El físico Juan Ignacio Cirac (Manresa, 1965) forma parte de esa brillante saga de científicos empeñados en completar el guion del universo. Su problema es que en esta ambiciosa superproducción cuántica, a diferencia de otras ciencias que tratan de abrir camino hacia el futuro, el tiempo de la historia deviene hacia el pasado más remoto. Como Christopher Nolan en la película Memento, los físicos están reconstruyendo a ciegas un argumento que en este caso dura trece mil millones de años. Y nadie está seguro de que se pueda llegar a conocer el principio de la mayor historia jamás contada, el Big Bang, el punto exacto en que la física cuántica más sólida se torna volátil metafísica, la pregunta ante la cual el ser humano se encoge todavía de hombros, el lugar donde habita el olvido que cantan los poetas.
Lo expresaba muy bien Max Planck, el científico alemán que da nombre al instituto tecnológico cuya división teórica dirige Cirac desde 2001. «La ciencia es incapaz de resolver los últimos misterios de la naturaleza, porque en el último análisis nosotros mismos somos parte de la naturaleza, es decir, del misterio que tratamos de resolver». A la espera de las sorpresas que pueda deparar el estudio de la materia oscura, la gran desconocida en la ecuación del universo, el hallazgo del bosón de Higgs representa, hasta la fecha, el mayor acercamiento a la comprensión del origen de todo.
No obstante, la física cuántica se ocupa también de asuntos terrenales. Uno de ellos la computación cuántica, disciplina en la que Juan Ignacio Cirac ha destacado en las últimas dos décadas hasta el punto de postularse como ganador del Nobel de Física, sobre todo después de haber obtenido este año el premio Wolf, antesala de los premios de la academia sueca.
Desde que el español demostró la posibilidad teórica de construir ordenadores cuánticos, en el mundo se ha iniciado uno de los procesos de transferencia tecnológica más relevantes de nuestro tiempo, el camino hacia la segunda revolución cuántica de la historia, una carrera donde está en juego el dominio de las comunicaciones y la industria informática del futuro. El científico acaba de visitar Madrid para participar como jurado, en la categoría de ciencias básicas, en los premios Fronteras del Conocimiento, de la Fundación BBVA, y esta vez concede a Teknautas su única entrevista en España antes de regresar a Alemania.
P.: Muchos científicos prestigiosos, desde Einstein a Max Planck, han recurrido a símiles donde aparece Dios para explicar los límites de la ciencia. ¿Tiene la física, en último extremo, algo de místico?
R.: La ciencia no tiene nada que ver con lo místico, son dos cosas completamente separadas. Otra cosa distinta es que algunas religiones tienen ideas equivocadas bajo los ojos de la ciencia, y entonces la ciencia lo dice. Por ejemplo, hace trescientos años se pensaba que la Tierra, el universo incluso, tenía seis mil años. Hoy sabemos que tiene muchos más: trece mil millones. La ciencia nos va abriendo los ojos, pero eso no quiere decir ni que exista Dios ni que deje de existir, ni que sea de una manera o de otra.
cocinas las palmas
crematorio animales
reformas integrales zaragoza
servicios de tutorias
viajes a india y nepal
El 24 de enero de 1984, Steve Jobs fue el protagonista de una keynote mítica que sirvió como pistoletazo de salida para el lanzamiento al mercado del Macintosh, uno de los grandes hito del mundo de los ordenadores personales.
Steve Jobs mostró el funcionamiento del Macintosh y, sin duda, acertó al anunciar que este nuevo computador marcaría un hito en el sector al igual que lo hizo el Apple II y el IBM PC. El Macintosh apostó por hacer accesibles los computadores personales. El objetivo era un producto con un precio atractivo y que, además, fuese fácil de manejar y, la verdad, Apple abrió una senda que en estos 30 años no ha dejado de seguir.
El diseño del Macintosh
El Apple II, a pesar de haber sido un éxito dentro del sector empresarial que también llegó a introducirse en los hogares, no era una computadora fácil de manejar y era complicado que llegase al gran público.
La idea del Macintosh y, por tanto, desarrollar una computadora orientada al usuario final se la debemos a Jef Raskin, el empleado número 31 de Apple. Raskin, que trabajaba en control de calidad y también era el responsable de los manuales de los productos y la revisión de los embalajes, probaba todos los dispositivos que Apple desarrollaba y había llegado a la conclusión que dispositivos como el Apple II eran muy complejos para usuarios no expertos.
Raskin le planteó a a Steve Wozniak que era el momento de pensar en una computadora fácil de usar y que tuviese un precio asequible y, finalmente, obtuvo luz verde para lanzar el proyecto. Raskin tenía un nombre en su cabeza: McIntosh (el de la variedad de sus manzanas favoritas, un nombre que luego resultaría estar registrado y Apple tuvo que comprarlo para poder utilizarlo) y, con el objetivo y el nombre, se lanzaría al desarrollo del Macintosh.
El equipo de trabajo inicial estuvo formado por el propio Jef Raskin, Bill Atkinson (que procedía del equipo de proyecto del Apple Lisa), Burrell Smith, George Crow, Chris Espinosa, Joanna Hoffman, Bruce Horn, Susan Kare, Andy Hertzfeld, Guy Kawasaki, Daniel Kottke y Jerry Manock entre otros.
Se desarrolló un primer prototipo que distaba mucho del Macintosh que se lanzó al mercado. El prototipo constaba de una pantalla de 9 pulgadas en blanco y negro (de 256×256 píxeles) y una unidad de disco y se fundamentaba en el Apple II (con la idea de flexibilizar la cadena de producción). Sin embargo, el desarrollo del Apple Lisa influiría radicalmente en el desarrollo del Macintosh, tanto a nivel técnico como en la propia gestión del proyecto.
Apple estaba haciendo su primera incursión en el mundo de los interfaces gráficos de usuario (GUI) en el Apple Lisa. Steve Jobs había visitado el Xerox PARC y allí había conocido el trabajo de este centro de investigación con el desarrollo del Xerox Alto y los primeros interfaces gráficos de usuario; un nuevo paradigma de interacción con los computadores que desembarcaría en el Apple Lisa y también en el Macintosh.
Tras un choque con Mike Markkula por la jefatura del proyecto del Apple Lisa, Steve Jobs decidió volcarse en el desarrollo del Macintosh e irrumpiría en el proyecto que dirigía Jef Raskin. Al final, la bicefalia causó sus estragos y Raskin terminaría marchándose del proyecto y Jobs asumiría la batuta y lo transformaría por completo en marzo de 1982.
El Macintosh se convertiría en el primer computador personal diseñado para el usuario no avanzado; una computadora que se apoyaba en un sistema operativo gráfico que se manejaba con un ratón, presentaba ventanas e iconos y nos hacía huir de las terminales manejadas con comandos.
Además del hardware y el sistema operativo (la primera versión de Mac OS), Steve Jobs puso el foco en algo que se convertiría en una de las claves de Apple: el diseño industrial. El primer modelo del Macinstosh no llegó a beber del trabajo de Hartmut Esslinger y la línea de diseño Snow White pero sí que sería algo muy presente en la gama Macintosh y ha seguido perdurando hasta nuestros días.
Artículo completo en: ALT1040
Licencia CC