El Vaticano ha violado la Convención contra la Tortura en los casos en los que podía haber impedido abusos sexuales y no lo hizo, o en las ocasiones en que ni investigó ni denunció los hechos delictivos, según la ONU.
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«Nosotros no decimos que el Vaticano es responsable de todas y cada una de las violaciones cometidas por cualquier cura. Pero sí decimos que la Santa Sede ha violado la Convención en los casos en que fue informada de abusos e ignoró las acusaciones, y eso, que nosotros sepamos, ha pasado al menos unas cincuenta veces«, expresó en rueda de prensa la relatora del caso, Felice Gaer.
La principal conclusión del Comité es que la responsabilidad del Vaticano en los casos de abusos sexuales no se limita a su territorio, sino que abarca los abusos cometidos en otros Estados siempre y cuando la Santa Sede «ejerza efectivo control» sobre el perpetrador.
«Efectivo control significa que el Vaticano supiera del caso, fuera informado y no actuara. O fuera informado y ordenase trasladar al abusador en lugar de perseguirlo y castigarlo», explicó Gaer.
Malleus Maleficarum, traducido como Martillo de las brujas. Para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza, fue escrito por dos inquisidores germanos del siglo XV con la airada motivación que expone su título y definido por Carl Sagan como “uno de los documentos más aterradores de la historia humana”. Es, también, mi libro de cabecera junto con el Mein Kampf. Dos lecturas reconfortantes para aclarar las ideas al final del día y dormir plácidamente abrazado a mi peluche.
El martillo de las brujas fue publicado en 1486 por Heinrich Kramer yJacob Sprenger, dos inquisidores a los que el Papa Inocencio VIIIconcedió una bula. La obra no gustó a la iglesia por no coincidir con su demonología, pero el éxito del libro fue arrollador. Pasó a convertirse en el manual de todo buen inquisidor durante el Renacimiento y fue el mayor best-seller durante los siglos XVI y XVII, sólo superado por La Biblia.
Como era costumbre en la época, lo importante no era la originalidad del autor sino la fidelidad a la tradición, de ahí que esté conformado por numerosas citas de autoridades, desde La Biblia a Ciudad de Dios deSan Agustín. Pero tanto en la elección de esas citas como en las aportaciones propias del autor (que sería, según algunas fuentes, Kraemer casi en su totalidad, aportando Sprenger el prestigio de su nombre), se aprecia una mente erudita, rigurosa y volcada en el estudio… pero también sujeta a una desquiciada obsesión por el sexo y por las mujeres. Es, en definitiva, un alarde de crueldad, superstición y fanatismo sencillamente espeluznante. Lo cierto es que este libro no acaba en boda, y siento el spoiler.
El contenido y propósito es el de desenmascarar y destruir a las brujas, mujeres que habían pactado con el diablo para obtener poderes con los que dañar a sus vecinos y extender la herejía en la Cristiandad. Una vez son identificadas y detenidas las sospechosas de acuerdo a los indicios descritos por ellos, Kraemer y Sprenger establecen el proceso judicial al que deben ser sometidas, que generalmente concluía con ellas ardiendo en la hoguera en obediencia al precepto bíblico: “No dejarás que viva una bruja” (Éxodo 22.18).
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Cómo torturar a una acusada hasta que diga lo que queremos oír
Porque en lo que de ellos dependió mandaron con entusiasmo al tormento y la muerte a las que luego despectivamente llamaban “mujercillas quemadas”. Sin que se les crease la menor mala conciencia, muy al contrario:
“Muchas otras cosas nos han ocurrido a nosotros, como inquisidores, en el ejercicio de nuestro cargo. Como es poco elegante alabarse a sí mismo, es mejor pasarlas en silencio que incurrir en reputación de fanfarronería“.
Pero si bien no parecían tener ningún remordimiento, su equilibrio mental bajo los parámetros actuales tal vez podría cuestionarse:
“Cuántas veces, tanto de día como de noche, nos han asaltado las brujas no sabríamos decirlo. Unas veces como monas, otras como perros o cabras, por sus gritos e injurias, nos turbaban cuando por la noche nos levantábamos a rezar, con el fin de que lo hiciéramos sin devoción“.
También les asaltaban inspiradas revelaciones sobre el mundo si acaso el mal les ganaba la partida en su infatigable lucha contra –a ver si no me dejo nada- la brujería, oniromancia, necromancia, pitonicia, geomancia, hidromancia, aeromancia, piromancia, horoscopia, haruspicia, aufures, interpretación de los sueños, quiromancia, y espatulomancia. Sin su vigilancia de estos males:
“Allí donde el profeta predice la destrucción de Babilonia y la presencia en ella de monstruos: allí vivirán las avestruces, allí danzarán los sátiros. Los peludos son los hombres de los bosques; hirsutos, íncubos, sátiros, especies de demonios“.
Artículo completo en: JOT DOWN
Autor: Javier Bilbao
A continuación va la traducción de un post de Martin Robbins, TheLayScientist, que escribe en The Guardian, titulado ¿Funciona la tortura?:
Soy un humanista pragmático, así que no creo en absolutos en el ámbito de la moral. ¿Que sí podría yo apoyar el uso de tortura en una situación dada? Sí, definitivamente, y sería irracional decir lo contario. Si mutilar las bolas de Juan Castañas impide que una bomba nuclear pulverice mi pub favorito, que alguien me alcance la plancha para el pelo.
¿Pero qué si no funciona? Mucha de la discusión sobre tortura se concentra en los dilemas éticos y morales, pero de hecho todos esos argumentos y supongamos son irrelevantes si la tortura no funciona en primer lugar. Si aquellos que la apoyan no pueden probar que funciona entonces ya perdieron el debate.
El argumento más fuerte a favor de la tortura es el de «la bomba a punto de estallar», del que Juan Castañas y sus bolas tostadas, párrafos arriba, fueron una variación. Alan Dershowitz hizo un buen resumen del argumento en el San Franscico Chronicle allá en 2001.
«Todo mundo dice que se opone a la tortura. Pero todos dicen que la efectuarían en persona si supieran que así salvan la vida de un niño secuestrado que sólo tiene 2 horas de oxígeno antes de morirse. Y sería lo correcto.»
Es un argumento convincente, hasta que comienza uno a ver la cantidad de cosas que hay que asumir para aceptarlo. Este argumento asume que tienes a la persona correcta en custodia, también asume que esa persona tiene la información que necesitas, asume que no hay otra mejor manera de obtener la evidencia y, sobre todo, asume que la tortura es una forma efectiva de obtener información.
Uno de los aspectos interesantes del debate de la tortura es que muchos en las comunidades militares y de inteligencia parecen decididamente no convencidos sobre la efectividad de la tortura. Ali Soufan, ex agente especial del FBI con experiencia considerable interrogando a operativos de Al-Qaeda, declaró a Time que:
«Ante el dolor, la gente dirá lo que sea para detenerlo. La mayor parte del tiempo, van a mentir, fabricarse lo que sea para parar lo que los lastime. Eso significa que la información que estás obteniendo es inútil.»
No está solo en esta consideración -varios ex agentes de inteligencia han expresado puntos de vista similares. Esas palabras también tienen eco en la sección sobre interrogatorios del Manual de Entrenamiento de la Armada de EU que sugiere que:
«… el uso de la fuerza es una técnica pobre, pues genera resultados poco fiables, puede dañar los esfuerzos posteriores para conseguir información e induce a que la fuente diga lo que sea que piense que el interrogador quiere oir.»
La situación se tornó más confusa por el hecho de que miembros de la administración de George W. Bush hicieron afirmaciones respecto a la efectividad de la tortura, que luego se probó que eran falsas. Una de esas afirmaciones decía que medio ahogar a Khalid Shaikh Mohammed sirvió para obtener información vital que desbarató un plan para atacar la Liberty Tower en Los Ángeles en 2002. Nomás que en 2002, Shaikh Mohammed estaba ocupado evadiendo captura en Pakistán.
Pero basta de anécdotas, veamos la ciencia. ¿Por qué no sería efectiva la tortura? Hay varias razones. Asumamos que tenemos al tipo correcto y que lo que tiene en la cabeza es justo lo que necesitamos. Todo lo que hay que hacer es sacarle la información a golpes ¿cierto?
Bueno, no. Supongamos que empiezo a golpearte en la cabeza, exigiéndote que me digas que Justin Bieber es, sin lugar a dudas, talentoso. Eventualmente, aunque tome varios días de tortura llegar a ese punto, tú me dirás lo que quiero oir. Pero eso no significa que sea cierto.
El segundo problema es que la memoria humana es un medio poco confiable para guardar información. Toma a un grupo de testigos de cualquer evento que haya salido en las noticas: un bombardeo, el 9/11, un accidente automovilístico, lo que sea. Mientras más gente entrevistes, más versiones de los hechos vas a tener, porque nuestra percepción de los eventos no siempre es muy precisa. Además, hay una vasta bibliografía científica que nos dice que la memoria de una persona es menos fiables en casos de privación de sueño, sometimiento a gran estrés, o lo que pueda confundir a una persona. Cosas que pasan, ya sabes, cuando se tortura a alguien.
El Comité Científico de Inteligencia es un organismo que tiene la tarea de proveer consejo científico a la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. En 2006 hicieron un reporte llamado «Educing Information», una colección de 11 artículos estudiando varios aspectos de la ciencia y arte del interrogatorio. Los autores de este documento señalan:
«Oyendo el debate post 9/11 sobre reglas para interrogar sospechosos terroristas, uno podría concluir fácilmente que los métodos coercitivos no son únicamente efectivos, sino que son sustancialmente más efectivos que los no-coercitivos para obtener información de fuentes resistentes y que les permita a las agencias de inteligencia hacer su trabajo. Incluso aquellos que se oponen a tales medidas fallaban en encarar esa premisa, poniendo todos sus esfuerzos, solamente, en los aspectos legales y morales en juego.»
Y eso es sorprendente pues la premisa a favor de la tortura es débil. En aras de la completitud y equilibrio sería bueno señalar alguna evidencia que favorezca el uso de la tortura. Pero no puedo, pues en realidad, como el reporte lo indica, y yo lo he hallado a la hora de buscar material para este texto:
«La comunidad científica nunca ha establecido que los métodos de interrogatorio coercitivo sean efectivos como medios de obtención de información de inteligencia fidedigna.»
A pesar de estar vigente por décadas, y de haber una amplia oportunidad de juntar estadísticas, no existe alguna evidencia científica más allá de algunas dudosas anécdotas, de que la tortura funcione. La tortura es un método extremo, y antes de meternos a la discusión ética y moral sobre su uso, su efectividad debería estar probada a un grado razonable. Cualquier tipo de prueba, sería, por supuesto, profundamente antiética pero tampoco es como si no existieran datos de los cuales obtener conclusiones.
No me opongo a la tortura por fundamentalismo. Pero esta tiene que estar justificada. Si los gobiernos que recurran a ella no son capaces de reunir los más básicos requerimientos para probar que alguna vez ha funcionado, entonces, de antemano ya perdieron.Fuente: libre pensar
Bajo licencia Creative Commons
La Sierra
Un maravilloso día en el campo
La dama de Nüremberg
Perfecto para echar la siesta.
El desgarrador de senos
Ideal para abrir cocos, melones o sandías
La pera oral, anal o vaginal
Un inocente dildo medieval
La cigüena
Ideal para hacer ejercitar la flexibilidad
Máscara infamante
A pesar del nombre, con ésta máscara eras la envidia del barrio
Fuente: El Rey Carmesí
Hacer hablar a un detenido bajo tortura es, además de inmoral, inútil. Los últimos avances en neurociencia revelan que las técnicas usadas durante varios años por el Gobierno de EEUU contra los sospechosos de terrorismo, aunque consiguieran que el reo cantase, provocaban que la información no fuese fiable.
El pasado abril, la actual administración estadounidense publicó una serie de cuatro memorandos sobre el uso de la tortura durante la era Bush. Tras analizar ese material, la neuróloga del Trinity College de Dublín (Irlanda), Shane O’Mara, sostiene que determinadas técnicas durante los interrogatorios no consiguen el efecto deseado obtener información relevante del sospechosos aunque él no quiera, sino que perjudican a la propia investigación.
EEUU publicó cuatro informes sobre la tortura en la era Bush
“El estrés extremo generado por estas técnicas daña el tejido y órganos cerebrales que sostienen tanto la memoria como los procesos de toma de decisiones”, dice O’Mara. Para la neuróloga, no se trata de que el detenido cuenta lo que sea para acabar cuanto antes, como se suele creer, sino que varias funciones clave del cerebro se ven perjudicadas durante la tortura.
El avance en la neurociencia y la medicina ha tenido su paralelo en las técnicas de interrogación. La privación del sueño durante varios días, el aislamiento sensorial (como el aplicado a detenidos en la base de Guantánamo, a los que se les vendaba los ojos y tapaba los oídos) y la tortura psicológica han desplazado a las torturas físicas, no tanto por cuestiones morales como de eficacia.
Como escribe O’Mara en su artículo Torturando el cerebro, publicado ayer en la revista Trends in Cognitive Science , los memorandos secretos publicados en abril justifican las nuevas técnicas de tortura por el hecho de que “la información oculta en la memoria de un detenido puede ser recuperada si se le aplican determinadas técnicas no verbales durante largos periodos de tiempo”. Los autores de estas justificaciones sostienen que el estrés, la ansiedad intensa, la desorientación y la falta de control sobre su cuerpo hacen que la información conseguida de esta manera sea más fiable y verídica.
“El estrés generado por estas técnicas daña el tejido y órganos cerebrales”
Pero la neurología dice lo contrario. O’Mara ha revisado las últimas investigaciones sobre el rendimiento cerebral en situaciones extremas (incluyendo algún experimento con soldados) para concluir que la tortura hace que deje de funcionar como debería. La ciencia tiene aceptado que el hipocampo y el córtex prefrontal son claves en la memoria y en los procesos para recuperar la información. Además, ambos elementos presentan una red de enlaces muy tupida.
El estrés (definido como excitabilidad provocada por un evento desagradable sobre el que no se tiene control) provoca la liberación de hormonas como el cortisol o la noradrenalina, encargadas de mantener el mecanismo de alerta y respuesta del cuerpo. Por su naturaleza, son hormonas de uso intenso pero breve. Pero a los detenidos se les tiene días sin dormir o sometidos a acoso verbal para sostener el nivel de estrés. Esto provoca una especie de sobredosis en el hipocampo y el córtex prefrontal (ricos en receptores de estas hormonas) que genera, además de pérdida de tejido cerebral, una disfunción neurobiológica.
El detenido relata eventos que, siendo falsos, él recuerda como verdaderos
La privación continuada del sueño, que aumenta también los niveles de cortisol, tiene un efecto de borrado de memoria. Además, la ansiedad y el estrés afectan al lóbulo frontal, auténtico director de orquesta del cerebro. La literatura científica recuerda que la fabulación es muy habitual cuando hay un desorden en el lóbulo frontal. Esto hace que el detenido relate eventos que, aún siendo falsos, él recuerda como verdaderos. Incluso su cerebro extrae datos de las propias preguntas del interrogador, los incorpora a su memoria y los cuenta como propios.
La entrada en escena de la amígdala cierra este ciclo infernal. Este elemento del cerebro regula los estados de miedo y amenaza. Su estimulación provoca una realimentación del estrés y la ansiedad, lo que vuelve a liberar una cantidad adicional de hormonas.
O’Mara recuerda que estas prácticas fueron usadas por el ejército de EEUU o agencias como la CIA entre 2002 y diciembre de 2005, pero fueron desechadas ya antes de la llegada al poder de Barack Obama. “Los militares de EEUU, en su manual más reciente, han reiterado su oposición a estas tácticas”, apunta.
Fuente: Ciencia al día