Los ciberatacantes tendrían la carga principal, pero los fabricantes y propietarios podrían también enfrentarse a cierta responsabilidad.
El mes pasado, Wired publicó un informe en el que describían cómo los investigadores en seguridad Charlie Miller y Chris Valasek fueron capaces de hackear de forma inalámbrica un Jeep Cherokee. Tras controlar inicialmente el sistema de entretenimiento y los limpiaparabrisas, luego desactivaron el acelerador. Incluso más grave, Miller y Valasek también desactivaron sin necesidad de cables los frenos del Jeep, dejando a Andy Greenberg, el escritor de Wired que estaba al volante, “pisando frenéticamente el pedal dado que el monovolumen de 2 toneladas se dirigía incontrolablemente hacia una zanja”. Unos días más tarde, Fiat Chrysler Automobiles anunció una retirada que afectaba a 1,4 millones de vehículos.
Esta vulnerabilidad concreta, presumiblemente, se corregirá con rapidez, pero dada la imprudente carrera entre los fabricantes de automóviles por tener a sus vehículos “conectados”, es probable que se descubran otros agujeros de ciberseguridad, algunos de los cuales podrían permitir a los ciberatacantes tomar el control del vehículo desde Internet y provocar un accidente. Y, si esto sucede, ¿quién tiene la responsabilidad?
Existen tres grandes grupos que potencialmente podrían ser responsables: los ciberatacantes, las compañías implicadas en la fabricación y venta del vehículo y, bajo ciertas circunstancias, el propietario del automóvil.
Por supuesto, la culpa directa recae sobre los ciberatacantes. Si actúan intencionadamente para impedir el normal funcionamiento de un vehículo y terminan causando, involuntariamente o no, un accidente, se enfrentarían tanto a un procedimiento criminal como a una responsabilidad civil. Pero hallar a los ciberatacantes en tal situación podría ser difícil, especialmente si han ocultado cuidadosamente sus huellas. Además, incluso si se pudiese hallar a los atacantes, podrían estar en otro país, lo cual complicaría aún más los esfuerzos por buscar compensación o acusación.
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Estamos llegando a un punto donde los avances de los procesadores hacen que los transistores estén fabricados en tamaños ya cercanos a algunas moléculas, como la hemoglobina de cinco nanómetros. A este ritmo de reducción el comportamiento de los electrones estará sujeto a los efectos cuánticos, causando comportamientos impredecibles y no controlados, lo que sería no apto para un chip.
La tecnología de semiconductores se basa en dos tipos de materiales: los que favorecen el transporte de electrones y los «agujeros». La conducción de corriente en los semiconductores se producen a través del movimiento de los electrones libres y los «agujeros», conocidos colectivamente como portadores de carga.
Ni los átomos de silicio, ni los de germanio (los materiales que se usan en electrónica) en su forma cristalina ceden ni aceptan electrones en su última órbita; por tanto, no permiten la circulación de la corriente eléctrica, es decir, se comportan como materiales aislantes.
Pero, si a la estructura cristalina de uno de esos elementos semiconductores la dopamos añadiéndole una pequeña cantidad de impurezas provenientes de diferentes átomos, se alterará el número de portadores de carga en ella. Cuando un semiconductor dopado contiene en su mayoría huecos libres que se llama «tipo p», y cuando contiene electrones libres en su mayoría se conoce como «de tipo n». Los materiales semiconductores que se utilizan en dispositivos electrónicos se dopan bajo condiciones precisas para el control de la concentración de dopantes y las regiones p y de tipo n. Un solo cristal semiconductor puede tener muchas regiones p y tipo n; los p-n uniones entre estas regiones son responsables del comportamiento electrónico de utilidad.
Un equipo de investigadores ha logrado mostrar que las propiedades de los nanotubos pueden ser manipuladas y preservadas de tal manera que los hagan útiles para su uso en aplicaciones electrónicas. El desarrollo se ha hecho con agrupaciones de nanotubos en lugar de moleculas individuales, pero han logrado transformar los nanotubos en una RAM totalmente funcional.
Decidieron intentar implementar un circuito funcional: una memoria RAM usando nanotubos. Lograron hacer funcionar una RAM estática cuyo rendimiento fue estable durante miles de lecturas y escrituras, todo a temperatura ambiente. Es importante subrayar que no se hizo con nanotubos individuales, cada componente era un conglomerado sin distribuir de nanotubos.
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