El Ejército de EE.UU. ha encargado a científicos de la Universidad de Indiana (Facultad de Medicina) la creación de un aerosol nasal que frene los pensamientos de suicidio, para su uso en el ejército. Recibió una beca de tres millones de dólares, el Dr. Michael Kubek y su equipo, tendrán tres años para determinar si el spray es seguro y eficaz. El aerosol administra una dosis de hormona natural liberadora de tirotropina (TRH) para el cerebro a través de la cavidad nasal. Como Kubek dijo a The Daily,
Actualmente TRH no es efectiva a menos que se administre una inyección en la médula espinal, una opción que por razones obvias no está disponible para muchos necesitados. Este nuevo método de entrega proporcionaría un estabilizador de inmediato a los soldados y personas en crisis mientras se espera que las píldoras antidepresivas surtan efecto.
Más soldados estadounidenses han muerto en sus propias manos este año que en manos de los talibanes, según un informe del Pentágono publicado en junio, un promedio de uno por día en 2012. El desarrollo de los aerosoles y los nuevos métodos de entrega de los antidepresivos puede resultar fundamental para mantener los pensamientos suicidas de ser consumado.
Cadáveres exhibidos como trofeos de caza. Asesinos sonrientes posando con las víctimas a las que acaban de matar, soldados orinando sobre los cuerpos sin vida del enemigo… Son imágenes, la mayoría tomadas en países inmersos en conflictos bélicos, que corren por las redes sociales y que algunos periódicos, como Los Angeles Times, han recopilado y publicado para denunciar esas conductas.
¿Qué se esconde detrás de estos comportamientos? Guillermo Fouce, presidente de Psicólogos sin Fronteras, afirma que los protagonistas de esas fotografías, que sonríen junto a los cadáveres de sus víctimas «creen que su conducta está justificada». ¿Y cómo se llega a ese punto? «Consideran que ese muerto no es un ser humano que merezca un trato igual al que uno desearía para sí», añade Fouce. En estos casos cobra, asimismo, una especial importancia «la actuación en grupo». Raras veces hay una sola persona en esas imágenes. «El grupo siempre actúa como un potenciador, ya que desinhibe y refuerza esas conductas», indica este psicólogo. En el caso de las guerras se suman, además, otros factores que actúan como paraguas. Esos soldados consideran que «están cumpliendo con un bien superior, ven al enemigo casi como un animal y prevalece el yo o él».
Para Norbert Bilbeny, catedrático de Ética, estas imágenes que ahora llegan de los países en conflicto, no son nuevas. «Las tenemos desde la guerra de Crimea en el XIX, los conflictos entre China y Japón, entre aborígenes y colonizadores, y viceversa, y un largo y macabro etcétera», afirma. Bilbeny apunta que la situación de guerra «presiona al individuo hasta el punto de propiciar estos comportamientos asociales, algo que seguramente no haría en un mundo en paz». Y ahí coincide también Guillermo Fouce. «Estamos en una era de guerras mediáticas y en esos conflictos en los que se degrada al enemigo, suele justificarse cualquier acto que contribuya a hacer pensar que el soldado del bando contrario no merece respeto ni ser considerado como persona humana». Y ahí están, como prueba para justificar esta teoría, «las imágenes en las que el enemigo es mostrado como un trofeo de caza, las exhibiciones de fuerza y las ejecuciones públicas como escarmiento (que también buscan infundir miedo, terror i desmoralización) tomadas como elementos positivos y a potenciar», añade el presidente de Psicólogos sin Fronteras. Para Fouce estas imágenes, que cuando se hacen públicas son criticadas por los mismos políticos que han llevado a esos soldados a la guerra, «no dejan de ser una exhibición de los logros». Norbert Bilbeny indica que esas fotografías de soldados sonrientes con los cadáveres del enemigo «no son peores, en un sentido ético, que aquella en la que el presidente de un país y sus ministros contemplan por televisión y en directo el cumplimiento de la orden de ejecución ilegal, dada por ellos mismos, de un terrorista internacional».
Lo que ocurre en el caso de las guerras es que el soldado que sale en esas fotos no suele sentir ningún remordimiento al creer que esa conducta demuestra que ha cumplido la misión que tiene encomendada. «Es una lógica, por supuesto, enfermiza -apunta Guillermo Fouce- pero que entra dentro de la lógica de la guerra y la de la violencia en general».
En condiciones normales, los expertos consideran que sólo una de cada mil personas (en el caso de psicópatas) se exhibiría y tendría estas conductas, una vez cometido el crimen, con los cadáveres de sus víctimas. «En los casos particulares no existe este paraguas ni justificación de lo que podríamos llamar, en conflictos bélicos, violencia cultural», indica Fouce.
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Un niño que ha vivido en un ambiente de violencia familiar no se desarrollará adecuadamente. Sabemos que ellos presentan problemas psicológicos, falta de atención en la escuela, exceso de ansiedad, comportamientos agresivos, etc. Sin embargo, hasta ahora no se han hecho estudios funcionales de resonancia magnética nuclear en estos niños para determinar el efecto que podría tener el maltrato sobre su desarrollo cerebral.
En un estudio publicado en Current Biology, investigadores ingleses liderados por el psicólogo Eamon McCrory del Colegio Universitario de Londres (Reino Unido) han revelado que hay un incremento de la actividad cerebral en la amígdala y la región anterior de la corteza insular en respuesta a un estímulo de violencia.
El experimento consistió en mostrar a los niños tres rostros diferentes: uno molesto, uno triste y uno neutral. En comparación al grupo control, los niños con antecedentes de violencia familiar mostraron una gran activación de la amígdala derecha y las dos regiones anteriores de la corteza insular en respuesta a los rostros molestos pero no ante los rostros tristes. Además, lo más interesante fue que esta respuesta era proporcional al grado de violencia vivido por el niño.
Referencia:
Eamon J. McCrory, Stéphane A. De Brito, Catherine L. Sebastian, Andrea Mechelli, Geoffrey Bird, Phillip A. Kelly, & Essi Viding (2011). Heightened neural reactivity to threat in child victims of family violence Current Biology DOI: 10.1016/j.cub.2011.10.015
Durante la Segunda Guerra Mundial, el general de brigada del Ejército de EEUU S.L.A Marshallllevó a cabo un estudio con miles de soldados justo después de haber participado en un combate. El estudio sugirió que menos del 20 % de los soldados dispararon realmente al enemigo, incluso cuando estaban siendo atacados.
Señala el propio Marshall:
La causa más habitural de fracaso individual en la batalla es el miedo a matar más que el miedo a que te maten. (…) En el momento crucial del combate, el soldado se convierte en un objetor de conciencia.
Para evitar que los soldados sólo fueran a hacer ruido al campo de batalla, el Ejército de los Estados Unidos puso en marcha un nuevo régimen de instrucción con objeto de incrementar la proporción de soldados que dispararan a matar. Este nuevo régimen incluyó que los reclutas ensayaran sin descanso el asesinato del enemigo, disparando sobre dianas anatómicamente verosímiles que caían hacia atrás tras ser alcanzadas.
Tal y como observó el teninete coronel Dave Grossman:
lo que se enseña en este entorno es la capacidad de disparar de forma reflexiva e instantánea. (…) Los soldados se insensibilizan con respecto a la acción de matar hasta que llega a ser una respuesta automática.
Los resultados de esta nueva instrucción fueron espectaculares. Por ejemplo, el propio Marshall estudió que en la guerra de Corea, ya era el 55 % de los soldados de infantería los que disparaban efectivamente sus armas. En Vietnam, la proporción de fuego fue casi del 90 %.
El ejército también empezó a hacer hincapié en la táctica en el campo de batalla, como los bombardeos desde gran altura o el fuego de artillería de largo alcance, que conseguían disimular los costes personales de la guerra. Cuando se lanzaban bombas desde doce mil metros, la decisión de disparar es como girar el volante de un tranvía: la gente se muestra ajena a las muertes resultantes.
Estos resultados confirman que en el ser humano anida algo así como una moral innata, tal y como señala Marc Hauser, psicobiólogo de la Universidad de Harvard: las principales fuentes de nuestros juicios morales no proceden de la iglesia u otras instituciones sino de una herencia biológica que permitió consolidar nuestras sociedades pretéritas.
Fuente: Cómo decidimos de Jonah Leherer
Organizaciones colombianas de distintos tipo han encontrado una manera de reflexionar sobre sus opiniones acerca de la delincuencia, la violencia y los conflictos armados, donde es difícil distinguir entre «buenos» y los delincuentes.
En el primer vídeo, madres y familiares marcharon en señal de protesta en contra de la impunidad de las fuerzas armadas en la muerte de sus hijos en lo que se conoce como casos de «falsos positivos». En el más reciente de estos casos, parece que los jóvenes fueron atraídos por militares con promesas de trabajo en las zonas rurales, donde fueron muertos por los soldados muertos en acción de cumplimiento. Sin embargo, los 17 soldados acusados de crímenes fueron absueltos por períodos de tiempo de los procedimientos.
El segundo grupo en cuestión es la comunidad indígena Nasa que, debido a su canal de YouTube tiene la oportunidad de contar su versión de una historia habitualmente ignorada por los medios de comunicación. En este caso, minas, granadas y otras armas se quedan en la reserva indígena, ubicada en el centro de la zona en disputa entre los grupos armados, legales e ilegales. El Servicio de Seguridad de las comunidades indígenas deben «barrer» la zona con frecuencia.. En el vídeo, la NASA pidió a los militares para detener la difusión de las minas y, al menos, limpiar la zona de las municiones sin estallar donde los miembros de la comunidad acaban caminando.
El tercer vídeo es la grabación de la entrevista realizada por un periódico de barrio a la policía para un balance de las actividades al final del año. En la entrevista, titulado «Ojo a la mano!» El agente citó un ejemplo de ello. Los miembros de una banda criminal, que vivía en un apartamento situado en un complejo residencial de alto nivel, para sorpresa de los vecinos, hacían contrabando de armas en bolsas como las de transporte de raquetas de tenis. Pero lo que sorprende más al agente de policía: que si ven chicos que viven solos y manejan gran cantidad de dinero, pasar el tiempo en comer y llevarse a casa chicas atractivas, pueden pertenecer a una organización mafiosa.
Miniatura Foto tomada de: http://www.flickr.com/photos/mwichary/ (con licencia CC BY 2,0)
original del artículo Juliana Rincón Parra
Fuente: GloblaVoices
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