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Archivo diario: 2017/01/08

Pediatras sólidos en tiempos líquidos: un deseo no gaseoso

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Con un título tan atractivo y provocador como «Pediatras sólidos en tiempos líquidos. Reanimando la profesionalidad», las pediatras (y grandes amigas) que componen el actual Comité de Bioética de la Asociación Española de Pediatría resumen en este artículo lo que fue su último curso de actualización, centrado en la necesidad de reanimar la profesionalidad.
Tras una pequeña historia de la profesionalidad desde Hipócrates, las autoras se plantean diversos factores propios del siglo XXI como la crisis económica, el excesivo tecnicismo, la burocratización o la banalización del acto médico que pueden explicar, pero nunca justificar, el declive de los valores de nuestra profesión: la empatía, la integridad, la solidaridad, el altruismo o la confidencialidad. Re-moralizar nuestra desvalorada medicina es el reto que se nos propone en esta reflexión, con un título provocador y real.
Porque en un entorno virtual que se ha venido en llamar hospitales «líquidos» (por el acrónimo H2.0, es decir hospitales que usan la web social o 2.0 como medio de formación, información, gestión y divulgación) o sanidad «líquida», precisamos profesionales «sólidos» (sólidos en valores) para que no hagamos de nuestro trabajo algo «gaseoso»(que se lo lleve el viento por falta de consistencia). Y se puede volar pensado que es posible combinar estos tres estados de la materia y las autoras definen bien el objetivo en relación con la Pediatría (pero válido a cualquier especialidad): debemos formar pediatras científica y técnicamente competentes, pero también éticamente responsables.
Por ello, creo que vale la pena reflexionar con artículos así (cuya lectura completa aconsejamos) y hacer que la bioética forme parte importante del curriculum en las facultades de Medicina, en la residencia como especialista y en la formación continuada de todos los sanitarios. Desde este blog (y desde nuestro Servicio de Pediatría), abogamos por ello. Porque es importante aprender a DELIBERAR….en un Servicio de Pediatría.
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El nuevo ordenador de Intel tiene el tamaño de una tarjeta bancaria

Actualidad Informática. El nuevo ordenador de Intel tiene el tamaño de una tarjeta bancaria. Rafael Barzanallana

 

Los dispositivos conectados a internet están por todas partes, no importa el tipo de producto ni la finalidad de su conexión, internet de las cosas (IoT) es el futuro y en el CES 2017 se han presentado multitud de productos inteligentes conectados.

A la velocidad que avanzan las innovaciones tecnológicas, no es raro ver cómo algunos de esos dispositivos quedan obsoletos en poco tiempo o se ven desplazados por nuevas generaciones. Intel pretende solucionar esto con Intel Compute Card, un ordenador de un tamaño minúsculo que se podrá intercambiar por uno más potente en cualquier momento.

Por ejemplo, se dispone de un televisor de un última generación, de lo más potente y avanzado en el mercado. Dentro de tres años probablemente no lo sea y, su hardware ya no será lo suficientemente potente como para soportar el nuevos software y las nuevas funciones.

Intel Compute Card, con unas dimensiones de 95 x 55 x 5 milímetros es un ordenador completo: procesador Intel, opciones de conectividad inalámbrica y puertos de entrada y salida. Si el dispositivo en cuestión se queda desfasado o simplemente se quiere actualizar con los últimos componentes, se intercambia esta “tarjeta” de Intel y listo.
Ampliar en: Intel

Botones que no hacen nada (aunque creas que sí): los de los semáforos o los ascensores

Actualidad Informática. Botones que no hacen nada (aunque creas que sí): los de los semáforos o los ascensores. Rafael BarzanallanaUn gesto tan sencillo como pulsar un botón y que posteriormente ocurra algo provoca en nosotros una agradable sensación de bienestar. A nuestro cerebro no le gusta que las cosas ocurran por azar e inconscientemente necesitamos tener el control de cuanto pasa.

Por tal motivo, el simple hecho de encontrarnos con un botón, apretarlo y que se abra una puerta, suba el ascensor o cambie el canal del televisor nos hace sentir bien.

Pero cada vez son más aquellos aparatos que en su día tenían algún botón con un objetivo específicoy que, actualmente, dicha función se controla de forma automatizada -por un ordenador central- y el hecho de pulsarlo no cambia absolutamente nada.

Es el caso de numerosos semáforos en los que se puede ver la típica cajita en el que indican al peatón que pulse para cambiar a verde o el botón que se encuentra en muchos ascensores y que en teoría sirve para que se cierren las puertas desde el interior.

Hoy en día muchos de estos botones no tienen función alguna, pero continúan estando ahí porque es beneficioso para nosotros, ya que el hecho de pulsarlos nos provoca un efecto placebo al saber que mantenemos el control sobre ellos.

Actualmente, la mayoría de los semáforos están controlados por un ordenador central que regula el tráfico y cada vez son menos aquellos en los que el pulsar el botón tenga incidencia alguna.

El hecho de que sigan manteniéndose en muchos lugares los semáforos con botón se debe a dos sencillas razones: por un lado el prevenir atropellos, debido a que al apretar estamos convencidos de que el disco cambiará en breve y, por tanto, nos esperaremos a que esto ocurra.

Y por otra parte –y como principal razón- el hecho de ahorrarse el enorme desembolso que representaría cambiar todos los postes de los semáforos. De ahí que se haga paulatinamente y cuando realmente toca reemplazarlos, siendo entonces cuando éstos ya no llevaran botón alguno.

Evidentemente hay que destacar que sí que hay semáforos en los que pulsar el botón incide sobre el tiempo en que tardará en ponerse verde pero cada vez son menos, están destinados a calles con menor tránsito y escaso paso de peatones o esta función se deja únicamente activa durante las horas nocturnas.

El otro botón puesto en cuestión es el de cerrar las puertas desde el interior de un ascensor. Durante largo tiempo sí que sirvió para ello, pero desde hace un par de décadas los ascensores están regulados para que las puertas no puedan cerrarse antes de tiempo y así evitar accidentes entre aquellas personas con movilidad reducida y que deben acceder a ellos.

Así se recogió en una ley aprobada en Estados Unidos en 1990 en la que se obligaba a tener un tiempo de espera antes del cierre automático de puertas para facilitar el acceso a las personas con algún tipo de discapacidad o ancianos. Fue a partir de ahí cuando paulatinamente fue anulándose la función del botón de cierre. Pero ¿si ha pasado un cuarto de siglo por qué siguen estando?: por puro placebo.

Un viaje en ascensor es uno de los momentos más incómodos para casi todas las personas. Accedemos a él y queremos que rápidamente nos lleve al piso al que debemos ir. Muchas son las personas a las que les incomoda viajar con individuos desconocidos y por tal motivo nada más entrar en el ascensor pulsan el botón de cierre.

Evidentemente, se cierra cuando el ordenador del aparato decide –que para eso está programado- pero a los usuarios nos queda la satisfactoria sensación de que hemos sido nosotros los que hemos logrado que las puertas se cierren más rápidamente.

Pero existe un tercer botón –aunque en la mayoría de ocasiones se trata de una ruedecilla- que también suele tener en algunos lugares una nula incidencia y que de nada sirve toquetearlo: el que regula la temperatura del aire acondicionado o calefacción de numerosísimas oficinas.

Y es que las oficinas son un lugar de continuo conflicto entre los trabajadores ya que cuando unos tienen calor otros se están pelando de frío, siendo incapaces de ponerse de acuerdo en cuál es la temperatura idónea en la que todos estarían a gusto –a pesar de que esté regulado por Real Decreto cuál es la temperatura que debe haber en estos lugares de trabajo-.

Estas disputas entre compañeros han llevado a que cada vez sean más las empresas que opten por esconder el control de temperatura e incluso aquellos que están a la vista estén desconectados, dando la sensación al trabajador que lo manipula de que hay los grados que éste ha puesto y sin ser consciente que en nada ha influido… todo por pudo placebo.

Según indica un artículo de The New York Times, el hecho de colocar termostatos placebos en algunas oficinas ha llegado a reducir hasta en un 75 por ciento las llamadas que se realizan al servicio técnico.

Obviamente, hay numerosos botones que sí sirven para algo cuando los pulsas y muchas las personas que pueden atestiguar que han regulado el termostato de su oficina o logrado que el disco del semáforo cambiase tras haber apretado el botón. Pero, placebo o no, el solo hecho de saber que incidimos en ello nos hace sentir mejor.

Fuente: Tecnoexplora

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