausia, la disfunción eréctil, la prehipertensión, la prediabetes,…
2. Se etiqueta como «enfermos» y se medicalizan a pacientes y situaciones que deberían quedar fuera del escenario de la salud/enfermedad: los problemas laborales, los ciclos anímicos diagnosticados de depresión, los niños inquietos rápidamente medicados contra su «hiperactividad», la gente sin enfermedades que se hace un «chequeíto» en el cual le sale una alteración que les condena a revisiones anuales de por vida sin que esto vaya a repercutir en su salud más que para hacerles sentir enfermos, los varones septuagenarios calvos, las mujeres «con poco calcio en los huesos»,…
3. La medicalización de la vida actual, hace que los resultados que de la medicina «superflua» se puedan esperar sean IMPREDECIBLES. Ante problemas que no deberían ser médicamente tratados y ante pruebas diagnósticas que no deberían ser realizadas, no podemos esperar más que consecuencias impredecibles como respuesta a unos resultados igualmente poco adivinables…
Fuente: Médico crítico
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La violencia es el problema de salud pública más urgente que enfrenta Colombia. Tal es la conclusión del informe Vivir con miedo: el ciclo de la violencia en Colombia, publicado el pasado mes de abril por Médicos Sin Fronteras (MSF), organización con asiento en el país desde 1985 y que en la actualidad hace presencia en el territorio colombiano con 49 voluntarios extranjeros y más de 115 nacionales que prestan asistencia a miles de personas afectadas por el conflicto en diversos lugares de la geografía nacional.
El informe que no tiene la pretensión de ser un estudio científico del impacto en la salud del conflicto colombiano, sino más bien resaltar las consecuencias directas de la violencia sobre la población -llamando la atención sobre el costo humano del conflicto- ofrece una visión general de la violencia como problema de salud pública que debe ser objeto de mayor atención y prioridad por parte del gobierno colombiano y de otras entidades involucradas en políticas públicas. Partiendo de la definición de violencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “el uso intencional de la fuerza física o el poder, real o por amenaza, contra la persona misma, contra otra persona, o contra un grupo o comunidad que puede resultar en muerte, lesión, daño psicológico, problemas de desarrollo o de privación”, en Colombia constituye un problema de salud pública en concepto del doctor Alberto Concha-Eastman, asesor regional de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), básicamente por los siguientes motivos: 1) La alta mortalidad y morbilidad evitables, que afecta especialmente a mujeres, niñas, niños y jóvenes en mayor vulnerabilidad social. 2) Requiere de alta inversión médica, desviando recursos de otras necesidades de salud. 3) Afecta a la víctima, su familia y al ambiente social, con efectos negativos en lo económico, social y psicológico. 4) Afecta la cotidianidad de la comunidad, el derecho a disfrutar y hacer uso de los bienes públicos. 5) Afecta el desarrollo de las comunidades que la padecen y el del país en general, y 6) Afecta al individuo responsable del acto violento. Según el informe de MSF, la violencia es la principal causa de muerte en Colombia. Señala que en la última década la tasa de homicidios fue aproximadamente de 60 por cada 100.000 habitantes, cifra que contrasta con el promedio mundial de hace apenas 6 años que alcanzaba los 8,8 por cada 100.000 habitantes. El grupo más afectado son los hombres con edades comprendidas entre los 15 y 44 años, rango en el que se registra una tasa de homicidios de 221 por cada 100.000 habitantes. Y no son los únicos. El porcentaje de mujeres víctimas de la violencia también ha aumentado durante los últimos 20 años. La violencia es la principal causa de muerte para las mujeres entre los 15 y los 39 años con una tasa de 17 por cada 100.000, el doble que la segunda causa de muerte: las complicaciones durante el embarazo y el parto. Los niños también se ven afectados por la violencia, llegando ésta a constituirse en la segunda causa de muerte entre las edades de 5 y 14 años. Pese a estas alarmantes cifras, los efectos del conflicto armado en la población civil van más allá de las estadísticas y el diagnóstico médico. En el informe, los testimonios de los colombianos, ya sean pacientes, personal médico o miembros de la comunidad, describen un ciclo de violencia y desplazamiento sin fin: desplazamiento forzoso de zonas rurales a barrios marginales urbanos, y luego el retorno a casa, a las mismas condiciones que forzaron la huída inicialmente. Sin embargo, el aspecto más preocupante del conflicto es la forma en la cual la violencia se ha insertado en el tejido social, y en cada aspecto de la vida cotidiana. El peso de esta carga y sus efectos negativos sobre el bienestar y la calidad de vida de la población, deben ser seriamente considerados.
Fuente: El Pulso (Colombia)