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El zahorí del castro de Lerilla

Noticias criminología. El zahorí del castro de Lerilla . Marisol Collazos SotoCuenta la leyenda que una vez llegó un forastero hasta lo que hoy es el término municipal de Zamarra, junto a la Sierra de Gata, con un viejo pergamino. Había escuchado hablar de un antiguo asentamiento, el castro de Lerilla, donde se escondía un tesoro que antiguas civilizaciones no pudieron llevarse a la otra vida. El pergamino contenía un mapa, pero era indescifrable. Al menos a los ojos de un desconocedor de la zona. Por eso preguntó por el más avezado rastreador y prometió pagar con una suculenta bolsa repleta de monedas a quien le ayudara en tan ardua empresa.

La noticia se expandió de boca en boca cual brisa arrastrada por el dio Eolo. Esa misma tarde en la taberna se daba cita medio centenar de pastores para mostrar sus conocimientos acerca de los parajes que los rodeaban. Sin embargo, de entre todos al forastero le llamó la atención un viejo harapiento con un extraño palo en forma de y. Jugaba con el madero como si no le importase lo que acontecía a su alrededor. El buscador del tesoro se acercó hasta él. Y el zahorí, levantando la mirada con parsimonia, habló poco pero rotunda: “Yo soy el único que puede ayudarte a encontrar lo que buscas”. Convencido por la firmeza de sus palabras, el forastero decidió contratar los servicios del harapiento.
Al alba, partieron hacia las riberas del Águeda pergamino en mano. El mapa indicaba que debían dirigirse hacia la desembocadura del arroyo Badillo sobre el río. Una vez allí, el zahorí prescindió del manuscrito, sacó su palo y comenzó el ritual. Vociferando ininteligibles fórmulas entre desacompasados aspavientos, fue avanzando sobre el terreno. De repente brincaba y corría despavorido. De repente se detenía, oscilando. Hasta que, sosteniendo con firmeza el palo, indicó un lugar. Era un antiguo castro, cuyos vestigios aún se mantenían en pie. Allí se encontraba el tesoro. Así que raudo, sin pensar en nada más, el forastero se aventuró a cavar. Confiaba ciegamente en la palabra del harapiento. Cavó, cavó y cavó. Pero la cantidad de tierra esparcida fue indirectamente proporcional  al éxito logrado. Así continuó  durante varias horas. El tiempo pasaba y no había rastro alguno del tesoro.
Fatigado, el forastero decidió salir a la superficie para refrigerarse. El agujero era profundo, por lo que requirió la ayuda del zahorí. Pero su solicitud de auxilio no halló respuesta. Insistió en el llamamiento, pero el resultado fue el mismo. Nada. Sacando las pocas fuerzas que aún le quedaban, el buscador del tesoro logró salir del hoyo. Tras recuperar el resuello, no pudo dar crédito a lo que veía. El zahorí ya no estaba. Todas las pertenencias y el dinero del forastero, tampoco. Y entendió que había sido engañado, que todo era una burda representación para ser estafado y robado. Desengañado por lo acontecido, arrojó al pozo el pergamino que le condujo hasta allí y regresó por donde había venido, sin que jamás se volviera a saber de su existencia. Sin embargo, hay quienes aseguran que el mapa era correcto y el tesoro aún aguarda bajo el castro de Lerilla a ser algún día encontrado.

La web de Maco048. Criminologia, ciencia, escepticismo

El fabricante de falsos detectores de bombas podría ir a la cárcel

Noticias criminología. El fabricante de falsos detectores de bombas podría ir a la cárcel. Marisol Collazos Soto

El millonario británico James McCormick podría acabar en la cárcel. El tribunal penal de Old Bailey, en Londres, le ha encontrado culpable de fraude por la venta de falsos detectores de bombas a un precio que oscila entre 11000 y 40000 euros la unidad. Los inútiles dispositivos, basados en los principios del zahorismo, han sido adquiridos en los últimos años por cuerpos de policía y ejércitos de países como Irak, Arabia Saudí, Bélgica y México. Irak, por ejemplo, compró desde 2008 miles de unidades del ADE 651 para el control policial de explosivos, con el resultado que todos conocemos.

A partir de sus componentes, cabía deducir que los dispositivos eran un timo, que se trataba de simples varillas de zahorí disfrazadas de equipos de alta tecnología. Funcionan “según los mismos principios que la ouija”, ironizaba hace cuatro años en The New York Times el teniente coronel retirado Hal Bidlack, de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.  Para Dale Murray, jefe del departamento de los Laboratorios Sandia que prueba dispositivos militares, tenían la misma efectividad a la hora de detectar bombas que cualquiera por azar. Y las más sencillas pruebas experimentales  lo demostraron.

Artículo completo en: Magonia

Foto: Lonjho via photopin  

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Investigado por fraude el fabricante británico de las varillas de zahorí para detectar bombas

Jim McCormick, quien ha vendido al Gobierno iraquí detectores de bombas basados en el zahorismo por 85 millones de dólares, está siendo investigado por ese fraude por la Policía de Avon y Somerset. Gerente de la firma ATSC, McCormick, de 53 años, se encuentra en libertad bajo fianza después de haber sido arrestado e interrogado. Según informa The Times, cientos de personas han muerto en los últimos meses en Bagdad después de que coches-bomba pasaran sin problemas por los controles de seguridad en los que policías y militares utilizan estos dispositivos para detectar explosivos.

El precio de cada dispositivo de ATSC oscila entre 11000 y 40000 euros. La compañía asegura que pueden detectar «todas las drogas conocidas y sustancias que contengan explosivos» basándose en «la atracción electrostática de largo alcance de iones altamente cargados». Según el fabricante, el dispositivo, llamado ADE 651, consiste en una empuñadura y una varilla, carece de batería u otra fuente de enegía y de componentes electrónicos, se carga al caminar el operador y, si hay explosivos cerca, la varilla apunta a ellos. A partir de esos principios, cabe concluir que se trata de simples varillas de zahorí disfrazadas de equipo de alta tecnología. El problema es que lo que está en juego aquí no es que le saquen los cuartos al ingenuo de turno, sino vidas humanas.

Noticia completa en: Magonia

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